René Ramírez es callado y observador. Admite que es introvertido y que, a pesar de visitar constantemente Guayaquil, el clima es su mayor enemigo. Pero no el único, a eso se suma la apretada agenda que  maneja y que sobrelleva para estar presente en la mayoría de actividades relacionadas con la educación superior. Fue el caso de la inauguración de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Guayaquil, espacio que se convirtió  en el escenario interactivo para que las personas que admiran su gestión se acerquen a tomarse fotos mientras lo felicitan por los cambios propuestos como  Secretario de Educación Superior, Ciencia y Tecnología.

Ramírez luce su habitual chaqueta  que lo caracteriza y su pantalón negro. Usa este atuendo cuando quiere verse más formal, aunque fuera de su función viste prendas de pana mientras que el cabello recogido en una cola es parte de su look, ese que adoptó para no ir más a la peluquería, según comenta.

René es un hombre identificado con una corriente progresista de izquierda, le gusta compartir en familia y amigos, amante de la lectura y, sobre todo, de la escritura, eso se ve reflejado en varias publicaciones y libros que sube en su blog, al cual considera su espacio de reflexión académica y social, donde la mayoría de sus publicaciones destaca temas relacionados con economía, sociedad y educación superior.

Grandes avances

Rodeado de una familia de educadores, cuenta que desde muy pequeño aprendió que la educación es el mejor mecanismo para construir a la libertad de una sociedad igualitaria, afirma que en ese entonces la educación era totalmente diferente a la actual. Comenzando por los docentes, ahora se exige vocación, capacidad para investigar, para aprender  y sobre todo mucha pedagogía y creatividad. “Aún puedo recordar esa nefasta historia de la precarización laboral, es decir profesores que tenían décadas en una institución y mantenían  contratos sin  relación de dependencia”.

Hoy, los docentes tienen diversas oportunidades para obtener un PhD, máximo grado académico y cuya convocatoria se abrió para profesores titulares y por concursos de méritos y oposición; todo para obtener el tan ansiado título, que ya es requisito indispensable porque las universidades deberán cumplir con el 70%  de docentes con doctorado,  si es que quieren ser parte de los circuitos mundiales. Y a pesar de que la medida requiere inversión y dedicación extrema, Ramírez se muestra optimista con este proceso de mejora y está convencido de que es completamente viable.

“Ecuador debe pasar de la economía de los recursos finitos a la de los recursos infinitos: la de las ideas. En esta transición radica la segunda independencia de nuestros pueblos”, esta es una de las frases que lo identifica y con la cual ha plasmado todos sus ideales. Pero también gusta de la economía y eso se refleja en los estudios superiores que realizó en la Universidad San Francisco de Quito, donde tuvo varias experiencias y anécdotas con Rafael Correa Delgado, quien fue su profesor de Microeconomía, en los dos últimos años de la carrera.

Ambos tenían el mismo objetivo: transformar el país. Fuera de las clases, el ahora Presidente y a quien denomina “un monstruo de la historia en este proceso de trasformación” confió en su intelecto y por medio de la meritocracia le otorgó el cargo de Secretario de Educación Superior.

La educación es la huella de un país y al ser su identificación debería estar diseñada por políticas de Estado y no coyunturales, como las que se acostumbra a dirigir cada gobierno. Las mejoras establecidas deberían mantenerse, independientemente del Presidente de turno; sin embargo, a Ramírez eso no le preocupa porque está convencido de que la ciudadanía se ha empoderado en saber que los cambios que se han hecho en el campo educativo en la era de la Revolución Ciudadana no pueden volver atrás; entonces, en ese sentido, considera ya está impregnado en la sangre del ecuatoriano que la educación es la vía de la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Por eso, afirma con mucha certeza que los cambios continuarán.

Bebe un poco de agua y continúa hablando. Está agotado y, aunque no se percata de la hora, su asesora de comunicación, Ana Frontela Diéguez, sí.  Hace caso omiso para puntualizar que de su familia no prefiere hablar, a pesar de que es el motor fundamental para estar de pie cada día. Uzué, su hija de 4 años, ha revolucionado su vida y hace todo lo posible para siempre llegar temprano al hogar.

Es enfático al hablar de educación superior, así como es evidente que le gusta hablar de todos los proyectos que se están realizando. Considera que el motor de la sociedad ecuatoriana debe ser la creatividad, el ingenio y la innovación, aunque está consciente de que aún los ecuatorianos deberían cambiar la perspectiva de la educación y esto implica un cambio cultural; más conocido como el cambio de la matriz cognitiva. Utilizar el método aprender a aprender, donde tanto estudiantes como docentes tienen algo nuevo por conocer cada día para así romper esas barreras del pasado donde el docente se convertía en  dictador.

El deseo de superación

Recuerda que  a sus 19 años, mientras estudiaba en la Facultad de Economía, obtuvo su primer empleo como asistente de investigación del decano de la facultad. El sueldo le ayudaba a obtener ingresos para los gastos educativos y, sobre todo, a poner en práctica  lo aprendido en las aulas, que es lo que ahora se está buscando con el rediseño de las carreras. Este proyecto, que ya se planteó en la Asamblea y en el cual todas las universidades del país están trabajando con dedicación y ahínco, para alinearse a lo que implica el rediseño y que Ramírez lo traduce: la educación puede tener edificios, altas tecnologías, variedad  de áreas verdes e investigación, pero lo fundamental es la construcción del conocimiento.

Al conmemorarse los cinco años de vigencia de la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES), tiene claro que Ecuador es el que más invierte en educación superior con 2% del Producto Interno Bruto (PIB) porque hemos llegado a una inversión de casi 11.700 millones de dólares, pero asegura que falta mucho por hacer.

“Porque aún no estamos ni siquiera entre las mil mejores universidades del mundo, por eso no hay que ser autocomplacientes con haber alcanzado una categoría A, todavía el modelo de evaluación sigue siendo autorreferencial, es decir que está en función de la mejor universidad de Ecuador, ese es un compromiso que tiene que ser de todo el país, porque sin lugar a duda hemos demostrado como país que sí podemos estar en los niveles mundiales”.

A sus 40 años mantiene una personalidad muy jovial, y eso lo ha demostrado con la participación que tiene con el Frente Ciudadano de Estudiantes y  Becarios, con quienes tiene constante comunicación y están trabajando para escuchar sus opiniones. De hecho, René Ramírez es uno de los pocos funcionarios públicos que, a pesar de su trabajo, se toma el tiempo para conocer las opiniones de los jóvenes, por eso no tiene reparos para brindar un diálogo abierto, espontáneo y capaz de dilucidar el camino trazado en educación superior. No se muestra complicado, está abierto al diálogo y siempre con el deseo de explicar con muchos detalles, para dejar los  conceptos claros.

Es hora de partir a la capital y continuar con su lucha, esa que pretende convertir a la educación en el mejor recurso, el recurso infinito: la generación de ideas para construir conocimiento. (I)