Las raíces de la crisis del fútbol ecuatoriano comenzaron a crecer a finales de la década del 80 e inicios de la del 90, cuando equipos, sobre todo guayaquileños, destinaban mucho dinero al armaje de sus plantillas. En los 80, Filanbanco, que representaba a la entidad bancaria del mismo nombre, era el que mejor pagaba a sus jugadores. Mientras Barcelona y Emelec empezaron una política agresiva de contratación de futbolistas a costos muy altos. Un ejemplo de aquello fue el argentino Walter Pico, quien llegó a Emelec en 1994 por 1’000.000, en una época en la que nuestra economía se manejaba en sucres.

Esto generó que otros equipos entren a esta onda expansiva y hagan gastos muy onerosos en contratación de deportistas. En 1989, Liga de Quito trajo al exseleccionado peruano Guillermo La Rosa. Un año después, Barcelona ficha al argentino Marcelo Trobbiani y al uruguayo Mario Saralegui; ambos mundialistas en 1986. En aquellos días comenzó la inflación de nuestro balompié, que era poco cotizado y poco competitivo internacionalmente, porque, salvo las campañas que llevaron a Barcelona a las finales de la Copa Libertadores en 1990 y 1998, nuestras participaciones eran discretas. Eso, sumado a una política basada en el mecenazgo, degeneró en un direccionamiento financiero inapropiado. La misma conquista de la Copa Libertadores por parte de Liga de Quito en 2008, los éxitos de la Tricolor (clasificada a sus 2 primeros mundiales en 2002 y 2006) y la salida a equipos del exterior de exponentes ecuatorianos, encarecieron nuestro campeonato.

Deportivo Quito es un caso palpable de pensar únicamente en el éxito del presente y no en proyectos autosustentables. Como no logró títulos por 4 décadas, en 2008 se endeudó con dinero que no tenía y fue campeón ‘al fío’; obteniendo 2 campeonatos más (2009 y 2011), pero quedando al borde de la bancarrota.  

En cuanto a convertir a los clubes en sociedades mercantiles, hay casos que han funcionado muy bien, como el de la Universidad de Chile, pero también existe otra tendencia: la de los mecenas disfrazados de inversionistas, cítese Román Abramovich en el Chelsea o la familia Glazer en el Manchester United. Hay que tratar con mucho cuidado este tema porque, si bien significa que algún grupo de personas invertirá en los equipos, también debe pensarse lo que significaría en términos bursátiles la situación deportiva de cada club. En la actualidad las acciones del Quito estarían a la baja, mientras las de Barcelona a la alza.

Independiente del Valle es la institución que más claro tiene un modelo de negocio, pues se refundó con el objetivo de vender jugadores. Una forma de transparentar la economía de los clubes sería aplicar el fair play financiero, para que ninguno gaste más de lo que posee. De esta manera funcionaría cualquier modelo, incluso la Liga de Fútbol Profesional.