El fútbol es un deporte que está directamente asociado al gol, el momento más sublime de un partido. Todo esto nos lleva a tener la única sensación de que jugar bien es ir en busca del famoso y tan difícil de encontrar pase a la red.

Sin lugar a dudas, el deseo de saciar nuestros gustos pasa muchas veces por disfrutar y gozar una buena jugada en la que los exponentes ponen todas sus capacidades técnicas e inventivas para resolver y hacer ingresar el esférico al pórtico rival.

Si nos remontamos a los inicios del siglo pasado, podemos observar que los sistemas de juego priorizaban solamente el ataque y no existía contención, y mucho menos defensas estructuradas con una coordinación adecuada para intentar frenar las embestidas del rival.

Esta mirada tan lícita como también escasa de un análisis más detallado, tiene convencidos a todos de que jugar bien es simplemente atacar y marcar tantos para superar al rival. No es casualidad que las pasiones más ocultas tengan rebeliones internas y que se expresen, en muchos casos, sin la autorización del propio hincha; esto se debe a que los ingredientes de este deporte son aún muchos más y que no siempre se explican o ven de la misma manera.

Este entretenimiento ya superó muchas expectativas y ha logrado posicionarse como una de las industrias más lucrativas del mundo, siendo un detalle no menor porque representa intereses de sus actores principales, que son los que saltan a la cancha en cada partido, también sus dirigentes deben responder por los altos costos de los mismos y de sus inversores externos que pautan para masificar sus productos con el objetivo de que sean vistos en todos el mundo. Deportivamente hablando, esta situación inclinó la balanza y generó que todos comiencen a intentar, primero, no perder y después, buscar un buen resultado.   

Por eso debemos aclarar que un equipo que se defiende de una manera  ordenada y aplicada, tiene premisas de poco vuelo ofensivo, y aunque sea mezquino con el espectáculo que todos los aficionados quieren y sus jugadores estén más ocupados en cumplir órdenes tácticas que en hilvanar una fantasía para el gusto del público, también ingresa en el escalón de jugar bien. Defenderse también es un mérito y no es sinónimo de jugar mal.   

Defender es un arte que requiere de tantos o más recursos que atacar, remarcando con mayúscula que es más difícil construir que destruir. Aun así, los mejores defensas del mundo tienen cualidades específicas que los hacen diferentes y potencian sus destrezas a favor del equipo.

Podemos analizar el siguiente detalle para entender, pero no aceptar las opiniones de este juego que posiciona héroes y traidores en un abrir y cerrar de ojos. Un arquero puede sacar todos los balones que recibe en un partido consagrándose en figura rutilante, pero si falla en la última será hundido por un público que también tiene el poder de aplaudir e idolatrar a un delantero que no tuvo quizás injerencias en el juego durante los 90 minutos reglamentarios, pero sí el oportunismo de con un simple toque hacer gritar a su parcialidad en las gradas y en el ocaso del partido.  

Es de vital importancia que evolucionemos en nuestros criterios y veamos un poco más allá del balón; digo esto porque mi intención es hacer reflexionar al adepto de que todos los mecanismos son fundamentales en un buen equipo y lo aceitan para que sus eslabones funcionen adecuadamente en búsqueda de un resultado positivo para todos.  

Las maneras de ganar son muchas y todas son legítimas, los líricos se aferran a intentar una gestación constante de situaciones ofensivas, con la herramienta más deseada en su poder que es la pelota, siendo quizás el gusto de muchos paladares que ven en esta filosofía la esencia madre del juego; en cambio, por otro lado encontraremos los prácticos que trabajan cada minuto y espacio del campo de juego buscando el momento adecuado para lastimar al rival y encontrar la satisfacción de superar a los gladiadores que tengan en frente.

Todo es válido y tiene mucho arte, lo que debemos diferenciar es que cada cual lo busca a su manera, y que por eso no se puede pensar que es malo o bueno, sino simplemente respetar mucho y conocer cuáles son los gustos de cada quien.