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La primera academia porteña de artes

La primera academia porteña  de artes
12 de mayo de 2013 - 00:00

El Ministerio de Cultura ha anunciado la inauguración, en pocos meses, de la Universidad de las Artes, espacio que, sin duda, será de gran trascendencia para el mejoramiento de la educación artística en Guayaquil y el país. Sin embargo, flotan algunas preguntas sobre el destino de los institutos técnicos que han desarrollado un importante trabajo en la enseñanza del arte, como es el caso del Instituto Superior Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE), entidad con nueve años de vida y que nació por iniciativa de los propios artistas guayaquileños.

Si bien existe una demanda social para la formación de artistas en el país y particularmente en Guayaquil, existen ilustres antecedentes en el puerto, como el mencionado ITAE (2004), la Escuela de Bellas Artes (1925) que funcionó adscrita al Colegio Vicente Rocafuerte, bajo el liderazgo de Antonio Bellolio y Enrico Pacciani, y la recordada Escuela de Artes y Oficios de la Sociedad Filantrópica del Guayas (1891).

Sobre esta última nos referiremos, en relación al cambio de sensibilidades artísticas que se observa entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, como resultado, sobre todo, del proceso de secularización de la sociedad y la cultura ecuatoriana.

Pero es indudable que las políticas del gobierno de Eloy Alfaro que apuntaron al cultivo de las artes, las letras y las ciencias, fueron determinantes para el desarrollo del arte nacional, en el marco del establecimiento del Estado laico. Así, se destinaron fondos para la creación de escuelas de artes y oficios de enseñanza libre y gratuita, lo que propició la institucionalización definitiva de la Escuela de Bellas Artes, de Quito, que se inauguró en el gobierno de Leonidas Plaza Gutiérrez, el 24 de mayo de 1904.

En el caso de Cuenca, se había fundado una Escuela de Pintura (1893) favorecida por el presidente Luis Cordero. Este cenáculo académico estuvo dirigido por el profesor español Tomás Povedano y de Arcos, quien era retratista y paisajista. No obstante, la actividad de la escuela se suspendió por la guerra civil ecuatoriana y luego, en 1903, por gestión de Honorato Vázquez se revivió una Academia de Dibujo y Pintura adscrita a la Universidad de Cuenca, contratándose a Joaquín Pinto para que dirija los cursos de pintura.

En Guayaquil, por su parte, se creó la Escuela de Artes y Oficios de la Sociedad Filantrópica del Guayas (1891), por iniciativa privada. Esta institución preparaba a artesanos calificados y graduaba a dibujantes y litógrafos; es decir, exponentes de las “artes mecánicas” o “industriales”, así como a músicos.

La Sociedad Filantrópica del Guayas no se conformó con educar a la juventud progresista. También organizó exposiciones nacionales, como en 1899, cuando en el quincuagésimo aniversario de la institución se celebró la muestra preparatoria para la Exposición Universal de París (1900).

La realización de la Exposición Nacional de la Sociedad Filantrópica, en 1899 tuvo el apoyo irrestricto del presidente Eloy Alfaro Delgado. De igual manera, la participación del Ecuador en la Exposición Universal de París fue considerada un asunto de Estado. Así lo testimonió Víctor Manuel Rendón, comisario general de la delegación ecuatoriana: “El Jefe del Estado comprendió que era necesario hacer ver en la capital del mundo civilizado que Ecuador, aún en medio de las disensiones intestinas, adelanta, con paso deliberado y seguro por el camino del progreso y que la reciente transformación política de la más joven de las Repúblicas Suramericanas, que ha colocado en el poder al partido liberal, había dado un nuevo impulso favorable al desarrollo de su comercio y de sus industrias”.

En esa oportunidad se incrementó la participación de artistas de todo el país, agregándose en la categoría de “Bellas Artes” el ramo de fotografía. Una de las apostillas críticas que se insertan en el catálogo de la Exposición Nacional de 1899, nos dice que “en el arte, entre nosotros, la inspiración antigua se borra; el credo moderno apenas alcanza algunas conciencias despreocupadas, y permanecemos entre el pasado que se derrumba y el presente que carece de bases sólidas. Pero la invasión del arte moderno se acerca”.

En efecto, el arte moderno estaría “ad portas”, tanto por la dinámica interna de experimentación en el campo de las “bellas artes” como por el desarrollo de las visualidades modernas que abrieron espacio a la actividad laboral de los nuevos artistas: dibujantes, caricaturistas, litógrafos, fotograbadores, todos ellos vinculados a la Escuela de Artes y Oficios de la Sociedad Filantrópica del Guayas, la legendaria “universidad del pueblo”.

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