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Hipótesis señalan que el origen del oficio está entre ee.uu y tailandia

La piel es un ‘lienzo’ en el que se conjugan sentimiento y arte

El dibujo de nombres son las peticiones más frecuentes de los que deciden tatuarse la piel. Profesionales tienen entre sus restricciones el no atender a borrachos ni a menores de edad. Foto: William Orellana│El Telégrafo
El dibujo de nombres son las peticiones más frecuentes de los que deciden tatuarse la piel. Profesionales tienen entre sus restricciones el no atender a borrachos ni a menores de edad. Foto: William Orellana│El Telégrafo
08 de junio de 2014 - 00:00 - Liseth Balón, Catherin Castillo y Xiomara Banda, estudiantes de periodismo de la Universidad Laica de Guayaquil

Muchas historias existen acerca del origen del tatuaje. Una de las hipótesis es que este ‘arte’ aparece en las cárceles de Estados Unidos, en el siglo XIX, con el objetivo de marcar a los presos. Toda persona que había sido detenida era tatuada obligatoriamente para ser reconocida.

Otra presunción es que la práctica se originó en Tailandia en la época del Renacimiento. Los tailandeses que viajaban en barcos se marcaban el cuerpo con tinta usando pincelillos calientes.

En Guayaquil, hacerse un tatuaje puede costar de $ 10 a $ 1.500. Sus precios varían según el tamaño, la complejidad del diseño o la tinta.

Por las calles Colón y Pedro Carbo, sentado en una silla, está Gerson José Vaca, esperando a clientes. A su costado hay  imágenes de personas tatuadas en diferentes partes del cuerpo.

Gerson desarrolla el oficio desde  hace más de 10 años. Diariamente -dice- trabaja sobre la piel de dos a tres personas. El tatuaje más económico, en su local, es de $ 10. A mayor tamaño, mayor precio. Él usa tinta vegetal y todo es descartable. “Eso en algo garantiza la limpieza”.

Sin mucha demora llega el primer cliente del día. Un joven de 19 años llamado Pablo, quien va por su segundo tatuaje. “Gerson” dibuja en una hoja y le enseña lo que hizo para ver si su cliente está de acuerdo. El joven le dice que no le agrada y pide que cambie la letra.

Una vez que está de acuerdo con el nuevo diseño, en el que reza Carlota (su mamá), el tatuador empieza a trabajar en su brazo. La máquina con agujas suena y el joven frunce el ceño al contacto con el elemento puntiagudo. “Mi madre es mi vida”, expresa el chico, mientras aguanta el dolor. El creador de la obra relata que lo que más tatúa son nombres y que la gente lo hace por moda.

El dibujante agrega que empezó de casualidad cuando un amigo, quien compró una máquina de tatuar, le pidió que le hiciera un dibujo en la piel.

En las calles Leonidas Plaza y Argentina se encuentra el estudio “Los Ángeles”, cuyo propietario es Flavio Medina, también conocido como ‘Keiro’. Él, un veterano en este arte, ha tatuado a varios deportistas, cantantes reggetoneros, presentadores de televisión, entre otros personajes reconocidos.

Con un acento en el que se mezclan el español y el inglés (vivió en Los Angeles) cuenta que lo primordial en su oficio es la higiene. Por ello él tiene tres esterilizadores para máquinas, los cuales usa antes y después de cada dibujo. Keiro explica que la limpieza del aire acondicionado también es muy importante, porque puede transmitir gérmenes, bacterias o virus. “Lo más común es el  contagio de hepatitis”.

Ha tatuado a miles de personas en 25 años. La experiencia le da seguridad en lo que hace. Keiro piensa que para él no hay competencia porque cree que hace un buen trabajo. Su diseño económico es de $ 30 y los más caros pasan de $1.500. Él asesora a los clientes antes de marcarlos. Aconseja, por la pigmentación, que las personas de tez trigueña se hagan tatuajes negros y los blancos de cualquiera.

No atiende a borrachos (porque sangran más) ni a menores de edad. La tinta orgánica que emplea la adquiere en Estados Unidos. La mejor tinta -a su criterio- es la vegetal, aunque es opaca y estéticamente no se ve muy bien.

DATOS

Ivonne de Cárnicas, socióloga de la Universidad de Guayaquil, opina que los tatuajes han sido símbolos en el cuerpo que demuestran algo importante para quienes los llevan. “Existen también excepciones de los tatuajes que solamente se usan para crear un tipo de estatus social”.  

El impacto social de los tatuajes ha llevado a algunas personas a borrárselos ante la discriminación del entorno. 

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