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El Telégrafo

“Los pasos que estoy dando tienen sentido”

“Los pasos que estoy dando tienen sentido”
15 de marzo de 2011 - 00:00

Llega el momento en que todo narrador espera publicar su primer libro, y para el empresario, emprendedor, patrón costanero y timonel, Santiago Parra Alcívar, todo esto es una aventura más. Luego de un año de trabajo como discípulo y maestro de Carlos Calderón Chico ofrece al público 9 cuentos de su autoría en el libro Brújula para bucaneros modernos, editado por El Conejo y que será lanzado mañana en el Auditorio Jorge Pérez Concha de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, a las 19:00. A pesar de ello, su coqueteo con la narrativa empezó cuando bordeaba los veinte años de edad, antes de partir a recorrer los mares del mundo por cerca de dos décadas.

Parra Alcívar también tiene un legado cultural y literario genético, ya que es nieto de Antonio Parra Velasco e hijo de Francisco “Paco” Gil. Ahora, a los 54 años, da sus propios y primeros pasos en lo cultural.

¿Qué tanto de autobiográfico hay en sus relatos cortos?

Este libro no es exactamente autobiográfico, pero mi experiencia en el mar, mi contacto con puertos europeos me han permitido recrear ese ambiente de mar y puertos y todo lo que se maneja dentro de ellos como el mercado normal y el siempre presente mercado negro que el contacto mismo lleva a conocer. En la ex Yugoslavia comunista había mercado negro y muchos me pedían  relojes Seiko, equipos de radio, radiograbadoras, que compraba a precios exorbitantes, pero a riesgo de mi integridad. Jugué con lo que veía, no necesariamente participé, aunque lo he podido narrar en este primer libro.

¿Y su herencia literaria?

Viene de familia, mi abuelo con su Utopía Bolivariana, muchos años antes de que se le ocurriera a la Comunidad Europea algo similar. Obviamente el contacto con él me marcó. Mi padre también, médico, amante de la literatura y un lector voraz, me permitió disfrutar de historias, grandes personajes en la literatura e incluso en el ambiente político y en el ambiente diplomático, que estuvieron siempre y me saludaron. Gracias a que mi abuelo fue embajador en Londres y canciller pude saludar a la Reina Isabel; en ese entonces yo tenía 15 años. Mi sueño era contar estas anécdotas algún día, de fabular con la historia y con la realidad, lo que me lleva a concebir este sencillo aporte.

Son pocas páginas, pero para mí tienen un profundo sentir.

¿Cómo era su relación con quien era conocido como Paco Parra?

A mi padre yo le debo muchísimo, desde muy niño. Era un gran médico, dentro de la psicología como médico, y como persona un gran padre porque siempre me dio el puesto que merecía en el hogar, me consideró una persona inteligente, capaz, más aún en el aspecto literario porque compartí con él algunos relatos, desde muy joven, aunque él ya era intelectualmente una eminencia. Lo único que tengo hacia el doctor Francisco Parra Gil, mi querido padre, es admiración y gratísimos recuerdos, por ello  le dedico mi libro, además de a un tío, su hermano, quien ayudó a financiar la obra.

Sus apellidos son de familias fuertes en la comunidad local, ¿alguna vez pesaron en usted?
Soy una persona de sentimientos claros, humildes.

El apellido Parra se convirtió en una directriz para mí y mis hermanos. Viene desde 1800, eran personas progresistas, ya que el primer cine lo trajo mi tatarabuelo José Parra Díaz, y la gabarra también, que se utilizó hasta los 60. Hubo hacendados, propietarios de inmuebles, cancilleres, embajadores, escritores, médicos, empresarios y banqueros, por lo que todo me llevaba a un éxito en cualquiera de esos campos. Escogí el literario para expresarme a través de las letras ecuatorianas por la necesidad de no callar, de hablar francamente y proponer un cambio en la literatura moderna, del siglo XXI. Mi anhelo es dar mi aporte con mi forma de ser, con mi estilo, con lo que he vivido, y anhelo que las juventudes lo disfruten.

¿Cuándo acude a El Conejo?

Viví en Galápagos por 10 años y en el 2000, cuando Carlos Calderón era el asesor cultural de la Librería Científica, le mandé mis primeros relatos con un seudónimo. No recibí respuesta. En algún momento a él le gustó la idea de trabajar con un discípulo y posiblemente por la unión de los astros me regaló su tiempo en un viaje de conocimientos en el que me hizo partícipe, lo que nos unió en las buenas y en las malas, con comentarios respaldados por uno o varios libros por año y medio.

¿Cómo eran las clases?

Le llevaba los relatos y era jovial, pero como catedrático hablaba conmigo de una forma coloquial tremenda, a calzón quitado. No había nerviosismo y compartíamos los textos señalando qué le gustaba o disgustaba. Creo que esto lo motivó  a continuar con la enseñanza, era el valor hacia los textos,  un dar y recibir: un conocimiento bárbaro para mí, y el gozo con mis textos para él.

¿Cómo define ahora su estilo?

Este libro tiene un estilo que considero light, un poco temeroso ante la crítica, pero no tengo contenido erótico o emocional fuerte, aunque ya tengo listos otros quince relatos para un futuro libro. He visto realmente en el doctor Calderón la reacción emotiva, lo que busca un escritor.

¿Por qué editorial El Conejo?

Cuando están para darse las cosas... Buscamos editoriales, incluso las del Estado, ya que  mucho del criterio de cambio del Presidente lo comparto, pero El Conejo se enamoró a primera vista de los relatos, apenas los recibió, prácticamente.

¿Por qué cree que el doctor Calderón promociona El ahogado en la contraportada?

Es un cuento cortísimo que me llena de satisfacción, al igual que haber nacido en las riberas del maravilloso Río Guayas, con tanta historia como la de la novela  Las cruces sobre el agua. Quería homenajear a la ciudad cosmopolita que recibe a gente de todo el país que sale adelante y consigue un lugar, y al río altivo e inmutable.

¿Qué impresiones le quedaron de palpar las primeras invasiones y el camal en su niñez?

Tengo relatos que me unen y es interesante porque uno en especial es autobiográfico ya que  cuento cómo desde mi ventana, desde mi cuarto alto, observaba las casas de caña y por una callejuela llena de baches y lodo se llegaba al camal, cerca de la Caraguay. Mi casa daba a la avenida Domingo Comín, que se llamó calle Cuba, y el mundo de pobreza me atraía porque a pesar de tener todo viví una experiencia que aún pienso novelar.

¿Cómo lo influye la naturaleza?

Con el mar me contacté desde niño cuando me dejaban tres meses en Salinas. Tengo capacidad de reproducir los sabores, texturas y olores de esas épocas, que creo son dignas de contarse. Era experto navegante desde los 16 años en velerismo clase sunfish, luego tuve un barco de 20 toneladas que salió de Santa Rosa y que casi naufraga por llenar tanto las bodegas de peces y querer ubicar más en cubierta por estar a pocas millas de tierra. Tengo  récords de tonelaje a mi haber, anuales, en pesca de atún migratorio. La actividad tiene una idiosincrasia especial por la gente que la practica, que es dura, trabajadora, temeraria y especiales en el hogar, pagadores de sus favores.

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