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El Telégrafo

Canillitas de oficio y corazón

Canillitas de oficio y corazón
14 de diciembre de 2013 - 00:00

Violeta Gálvez

En medio del ruido de los automóviles que circulan, algunos pitos que resuenan, el cambio de luces de los semáforos avisa a los peatones y los predispone a cruzar la vía, así como el sonido característico del transporte Ecovía, que anuncia su parada, llego al sector de San Bartolo, justo en la esquina de la avenida El Tablón y Maldonado. 

Observo a varios metros a una voceadora, sentada en su banco, vigilando atentamente en busca de un posible comprador, quien se percata de nuestra llegada e inconscientemente arregla los pocos periódicos que le han quedado. Con una amplia sonrisa en el rostro nos da una cálida bienvenida. Le cuento que queremos hacerle unas preguntas, se pone nerviosa, suelta una carcajada y accede gustosa.

Las palabras empiezan a surgir con naturalidad y soltura… su nombre es Margarita Cruz, tiene 50 años de los cuales 23 ha dedicado a este negocio: ser canillita. “La vida no ha pasado en vano”, asegura. Desde su corta edad Margarita estaba inmersa en el mundo de los diarios; su padre, José Cruz, trabajaba como bodeguero de periódicos en una empresa privada, pero los años transcurrieron y “llegó a la edad que dicen ya no está hecho para trabajar, o sea la vejez”, explica Margarita mientras la seriedad la invade.

Me apresuro a cambiar de tema. Le preguntó cómo llegó a ser canillita, recuerda que por cosas del destino y su “mala cabeza” abandonó el primer año de la universidad, además, mantener a un hijo sola la obligó a buscar trabajo, fue ahí cuando encontró en el oficio de voceadora una oportunidad para salir adelante. Su padre la instruyó y cuando aprendió se hizo cargo del negocio.

Lucha por su hijo
Su hijo, quien en la actualidad tiene 16 años, estudia quinto curso en el colegio fiscal Andrés F. Córdoba. “Él quiere tener una profesión, estudiar en la universidad, es muy inteligente”, comenta mientras sus ojos se agrandan y une sus manos. De hecho, sus ojos se llenan de lágrimas y con la voz entrecortada cuenta: “yo soy madre soltera, sin embargo nada le he negado. Yo con este trabajo lo he mantenido, educado, vestido y alimentado”.

A medida que pasa el tiempo, Margarita se siente en confianza, da la sensación que es de aquellas personas que disfrutan conversar. Agrega que su itinerario durante estos 23 años ha sido el mismo, con cambios eventuales, pero en síntesis el mismo: levantarse a las 05:00 y preparar el desayuno, retirar los diarios de la agencia a las 05:45, organizar y equipar su puesto para empezar la venta a las 07:00 hasta las 10:00 en la esquina de La Tablón. Luego, a las 11:00, desplazarse en busca de más periódicos para venderlos en horas de la tarde en la avenida Maldonado y se ubica en la puerta principal de la estación del Trolebús, ahí vocea todos los periódicos.

Afirma que no es difícil sino es cuestión de practicar y agarrarle el gusto a este trabajo. Para Margarita vender diarios es un negocio que con el transcurso del tiempo se progresa, si bien no en grandeza, pero sí da estabilidad.

Son cerca de las 11:00, Margarita tiene que dirigirse a la agencia para retirar los periódicos que venderá en la tarde. Sonríe, sabe que la entrevista terminó pero está contenta, supongo porque ha compartido un pedacito de su vida conmigo; sin embargo no se imagina con cuántas personas más lo hizo…

Jaime Centeno

Mientras camino hacia la intersección de las calles Portete y la 29, en el suroeste de Guayaquil, observo a una mujer con chaleco, gorra y una sonrisa dibujada en su rostro, moverse de un lado a otro con periódicos en sus manos.

Dolores Álvarez es una canillita ambulante del sector Portete y la 29 (Guayaquil).

Ella sí sabe hacer negocio -me digo a mí mismo- cuando la veo subirse ‘al vuelo’ a uno de los buses que circulan sobre esta arteria vial para vender los periódicos del día. No hay vergüenza, no hay temor solo las ganas de trabajar para llevarle el pan a sus hijos. Por un momento la voceadora descansa y se sienta en el parterre que divide el tráfico de la calle Portete. Aprovecho para acercármele y la noto algo agotada y sudada, a pesar de que al preguntarle cómo está, me responde con voz fuerte ‘echándole ganas a la vida y con mucha energía’.

Dolores Álvarez empieza su trabajo a las 05:30, en aquel sitio que ha guardado sus pisadas, sudor y lágrimas por más de 20 años. Me confiesa que aunque no tiene un módulo o exhibidor, es feliz corriendo de un lado a otro anunciando las noticias del día a los transeúntes y choferes.

Esta intrépida comerciante comenta que aunque hay momentos duros en el oficio, “también existen tantas anécdotas y muchas horas de felicidad. Tengo clientes que hasta me invitan a desayunar”.

“A mí me gusta mi trabajo”
El trabajo de canillita le ha permitido educar y darle una vida digna a sus 4 hijos. A diferencia de Margarita Cruz, Dolores comparte este oficio con su esposo, Geovanny Latorre, quien recorre en bicicleta varios sectores del sur de la ciudad.

La alegre voceadora considera que cada amanecer es una oportunidad que le da Dios para servir y hacer mejor las cosas. “A mí me gusta mi trabajo, por eso me siento una mujer bendecida. Mi meta cada día es vender todos los ejemplares que solicito a los distribuidores de periódicos, así me toque quedarme más tiempo o ir a otros barrios”, añade con firmeza.

Dos características que asegura definen su personalidad son la amabilidad y cordialidad con que se dirige a los demás. “Esa es mi carta de presentación”, acota.

Casa nueva en 2014
Dolores y su familia viven en la casa de un familiar, ubicada en la 27 y la D, pero gracias a unos ahorros por este trabajo construirá la vivienda de sus sueños en un solar que posee en el km 14,5 de la vía a la Costa.

“Si todo va bien el nuevo año tendré mi propia casa. Tantos años de trabajo merecen una compensación. Mi esposo y yo hemos luchado tanto por tener nuestras cositas y gracias a Dios tendremos nuestra vivienda, que será sencilla, pero perfecta para mis hijos”, expresa con una sonrisa.

Navidad llena de recuerdos
Si hay un tema que vuelve dócil el corazón de Margarita es la Navidad. Al preguntarle sobre esta fecha especial, su voz se quiebra y sus ojos parece que fueran afectados por una ‘basurita’.

“Mi hijo mayor está fuera del país y eso es difícil para cualquier madre en esta época del año. Qué no daría por tener a todos reunidos en Navidad. Sin embargo, pasaré Nochebuena con mis 3 hijos y mi esposo. Soy dichosa por la familia que tengo y siempre oraré para ver felices a los míos”, concluye la carismática Dolores.

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