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El Telégrafo

En el Yasuní, las madres viven a plenitud

En el Yasuní, las madres viven a plenitud
12 de mayo de 2013 - 00:00

12-05-13-ACTUALIDAD-madre5Las mujeres mandan en el Yasuní. Al menos así ocurre en la comunidad Añangu, ubicada a tres horas río abajo del Napo, donde 27 mujeres decidieron tomar las riendas del poblado y emprender un proyecto de turismo comunitario en plena selva. Lo bautizaron como “Yasuní, Kichwa Ecolodge”. 

María Yumbo, de 26 años, lidera la iniciativa. La joven es madre de dos niñas y cuenta que en su cultura ellas mantienen el hogar, mientras los hombres salen a cazar y luego descansan. Las mujeres cosechan la yuca y pescan en el río para alimentar a su familia.

12-05-13-ACTUALIDAD-madre1Yumbo lleva amarrados a sus hijos por delante de su vientre, nunca detrás y con su frente sujeta la shigra de cabuya para colocar el alimento. Las mujeres siembran el campo, arreglan la casa, preparan la comida y elaboran la chicha, además tejen collares, aretes y pulseras con semillas que recogen en sus largas caminatas diarias, a pie descalzo, por más de 200 kilómetros.

Desde hace 15 años el turismo comunitario se convirtió en una opción para los habitantes de la zona. En el sector viven 182 personas (33 familias), a quienes los administradores de dos hoteles privados cercanos les propusieron trabajo como guías turísticos. Algunos aceptaron, inclusive mujeres.

Pero para ellas fue muy complicado porque tenían que dejar a sus hijos, frente a eso decidieron fundar en su comunidad su propio hotel ecológico. Hicieron trabajar a los hombres en minga y en ocho meses levantaron ocho cabañas con pambil y chonta.

“Trabajamos aquí y no dejamos a nuestros hijos. Mañana viene un grupo de 15 gringos. Estamos contentas”, cuenta la mujer de larga cabellera negra y que lleva pintado con guito (una planta de la que extraen el color negro) un sol y hojas de chonta en la frente y mejillas.

12-05-13-ACTUALIDAD-madre4Ella nació en el Yasuní, al cual define como “su vida”. Con voz fuerte y empuñando su mano advierte: “¡Nosotros estamos decididos a proteger hasta con nuestra vida si es preciso al Yasuní si alguien quiere destruirlo o explotarlo!”.

La comuna Añangu se asienta en la provincia de Orellana, sobre 21.400 hectáreas del parque Yasuní, cuya extensión bordea las 998.000 hectáreas y llega hasta la provincia de Pastaza.

Viajar al lugar no es sencillo. Llegan canoas de uno y dos motores, que, dependiendo del clima, tienen que vencer la espesa niebla que se forma en el río Napo. Los moradores saben que cuando hay niebla sobre las aguas habrá mucho calor.

Allí dicen que el río Napo es sabio. Los ayuda a guiarse y a no quedarse varados, ya sea por la corriente o por las montañas de arena que emergen cuando la marea está bajo. A eso hay que añadirse que grandes árboles han fijado sus raíces en el fondo del agua y gruesos troncos salen a la superficie. “Esos son nuestros semáforos”, bromea un conductor, quien, para evitar que la embarcación se estanque en la arena, mira el agua y cuando salen burbujas sabe que el río está bajo.

La temperatura supera los 30 grados

12-05-13-ACTUALIDAD-madre6La comunidad kichwa escogió un lugar apartado para asentarse. Está en el centro de la selva y convive en absoluta armonía con boas, monos, águilas, tigres, panteras, tapires, tarántulas, saínos, los cuales también enfrentan su propia lucha por sobrevivir. “Mire allí, hay un esqueleto de tapir, hace unos 15 días un tigre lo cazó”, comenta Ricardo Yumbo, de 22 años. La batalla fue intensa. De aquel tapir solo queda el esqueleto de lo que fue su mandíbula. El joven es esposo de María y una especie de “guía turístico” del Yasuní, cuya biodiversidad arma su propio espectáculo en medio de la selva.

Cerca de 10 mil personas al año visitan la hostería. Pagan 150 dólares por noche y el dinero que la comuna recibe lo guarda en una caja de ahorro comunitario, que sirve para obras o para las necesidades que tiene cada uno de sus integrantes. Por ejemplo, si alguno se enferma se costea la recuperación, así como en la educación de los niños y el desayuno escolar. Allí existen una escuela y un dispensario médico.

12-05-13-ACTUALIDAD-madre3Entre sus metas, recalca Mauricio Jipa, promotor de la iniciativa, está crear un colegio y una universidad para evitar que sus hijos se vayan de la comuna.

A los visitantes ofrecen las tres comidas que son preparadas por un chef comunitario. Se trata de Ricardo Yumbo (22 años), cuya especialidad es una variedad del maito, pero de pollo. Ricardo no aprendió gastronomía en un centro académico. “Experimento con los sabores”, afirma con mucha seguridad, y por ello ideó pequeños muchines de yuca fritos que causan sensación entre los moradores de Añangu, sobre todo entre los niños.

Hace poco la comunidad conoció a Édison Paredes, un chef profesional que les ayuda y enseña a elaborar postres cuando lo necesitan. “Aprendí a hacer pie de manzana”, cuenta Ricardo. “Lo volveremos a hacer más a menudo”, insiste.

¿Cómo suena el Yasuní? Basta escuchar con atención y dejarse guiar por el vuelo de miles de mariposas de diferentes colores y el canto de más de 200.000 aves, cuyos tamaños van desde tres hasta 25 y 30 centímetros como los multicolores guacamayos, golondrinas, y águilas que vuelan por la zona.

Su canto suena muy fuerte. Arman su propia orquesta, sin necesidad de un maestro de ceremonias. Se esconden y revolotean entre los imponentes árboles verdes obscuros de pambil, que miden hasta 35 metros de altura.

12-05-13-ACTUALIDAD-madre2Hay algunos loros que prefieren ir al lamedero, así le llaman a una enorme roca, donde millones de pájaros se alimentan de sus sales minerales que, según Ricardo, los mantiene vivos. Allí se aparean, mientras una boa amarillo con negro se enreda, muy despacio, entre un árbol de liconias, preparándose para la caza de un ave.

En la comunidad Añangu, María sirve un pondo de chicha de yuca, recién cosechada. Ya no fermentan la chicha masticando la yuca, sino que ahora le ponen camote amarillo. Dice que la tarea de masticar la yuca era de la madre porque ellos tenían la creencia de que ella brindaba armonía. A su lado, Jacinta Yumbo, de 52 años, canta porque tener visitantes en su comunidad es motivo de fiesta.

Sirven guayusa, que la toman antes de dormir y si tienen pesadillas no salen a la selva al siguiente día, porque están convencidos de que algo les pasará. La canción de Jacinta habla sobre la labor de la mujer en la preparación de la chicha, y cuando ya todos están borrachos, da la vuelta a las ollas y descansa con su pareja.

En esta parte del Yasuní, la naturaleza es espesa y los árboles son frondosos, con troncos gruesos y raíces fuertes y profundas. Son infinitos, como sus hojas que se funden con el azul del cielo. Uno de los árboles llama la atención. Tiene dos troncos: uno, 30 centímetros de diámetro. “Se llama matapalo”, grita Ricardo, al referirse al más flaco que tiene la misión de matar al grueso. Es decir, abajo su tronco es delgado, pero a medida que va creciendo se hace más grueso. “Tarde o temprano termina estrangulándolo, los árboles viven sus luchas, igual que nosotros”.

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