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El “desfigurado” rostro del Cerro Santa Ana

El “desfigurado” rostro  del Cerro Santa Ana
12 de noviembre de 2012 - 00:00

Las casas color pastel, de tonos amarillo, celeste y rojo, los bares con olor a carne asada  y las escaleras numeradas que terminan en un faro que ha vuelto a ser pintado para desaparecer graffitis, son rasgos  de la  parte sur del cerro Santa Ana, a la que desde hace una década  los turistas pueden visitar  y pasear sin la ayuda de conocidos.

Pero en la parte trasera (norte) predominan los grises, no hay negocios de comidas ni bares, y tampoco se puede entrar y salir  con la certeza de que nada va a pasar.

Los contrastes son a todo nivel:   en el sur sus negocios son promocionados en los paquetes turísticos,  el norte (el lado no regenerado)  no ha sido visitado por los propios guayaquileños;  en el sur visitantes vestidos para fiesta,  en el norte gente sin camisa; en el sur hay música,  en el norte silencio...

Incluso, mientras en el sur los predios están legalizados; en el norte aún hay residentes temerosos de ser desalojados porque en el Municipio  no le dan trámite al tema.

Dos niños del sur, con camisas manchadas por la tierra,  al ser consultados por las manzanas 1 y 40, cuyos predios no han sido legalizados por el Cabildo, responden que esas direcciones están del otro lado,    que son parte de  “las invasiones”. “Pero  no vaya para allá con esa cámara, salvo que quiera regalarla”, advierte uno de ellos.

Gloria Cruz (73) reside en esa colina por tres décadas, desde 1982. Resume el problema de esas dos manzanas con las autoridades: “El Municipio no hace el trámite de legalización porque dice que esas tierras son de la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG), y esta última dice que es del Municipio. Así se han pasado años.  No se ponen de acuerdo y nosotros vivimos en la incertidumbre de que algún día nos desalojen”.

Alrededor de 200 predios son parte de esas dos manzanas. Desde muchas de las casas asentadas allí, algunas de cemento y otras de construcción mixta, se puede tener una vista privilegiada del Río Guayas  y, desde  2006 del edificio Puerto Santa Ana, y de hace poco, de “Ciudad del Río”, el más alto de Guayaquil.

La aparición del primero empezó a preocupar más a los habitantes, pues empezaron  rumores de que las casas y sus moradores iban a ser retirados del lugar para desarrollar nuevos proyectos arquitectónicos de lujo.

Entonces, ante esa alarma, los moradores acudieron  al Cabildo para realizar la legalización, en vista de que así lo estipula un Decreto Legislativo desde hace tres décadas, que obligaba al Cabildo a legalizar las tierras.  Hasta los primeros años del 2000 hubo ciudadanos, los más preocupados, que lograron arreglar el problema (aunque no pueden hacer ampliaciones), pero los que postergaron el trámite ya no pudieron hacerlo.  Ha pasado  una década desde que el conflicto no tiene solución.

Por ello, los residentes pidieron a la Defensoría del Pueblo  su intermediación para llegar a un acuerdo entre moradores de las manzanas 1 y 40, la JBG y el Gobierno Seccional;  no obstante,  hasta la última reunión, sostenida a fines del mes pasado, los dos últimos entes no colaboraron completamente, ya sea porque no han acudido a los llamados,  justificaron  que el departamento convocado no era responsable del trámite  o porque no llevaron los documentos que les pide la Defensoría. Por ello,  dentro de dos semanas está convocada una nueva reunión entre los involucrados.

Residentes de la parte no regenerada, como Dionisia Miller (62), que lleva 30 años en la manzana 40,    al ser consultada sobre si se cambiaría, al responder con sus vivencias deja en el aire la impresión de que no lo haría: “Vine acá cuando todo esto era lodo  y no  había agua.  Había que bajar y subir baldes”.

Esos recuerdos contrastan con algunas facilidades actuales: agua, luz y teléfono. Y las escalinatas que siempre pidieron para subir. “Pero esas las hizo León Febres Cordero cuando era alcalde. A (Jaime) Nebot, la última vez que lo vimos, fue cuando visitó el lugar para ver desde aquí las obras que  se estaban haciendo en las construcciones modernas de al frente”, informó una vecina.

Sobre la seguridad, Cruz, quien es presidenta del Comité Unión y Paz, explica que no es verdad todo lo que cuentan, pues  se han marchado  los delincuentes que iban y se escondían en el cerro. “Muchos no eran de acá, aunque sí  había gente que los ocultaba”.

En el lugar hay callejones oscuros y jóvenes  que miran  a los extraños.  Algunos vecinos, que prefieren omitir sus nombres,  advierten con recelo que en la manzana 1 si alguien  no es conocido en el sector, corre el riesgo de que le roben, pues aún hay  personas que se dedican a asaltar a los extraños o se dedican a la venta de drogas.  Por esa razón, consideran que allí  es necesaria la presencia de los policías metropolitanos, que abundan en el otro lado del cerro, pero que en el norte brillan por su ausencia.

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