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El asilo es casi como cavar un túnel sin saber por dónde salir

El momento político más oportuno no existe: se lo construye y se desata a veces por acumulación y otras por decisiones inesperadas frente a realidades complejas. Y la solicitud de asilo político, de parte de Julian Assange, abre ese momento político con desenlaces impredecibles.  

Por un lado está la posición oficial ecuatoriana frente al asunto. Hasta ahora, con el tema de los WikiLeaks ha sido clara: son documentos que revelan posiciones e interpretaciones de los diplomáticos estadounidenses sobre hechos y procesos políticos y jurídicos en el Ecuador que han servido para definir la política exterior de EE.UU. Y quien reveló esas posiciones, además de decantar el debate sobre la “injerencia” en los asuntos internos, fue la organización que preside Assange.

Por otro lado, las revelaciones colocaron y hasta ahora ubican a EE.UU. en una posición extremadamente incómoda sobre lo que ha sido su política exterior. De ahí que será difícil para sus aliados (en todas las batallas que han participado bajo el mando de la U.S. Navy) “pelearse” o fisurar la relación por un ciudadano “irreverente” y “rebelde”.
Quizá por eso, entre otras consideraciones, será muy difícil la solución al problema político que crea la solicitud de asilo político.

Utilizando la misma figura de los abogados de Assange: es como cavar un largo túnel sin saber qué encontrarán al otro lado cuando se concluya su construcción. En otras palabras: se abre una gama de posibilidades jurídicas y políticas, todas ellas bajo un signo de fondo: EE.UU. tendrá un rol, no público y sí muy indirecto, para cualquiera de las salidas propuestas.

En ese sentido también cuenta mucho hasta dónde la comunidad internacional y los líderes de opinión puedan contribuir. De paso, este hecho revela o coloca a los “opinólogos” criollos en la doble faceta con la que actúan para cada ocasión: cuando el director de un periódico pidió asilo era válido y hasta legítimo. El argumento era que su vida corría riesgo.

Ahora que Assange lo hace (a quien dos periódicos comerciales “usaron” para publicar informes a su conveniencia) ya no es una figura jurídica válida y mucho menos legítima. Dicen, con cierta arrogancia y veneno, que es un espaldarazo para Rafael Correa.

La realidad y los hechos dicen mucho de por qué Assange escogió Ecuador para solicitar el asilo. Y a la vez, lo que decida el Gobierno también abre otro debate del rol en la política internacional. Lo que venga después será un capítulo complejo de nuestra historia contemporánea.

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