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El Telégrafo
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TESTIMONIO

Guayaquil de mis amores

Guayaquil de mis amores
Fotos: Cortesía / Arte: El Telégrafo
16 de octubre de 2020 - 00:10 - Daniel Adler

“Mi amor por Guayaquil nació un Domingo 15 de Julio del 2001, venia de un largo vuelo desde Israel, con una escala de dos horas en Ámsterdam para luego aterrizar en el viejo aeropuerto Simón Bolívar de Guayaquil.

Eran las 13:00 HS. y 12.288 Kilómetros viajados cuando aterrizamos en suelo guayaco. Al abrirse las compuertas del avión sentí un aroma muy rico, especial y familiar… y eso a pesar de nunca haber visto el Ecuador más que en un mapa, pero ese aroma es el mismo perfume que sigo sintiendo cada vez que vuelvo a Guayaquil.

Ya en tierra las personas me saludaban muy amablemente y en todos veía una linda sonrisa, como diciéndome bienvenido o simplemente deseándome buena estadía en su país. Realmente fue muy especial.

Un chofer me esperaba para trasladarme al Gran Hotel Guayaquil, el cual fue mi hogar por los primeros seis meses. Allí pude probar las delicias de la ciudad, desde el clásico cebiche, al encebollado, el seco, el arroz con menestra y carne y, por supuesto, el patacón con queso. Mientras escribo estas líneas se me hace agua la boca.

El primer día la gente a mi alrededor me llamaba “El Gringo” o ingeniero, abogado, hasta profesor, pero el problema fue realmente cuando tenían que llamarme por mi apellido, Adler, allí se complicó.

Ya para el día lunes 16, debajo de la puerta de mi habitación habían deslizado los periódicos locales, en donde podía leerse que el banco Filanbanco estaba quebrando y eso coronaba una serie de catástrofes financieras que habían comenzado desde el año 1994.

En el año 2001 Guayaquil, puerto principal del Ecuador, con el 80% de mercancías de ingreso, tenía una población de poco más de 1.9 millones de personas; una ciudad pequeña para la región, pero extremadamente pujante.

Recuerdo que el plan regeneración urbana estaba a flor de piel y que todas o muchas de las casas que se veían estaban recién pintadas. El malecón 2000 en todo su esplendor y múltiples obras en toda la ciudad.

A pesar de los avatares financieros y económicos la gente se veía feliz, lo cual me sorprendió, ya que en muchos de los países que he vivido -donde las condiciones socio económicas eran superiores-, la gente estaba muy amargada y deprimida.

La resiliencia y el optimismo como así también la capacidad de negociación que descubrí prematuramente en los guayaquileños fue asombrosa. Todos mis cursos de negociación y ventas eran apenas el 10% del talento nato del guayaquileño/a. Entendí en mis primeros días que Guayaquil y su gente serían mi hogar y mi familia, tal vez por el resto de mi vida y me gustó mucho esa idea.

Mis primeros pasos en el ámbito laboral fueron de la mano de una prestigiosa compañía de seguros, en donde depositaron en mi la confianza para brindar seguridad y protección patrimonial, lo cual toda mi vida estaré agradecido a mi primer empleador.

Ya para el año 2004 comencé a realizarme como empresario, desde el rubro seguridad y protección, entrenamiento de fuerzas especiales, construcción, importación de fármacos e insumos medios, consultor financiero, comercializador, financista etc.

Como siempre comento a mis actuales clientes y amigos, mi formación personal y profesional se la debo a mi padre que me enseñó valores comerciales como la honestidad, la transparencia, la velocidad de gestión y, sobre todo, a entender que para ser un buen empresario primero tienes que ser buena persona.

Y la segunda parte a mi querida ciudad de Guayaquil que siempre, y desde el primer día, me abrazó y también me cacheteó enseñándome cuál era el camino.

Soy una persona agradecida, y siempre estaré en deuda con Guayaquil y su gente, soy de un pueblo espectacular y maravilloso, el cual extraño mucho a pesar de haber vuelto a mi país natal y tener aquí en Argentina una empresa genial, la cual genera trabajo de alta calidad y en donde sigo proyectando más metas y objetivos comerciales, como así también contar con una maravillosa esposa y dos hijas preciosas.

Mi deseo y visión es que siempre recuerden lo que son… guayaquileños, y que cada uno y una de ustedes está hecho de madera de guerrero. Mucha fuerza y pasión en todo lo que hagan, estar en un hermoso país, rodeado de gente buena de verdad, muy familiar y de buenas costumbres. Cada uno de ustedes es realmente afortunado. Una vez más gracias por la amabilidad y hospitalidad”. (O)

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