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¿Cómo vive el Mundial alguien que no entiende de fútbol?
I: El grinch del fútbol se conmueve…
Ecuador pierde en el día del padre. Tristísimo. ¿Es machista decir que los padres disfrutan más del fútbol que las madres? Hablemos la plena: a los hombres sí les gusta más el fútbol. Obviamente hay mujeres que entienden de balompié, pero son pocas. Y yo no soy una de ellas. De hecho, me siento una atrevida al escribir esta columna. No solo no veo ni juego fútbol sino que llego a lo que un amigo ha sabido determinar como un “fenómeno patológico” y cuando en las calles se respira nacionalismo por la ‘Tri’, me invade un espíritu parecido al del Grinch en Navidad. No me siento con derecho a pronunciar la palabra ‘gol’, pero a veces el Grinch decae y me emociono –no sin algo de culpa– cuando gritan esa palabra que es una especie de droga mundial. La verdad es esta: hasta quienes lo odian, se conmueven por el fútbol. Es impresionante cuántas lágrimas invertimos viendo pelotas templar redes. El ser humano es un animal adicto a las endorfinas y el fútbol las produce a gran escala. La FIFA es una fábrica de lágrimas de cocodrilo. Por lo menos yo –que pensaba que no era futbolera– he llorado de alegría (o de la pena) con la culpa del que llora viendo Titanic.
II: Se acabó la pantomima de guardar la compostura.
Tal vez lo más bonito del fútbol sea la capacidad de transformar a los seres humanos, o, mejor dicho, de devolverlos a su estado más puro. Messi fuera de la cancha prefiere dormir, pero en la cancha llora, hace muecas, ríe. Igual los espectadores. En la oficina usan corbata y cuando ven el partido gritan, lloran, hablan con la pantalla como si sus gritos y súplicas atravesaran el televisor hasta los oídos de los jugadores. “¡Te amo!, ¡ídolo!” . “¡Comparte el balón, idiota!”. “¡No pienses, patea, patea!”. Estas frases después se reemplazan con saltos, bailes, maromas.
III: Instantes
En este instante un agujero se forma en la luna. Una estrella muere en otra galaxia. Un escarabajo traza un camino en la tierra. Un espermatozoide se encuentra con un óvulo. En este mismo momento, en todos (o casi todos) los países, en (casi) todos los pueblos, la señal transmite el mismo partido y siento vértigo al saber que al otro lado del mundo un individuo mira lo mismo que yo. Millones de seres humanos. Millones de extras. Millones de otros compartimos algo. No estamos solos. Ahora lo entiendo mejor: lo que me emociona no es el partido en sí sino el hecho de la complicidad. Compartir la misma Tierra, la misma era, el mismo instante. Ver a 22 personas correr tras un balón es tan absurdo que es bello. Somos testigos del mismo accidente. Además: oír hablar de fútbol a mujeres que no tienen idea de fútbol es algo hermoso. Hablar de las estrellas con un amigo que es recontra fan del fútbol en la clásica “tienda con tele” mientras en la pantalla chica Italia juega con Inglaterra el mejor partido del mundial… Ver a tu padre saltar como un niño de 2 años. Escuchar a tu madre dar gritos histéricos. Tú misma dar gritos histéricos, no tiene precio. Pero no canten victoria, que el Grinch que llevo dentro siempre amenaza con volver…