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El Telégrafo
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Exanfiteatro está lleno de osamentas y mendigos

Las osamentas se encuentran dispersas por todo el edificio. Según los indigentes, cuando recién se tomaron el lugar incluso habían frascos con cerebros.
Las osamentas se encuentran dispersas por todo el edificio. Según los indigentes, cuando recién se tomaron el lugar incluso habían frascos con cerebros.
José Morán / ET
18 de enero de 2020 - 19:06

Puertas dañadas, vidrios rotos, ventanas destrozadas, heces frescas y decenas de restos de esqueletos humanos son lo único que queda del antiguo anfiteatro de la Universidad de Guayaquil.

El edificio, ubicado a la bajada del paso a desnivel de la calle Julián Coronel, en el centro norte de Guayaquil, fue abandonado hace aproximadamente cuatro meses y desde entonces se ha convertido en “un nido de gente indeseable”, califica Gabriel Alvear, residente de la zona.

Él solía transitar todos los días en bicicleta frente al lugar, ahora prefiere tomar una ruta más larga por temor a que a que alguien desde ese edificio esté al acecho. “La vegetación está crecida, ahí se esconden los ladrones, esperan a quienes pasan solos y los atracan”, advierte.

La nauseabunda estructura se encuentra entre dos lugares de alta concurrencia ciudadana. A su izquierda hay un subcentro del Ministerio de Salud Pública y a su derecha está el Cementerio General de Guayaquil.

Doña Dolores, octogenaria cuidacarros del camposanto, también se quejó de que el antiguo anfiteatro, que antes servía como sitio de práctica para estudiantes de medicina, ahora es una guarida de “acheros y rateros”, que utilizan el espacio para drogarse, hacer necesidades biológicas y hasta tener sexo.

Las puertas del sitio no cuentan con ninguna seguridad, basta con empujarlas para entrar a la desvencijada estructura. En sus pisos se observa abundante cantidad de basura, ropa desgarrada, botellas rotas, deposiciones humanas y de animales y jeringas y cucharas utilizadas por los adictos.

Al notar la presencia de personas extrañas, algunos mendigos optan por escapar por algún hueco o ventana, otros se esconden donde pueden con la esperanza de no ser detectados, mientras que los más avezados simplemente salen a cuestionar la presencia de forasteros, o para pedir una moneda.

De lo que antes eran ventanas protegidas con rejas de hierro ahora solo quedan  las marcas de los golpes que recibió el concreto para arrancarlas; los urinarios también faltan o están destruidos, ni el techo ha quedado fuera del alcance de los “cachineros”.

Los antiguos salones de clases se convirtieron en dormitorios de personas sin casa o en “fumaderos” temporales. Además, los ladrones lo utilizan como guarida y escondite de sus botines.

Igual de alarmante resulta la facilidad con la que se pueden encontrar restos humanos regados por los pisos y gradas del edificio, exhibidos con naturalidad como si fueran piezas de decoración.

Una habitación en particular, a la cual solo se puede ingresar a través de un hueco irregular en una pared, cuenta con una piscina con torsos, calaveras y otros huesos en su interior.

En otro cuarto se observan más calaveras que han sido cortadas en dos, utilizando instrumentos quirúrgicos, estas probablemente fueron en algún momento objetos de investigación de estudiantes.

Diego Vintimilla, morador de la zona, lamenta que el lugar haya sido descuidado, pues considera que tiene potencial para mejorar el comercio de la zona.

“Justamente aquí va a estar una estación de la Aerovía, esto se podría convertir en un centro comercial o algo que genere ingresos, en cambio se lo abandonó y los mendigos se lo han llevado en peso; hasta el zinc del techo se lo robaron para venderlo en las cachinerías”.

Añade que caminar por el sitio al anochecer es poner la seguridad en riesgo. “A unos metros está el paradero de buses, los pillos roban y se meten en el edificio porque saben que nadie se va a atrever a entrar a buscarlos”.

El dueño de una tienda de la zona, quien prefirió no identificarse pues teme por represalias de los ladrones que usan el sitio de refugio, achaca a la Universidad de Guayaquil por el descuido de la estructura.

Alertó que desde el cierre del anfiteatro, el número de incidentes y robos se han disparado. “Era de esperarse que la cosa termine así, lo dejaron botado sin ponerle un candado o bloquear la entrada, los dañados no tardaron ni una semana en tomarse el sitio”.

La Universidad de Guayaquil desliga responsabilidad. El Departamento de Comunicación de la institución respondió que este edificio fue cedido a la Policía para construir una Unidad de Policía Comunitaria (UPC) que mejore la seguridad de la zona.

En el sector existen vendedores de flores, algunos almacenes de repuestos y una que otra tienda de abarrotes, pero en su mayoría es un sector deprimido. Los vecinos piden la intervención del Municipio. (I) 

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