Los Clásicos del Astillero son impredecibles. El partido de mañana entre Emelec y Barcelona será uno donde importarán mucho los contextos. Será un duelo de polos totalmente opuestos: Quinteros y el adiós a su ‘maquinita’ frente a  Israel y su cúmulo  de dudas. Esta vez el viejo estadio Modelo será el campo de batalla, un reducto que volverá a tener este duelo de titanes luego de 10 años.   

Barcelona sigue apagado. Las luces de antes no se encienden. El medio campo genera poco juego y los delanteros parecen estar en otra cosa. Emelec tiene la luminosidad pretendida, jamás se desconecta. Al menos eso intenta en todos los partidos. Marca, concentración y más marca. Después, juego rápido, a un toque, con velocidad y precisión. La idea es la misma con el equipo base que logró el bicampeonato. Todos intentan. Todos van y vienen.

Una prueba más para Rubén Israel

En el barcelonismo existe un auténtico pánico por sufrir un revés en el duelo inmortal. El uruguayo Israel, más discutido que nunca al haber perdido la confianza de la hinchada, sabe que gran parte de su estancia en el club ‘canario’ dependerá de lo que haga su equipo mañana en el estadio Modelo.  

Este Barcelona es diferente al del año pasado, cuando -con menos figuras- mostró una mejor versión. El equipo ganador de la segunda etapa de 2014 nunca fue lúcido, prolijo, de buen toque, sin embargo, siempre mostró la brújula adecuada para sacar los partidos adelante, tenía espíritu, rebeldía y garra. Las individualidades funcionaban.  

La ironía se pone en manifiesto en el club amarillo. Tras haber caído en la final, ante el mismo rival que enfrentará mañana, la directiva del club armó un plantel que invitaba a soñar con una gran temporada. La participación en la Copa Libertadores y el inicio de un campeonato ecuatoriano que les ofrecía revancha ilusionaban al mundo Barcelona. Pero las esperanzas se están dilatando. Ni en el club, ni en la afición, viendo el juego del equipo, apuestan ahora porque Barcelona sea capaz de lograr una participación decorosa en la Libertadores. El campeonato aparece como única tabla de salvación para una plantilla y un cuerpo técnico que esperaban vivir mejores días a inicios de año.  

Los números son pésimos para Rubén Israel en este 2015, pero más allá de aquello, el juego desprolijo que practica su equipo es un atentado contra un club que maneja un alto presupuesto y que aspira a estar en la cúspide del balompié nacional. Este cuadro dirigido por el entrenador ‘charrúa’ da la impresión de que si recibe un gol no tiene cómo remontarlo. La táctica, las ideas, las estrategias, la visión, los conceptos, siguen inmaculados.

Pero lo hermoso del deporte rey es que siempre te da revanchas, y Barcelona debe tomarse la suya. Más allá de los malos recuerdos que le trae por volver a enfrentar a Emelec, el equipo ‘torero’ tendrá que buscar un resarcimiento y tomarlo como punto de partida para despertar del profundo letargo en que está sumido. Barcelona necesita un resultado favorable en duelos de esta trascendencia para tomar un viento que lo encamine a una ruta mejor.

Quinteros: Nostalgia con satisfacción

El gran rendimiento logrado en las últimas temporadas posibilitó generar en el emelecismo un pensamiento casi perfecto. Cada encuentro que disputa el cuadro azul da una percepción bastante inclinada a su favor. El favoritismo azul se manifiesta en casi todos los estadios del país. ¿Por qué? Emelec es un equipo de perfil bajo y con los pies sobre la tierra, que sabe cómo y cuándo subir los decibeles. Es un equipo donde cada jugador conoce las fortalezas y debilidades de sus compañeros. La visión, la identidad, el patrón de juego fueron bien implantados por Gustavo Quinteros.

El entrenador argentino es el insigne creador de este equipo. Quizás y algún cimiento quedó de Sampaoli, Perrone y compañía. Pero este Emelec es de Quinteros y de nadie más. Su estilo de juego y su filosofía llevó a que el hincha ‘eléctrico’ contemporáneo sepa por qué a su equipo le llaman el ‘Ballet Azul’.  El baile en la final ante el mismo Barcelona mostró la categoría que pudo implementar el estratega Quinteros a base de mucho trabajo, dedicación y esfuerzo.  

El cuadro ‘eléctrico’ no es tan numeroso, pero tiene nombres propios y jugadores que cuentan con las características adecuadas para que a Gustavo se le haga fácil elegir al mejor equipo posible, teniendo en consideración la doble competencia que representa jugar la Libertadores y el torneo local.  

Miller Bolaños, Énner Valencia, Ángel Mena, Osbaldo Lastra, Óscar Bagüí, entre otros, son los jugadores que mayormente aprovecharon la gran capacidad que implantó el estratega argentino-boliviano para formar esa equipo compacto que es muy difícil de quebrantar.

Por ahora Emelec sigue saboreando la miel del triunfo. Más allá de que en el campeonato no haya podido despuntar, su gran pasar por la Copa Libertadores da un sensación de que este equipo finalmente logró la madurez necesaria para terminar una temporada alzando más de un título.

Dos campeonatos nacionales, cuartos de final en Copa Sudamericana, 84 partidos ganados y 282 puntos, son los registros mayores que reflejan, hasta ahora, el gran paso de Gustavo Quinteros por Emelec. En el Clásico será el momento que tocará decir adiós, la nostalgia inundará a la fanaticada azul. Se le va uno de los mejores directores técnicos que ha tenido en su historia, pero le queda una estructura sólida para seguir soñando.

El Astillero está más encontrado que nunca. Todo aleja a ambos equipos, empezando por los números y terminando por el rendimiento. Pero clásicos son clásicos y la última palabra se dará cuando el árbitro dictamine el final. Serán 90 minutos frenéticos donde los equipos más importantes del país tendrán la chance de adherir una nueva página al historial. Todo está listo. A disfrutar del espectáculo.