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El Telégrafo
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“La vieja idea de izquierda nos convirtió en un partido”

“La vieja idea de izquierda nos convirtió en un partido”
05 de octubre de 2013 - 00:00

¿Quién es? Nombre completo: Ramón Torres Galarza. Cargo: Embajador itinerante para temas estratégicos en Cancillería y Director del Programa “Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia”. Formación: Doctor en Jurisprudencia y especializado en Sociología, Antropología y Derecho Internacional. Experiencia laboral:Ex Embajador de Ecuador en Venezuela. Foto: Andrés Darquea | El Telégrafo

“Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia” se denomina el programa que, bajo la dirección de Ramón Torres, estudiará los procesos de transformación que llevan adelante seis países suramericanos, con el propósito de explicarlos desde la teoría política y plantearlos como materia de análisis.  

Han pasado más de diez años de gobiernos izquierdistas en la región. ¿Con lo realizado se puede hablar de que se han gestado procesos revolucionarios?
Podemos hablar de transición, reforma, revolución... No creo que se pueda caracterizar la riqueza de nuestros procesos con una sola denominación. Vivimos momentos de coexistencia entre una vocación de transformación y de revolución en democracia... Tal vez la característica más contemporánea de nuestras revoluciones es el resurgimiento de nuevas democracias que intentan recuperar lo que el capitalismo salvaje generó para devastarlas. Hoy las izquierdas contemporáneas son capaces de recuperar y valorar el quehacer del Estado si representa el interés de todos, de las mayorías, de los pobres, de los comunes. Vivimos un momento de profunda transición que no admite una visión simplificadora.

¿La democracia liberal, en su lógica y estructura, garantiza procesos revolucionarios para transformar el sistema capitalista?
La democracia liberal sí, porque los procesos de revolución liberal en América Latina marcaron una huella profunda en la transformación del Estado y de la economía, de la institucionalidad. No olvidemos a (Eloy) Alfaro en el Ecuador, esa revolución transformó las relaciones ciudadanía-Estado y ciudadanía-economía, quefueronprocesos en ciernes y es curioso como el 2013 marca una herencia de procesos de independencia inconclusos, o cuya continuidad en la historia fracasaron. Las revoluciones contemporáneas expresan hoy una característica: necesitamos transformaciones de largo aliento que superen esos rezagos que las antecedieron.

En América Latina por mucho tiempo hubo intentos de toma del poder por vías “no democráticas”, y ahora por la vía democrática esos grupos subversivos están en el poder. ¿Cómo se entiende esa paradoja?
 Es una paradoja maravillosa porque precisamente la subversión tiene que ver con un nuevo orden y esa capacidad de subvertir el orden nos debe hacer a los izquierdistas seres profundamente democráticos. Ese es un hecho revolucionario. Por eso hoy no nos puede encantar la contemplación de una radicalidad que, en su forma y contenido, niega la racionalidad con la que debemos procesar nuestra relación con los otros, con los distintos. La capacidad de transformación revolucionaria ahora tiene que ver con cómo incluyo a los otros. La vieja forma que creíamos sobre cómo debían ser las revoluciones nos convirtió en una iglesia, en una secta, en una trinchera, en un partido. Hoy las izquierdas contemporáneas, si son subversivas, tienen que comprender la naturaleza del poder para representar a todos, más aún si  ejercen el Gobierno; se trata de un nuevo poder que no solo tiene que ver con el partido sino con el ciudadano, los movimientos sociales y los Estados de América Latina que hoy representan a  un conjunto de sectores que antes fueron excluidos. Las izquierdas hoy ya no tienen que representar a la parte sino al todo y para ello necesitamos una visión muchísimo más amplia de lo que significa ser de izquierda.

¿Los procesos constituyentes desarrollados en la región plantean otra vía para la transformación revolucionaria? Si es así, ¿cómo se caracterizan en  la historiografía de la izquierda?
 Los procesos constituyentes en algunos países de América Latina marcan un momento excepcional en la construcción de sus constituciones, porque el derecho constitucional es el que define nuevos derechos, obligaciones y capacidades para ejercer derechos  no solamente civiles y políticos sino también económicos. La vieja doctrina sobre derechos humanos consagraba derechos de primera y de segunda generación; hoy nuestros gobiernos impulsan procesos que tienen más que ver con los derechos económicos, es decir, cómo en nuestros países hoy los ciudadanos son parte de iniciativas de trabajo, producción y consumo. Obviamente hay que diferenciarlos del consumismo que desnaturaliza las necesidades fundamentales de los seres humanos y favorece a grandes empresas, enajena a las personas.

¿Hasta dónde los procesos políticos de la región se convierten en referentes para afrontar y resolver crisis económicas y políticas en Europa?
Ya no podemos pensar que los procesos de  transformación y revolución tengan impactos solamente locales. Necesariamente, si son tales, son procesos cuyo impacto sea pensado local, nacional, regional y globalmente, también para disputar el sentido global del capitalismo. No puede haber una revolución en un cantón, en una parroquia; la revolución debe ser un hecho mucho más integrador, universal, con capacidad de contagio a otras dimensiones territoriales geoestratégicas del poder. Las crisis en Europa nos deben doler y afectar como latinoamericanos porque afectan a los seres humanos. Si son crisis especulativas y de un modelo de producción capitalista que llegó a su límite, precisamente porque fue un modelo de especulación, hoy América Latina debe fomentar en el mundo modelos de producción, distribución, consumo y comercio justos que modifiquen las relaciones con Europa, Asia...

¿Tenemos en perspectiva procesos de largo plazo que superen los períodos tradicionales de gobierno y que vayan más allá de los líderes que los encabezan?
Creo que sí. A pesar de que son liderazgos individuales muy fuertes, van a obligar a que su continuidad no dependa de lo que ellos hagan o dejen de hacer, sino de lo que el pueblo organizado, los partidos y los movimientos sean capaces de asumir como obligación en la historia para darles continuidad. Vivimos un tiempo en que la continuidad de esos liderazgos depende de nosotros y no de ellos. Esos liderazgos nos devolvieron la capacidad de soñar y creer a través de las elecciones, es decir, son los pueblos los que construyeron esos liderazgos con sus virtudes y límites... pero toda revolución y toda democracia la hacen los pueblos.

Los procesos constituyentes han sustentado el cambio político; pero, ¿hace falta un proceso de mayor hondura para construir el socialismo?
El socialismo es uno de los momentos más importantes de los logros en el quehacer humano y, por tanto, esa construcción tomará mucho tiempo y tiene una complejidad que requiere una profunda conciencia y voluntad para lograrlo. Por eso lo complejo de llegar a esa utopía necesaria que es el socialismo. Lo que sí vemos es que nuestros procesos  son revolucionarios, algunos con carácter profundamente socialista, otros en un momento de transición hacia el socialismo, y otros que no son socialistas pero que llevan adelante un proceso de cambio en las condiciones económicas y políticas de la región.

¿Es posible hablar de una construcción hacia el socialismo desde los códigos de la democracia formal?
En la subversión de esa democracia formal, que se especializó en formas y no en contenidos, está la posibilidad de lograr que nuestras revoluciones transformen la democracia, pero también  que establezcan las condiciones en que las revoluciones van a operar en América Latina. Por eso, democracias en revolución y revoluciones en democracia establecen una mutua condicionalidad, son una afirmación y negación en cuanto contribuyan entre sí. El ser revolucionario tiene que ver con su inmensa condición democrática.

¿Las revoluciones en democracia qué generan o deben generar con la conciencia de la gente para la construcción de un poder efectivamente popular?
Nuestras democracias en revolución, al ser evaluadas en perspectiva histórica, hay  que ver si fueron capaces de construir un nuevo sujeto popular, en la  consolidación de un poder ciudadano, del poder de los pobres.
Un poder ciudadano que ya no admita representación, es decir, hablamos de una democracia directa de sujetos revolucionarios en la sociedad y el Estado. Los movimientos sociales son un elemento fundamental en la historia de nuestras revoluciones, pero no son los únicos... Cada vez vemos con mayor preocupación las crisis de esas viejas formas de organización que en el Ecuador denominamos partidocracia, pero también vemos que existe una decrepitud de aquellas formas de organización social que solo buscan representar gremialmente sus propios beneficios e intereses.

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