Este proceso electoral no se parece a ninguno de los anteriores. Revela características y especificidades que descubren esa transformación que experimentamos desde hace seis años. No se parece en nada al de 2009. Los contenidos de los debates así lo confirman.

La prensa en general lo afronta con ciertas condiciones legales y con unas posturas políticas concretas. Para nadie es innegable que un amplio sector de los medios privados y comerciales tiene muy clara su inclinación electoral, a pesar de todos los discursos y sendos editoriales donde se aluden valores liberales que ocultan intereses económicos identificables. Y por supuesto en esto también se juega la credibilidad de la prensa, de los periodistas y del sentido político que adquiere la información, venga de donde venga.

No hay periodismo casto ni tampoco somos ajenos a determinadas pasiones que genera la política. Tenemos una oportunidad para resignificar y revalorizar el rol de la prensa en la democracia y nosotros nos comprometemos a cumplir ese reto.

El primer diario público del Ecuador, El Telégrafo, inicia hoy un mes de trabajos periodísticos con varios objetivos: reflexionar sobre los temas de fondo de la disputa de poder que se expresa en esta campaña; explicar los programas y propuestas, no desde una supuesta neutralidad, sino desde lo que los especialistas analizan y procesan de cada una de ellas, estemos de acuerdo o no con sus tesis y enfoques; esbozar el perfil de los sujetos políticos para tener otra idea de lo que son y reflejan ante la sociedad, destacando sus virtudes y atributos políticos; y abordar las entrevistas y temas desde una perspectiva ciudadana para generar la más amplia información, de modo que se tomen decisiones informadas y reflexivas.

De hecho, en los últimos meses, como queda registrado en nuestras páginas, hemos realizado entrevistas a la mayoría de candidatos presidenciales, a decenas de aspirantes a una curul en la Asamblea y hemos abierto debates sobre temas específicos y plurales, sin descontar una carga informativa gruesa sobre lo que requieren los electores y los sujetos políticos para tomar decisiones. Eso nos ha colocado como un espacio informativo preponderante y de mucha confianza para las audiencias nacionales. Por eso es el reconocimiento ciudadano y la lectura de nuestras páginas en 378 emisoras de todo el país. Además de ser fuente de información de otros medios de prensa privada, nacional y extranjera, sin desmerecer las agencias internacionales de noticias.

Esta propuesta periodística no sumará votos a ningún candidato, solo entregará mejores y mayores herramientas de análisis a nuestros lectores.  

Como un medio público, estamos conscientes de la obligación de mantener el  mayor equilibrio posible, pero si la noticia y el análisis son necesarios frente a un hecho que violente o trastoque el sentido democrático del proceso, no nos “censuraremos” y expresaremos nuestra opinión, como por ejemplo si se insiste en hacer de este proceso un “botadero” de regalos para captar votos.

Advertimos desde ahora que algunos candidatos se niegan a conceder entrevistas a El Telégrafo bajo argumentos poco solventes y hasta ridículos, como que somos el diario del Gobierno o del movimiento del candidato Rafael Correa.

Si no lo hacen por ese supuesto temor y/o prejuicio, que es falso, quienes pierden son los miles de lectores, pero sobre todo ellos. No hacemos entrevistas “regaladas” a nadie, tampoco  apologías de las organizaciones, porque no nos corresponde.

Aquí, como ya lo hemos probado cabalmente, hacemos periodismo responsable, profesional, ético, de acuerdo con los principios y mandatos constitucionales y las doctrinas internacionales. Así afrontamos nuestro oficio y nuestras responsabilidades públicas como medio de comunicación.

Este diario no hace política ni se debe a la política partidista. Pero sí tenemos una política muy clara y transparente: nos debemos a los lectores, millones de ellos apuestan por cambios de fondo, por transformaciones democráticas para reducir la pobreza y la inequidad. Y si eso ocurre en nuestro país lo vamos a registrar, no vamos a engañar a nadie con falsos escenarios ni con apocalípticos pronósticos que no caben. Diremos la verdad, ante todo. Lo haremos con los géneros puros del periodismo: entrevista, perfil, crónica y reportaje. Y una campaña electoral, además, pone en vitrina al periodismo: lo hace visible, resalta sus valores y virtudes más nobles, devela  potencialidades y garantiza un aprendizaje para generar pedagogías colectivas.

Somos, por tanto, cómplices y encubridores de las decisiones democráticas del pueblo, gusten o no  a las corporaciones económicas, mediáticas y religiosas de cualquier índole.

La llamada sociedad civil, de existir orgánica y estructurada en alguna expresión pública, puede -y debe- observarnos y evaluarnos, si a bien tiene hacerlo.

Al final, cuando todo esto termine, serán ustedes, estimados lectores, quienes podrán juzgar si este compromiso público, adquirido de cara a las elecciones, se cumplió a cabalidad.