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El Telégrafo

A Balbo lo siguieron golpeando cuando cayó de los graderíos

Esta secuencia muestra la saña con la que un grupo de aficionados de Belgrano agredió y arrojó de la tribuna a Emanuel Balbo, quien murió el lunes pasado.
Esta secuencia muestra la saña con la que un grupo de aficionados de Belgrano agredió y arrojó de la tribuna a Emanuel Balbo, quien murió el lunes pasado.
Foto: AFP
18 de abril de 2017 - 18:30 - Agencia AFP

“Los que miraban y no hicieron nada mientras le pegaban y tiraban al hincha de Belgrano son también culpables”. El tuit de una joven argentina, Noni, resume el asco que se impregna en Argentina a medida que se difunden las espantosas imágenes del tormento y crimen de Emanuel Balbo, de 22 años, hincha del Club Atlético Belgrano de Córdoba, apaleado el pasado sábado por aficionados de su mismo equipo, en su propio estadio, antes y después de ser lanzado al vacío por varios individuos que sonríen como hienas mientras lo arrojan boca abajo: una caída de cuatro metros que le destrozó el cráneo y produjo muerte cerebral irreversible.

El asesinato colectivo desnuda otra vez el envilecimiento del fútbol argentino: estigmatizado por la violencia, infectado por la política, endeudado hasta el cuello y huérfano de rumbo federativo claro desde la muerte del ‘jefe’ Julio Grondona en 2014, el temprano éxodo de sus jóvenes cracs termina de moldear una liga basta, generalmente tediosa y airada: desde hace años los aficionados visitantes no pueden ni siquiera asistir a los partidos. 

Esa medida extrema, sin embargo, tampoco logra abortar las muertes en los estadios (Emanuel Balbo es la tercera víctima en lo que va del año). Basta con que un ‘barrabrava’ acuse a alguien de ser aficionado del equipo rival. 

Eso exactamente, según numerosos testigos, hizo Óscar ‘Sapito’ Gómez con Emanuel, hermano de Luis, un chico de 14 años a quien el ‘Sapo’ había atropellado y matado en noviembre de 2012.

El sábado pasado, cuando vio al asesino de su hermano pequeño en el estadio Kempes, Emanuel empezó a gritarle y a llamarle asesino. Minutos después estaría muerto cerebralmente. Gómez, el clásico matón de ‘barrabrava’ (facciones radicales de simpatizantes con bastante poder en los clubes), dijo a sus acompañantes que Balbo era un simpatizante infiltrado de Talleres, el gran rival. Y entonces al chico lo persiguieron, lo acorralaron, le pegaron y lo arrojaron al vacío ante la mirada indiferente de otros aficionados.

Uno de los testigos de la salvaje agresión contó en la radio argentina Cadena 3 cómo las patadas continuaron cuando el joven de 22 años yacía inconsciente en el suelo tras ser arrojado desde la tribuna. “Lo encontramos en el suelo y con la cabeza abierta. Intentamos parar a la gente, que lo quería terminar de matar. Gritaban: ‘¡Lo matamos! ¡Lo matamos!’”, relató el aficionado  Pablo Gómez. Incluso le robaron  los zapatos tras caer al piso. 

Aunque su abogada había adelantado que ‘Sapito’ no tenía implicación en los hechos, el presunto homicida se entregó a la Policía la tarde del lunes en Córdoba. Después fue trasladado a la cárcel de Bouwer. La fiscalía ha calificado lo sucedido de “tentativa de homicidio agravado por la Ley de Seguridad de Eventos Deportivos”, y los responsables pueden ser castigados con penas de hasta 34 años de cárcel. Hay cinco detenidos por el momento, cuatro de ellos identificados como responsables de la paliza que derivó en la trágica caída de Balbo desde una de las bocas de acceso a la tribuna Willington. 

‘Sapito’ Gómez pertenece a la facción denominada ‘La Igualdad’ de la barra de Belgrano. Su foto fue publicada por Pablo Carrozza, un periodista de Buenos Aires, especializado en las barras de los clubes.

Según Lucas Ortega, el amigo que fue a la cancha con Balbo, Gómez lo increpó al reconocerlo, ya que después del accidente fatal, él y su familia tuvieron que irse del barrio. “Cuando terminó el primer tiempo, la gente se sentó y yo vi que el ‘Sapito’ se puso de pie y empezó a mirar hacia arriba, como buscando a Emanuel. Para mí que el ataque fue premeditado. Traté de agarrarle los brazos a uno de los que le pegaban, pero eran muchos. ‘Sapito’ empezó a gritar y se sumaron otros a pegarle”, señaló Ortega al diario Día a Día. (D)

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