Más allá del desenlace, esta es una semana histórica para Independiente del Valle. Por eso considero oportuno desglosar cómo arribó a esta feliz realidad un equipo que consolidó todo su proceso en una sola palabra: coherencia.

Uno de los grandes responsables de esta hermosa coyuntura es Librado Azcona, y sin tener temor a equivocarme lo voy a sustentar con bases muy consolidadas demostrando que una estructura deportiva e institucional necesita imperiosamente apoyarse en hombres que tengan el temple adecuado para encontrar los mecanismos. El arquero paraguayo, desde el silencio y una humildad abrumadora, construyó una idolatría que es respetada hasta por los propios rivales que ven en él un ejemplo como trabajador incansable y abocado a su noble causa. La valentía y visión de un presidente perspicaz que conoce el aroma de cada rincón de su club se sostiene en las manos de un futbolista que siempre se ubica en el lugar indicado para marcar diferencias y de esa manera inyectar la confianza que todo equipo necesita para jugar con solvencia. El paraguayo no es espectacular en sus tapadas ni tampoco maneja el manual ideal de cómo debe caer ni caminar el arco un portero con fundamentos nivel élite, pero sí entiende que su accionar es determinante en el trajinar de un equipo que, más allá de sufrir la partida de importantes piezas en sus diferentes líneas, tiene sobreentendido que bajo los tres postes vive el guardián del sueño de todos. Azcona maneja muy bien los tiempos y pausas del equipo y cuando toco este tinte quiero demostrar que la función de un gran arquero no es solo tapar pelotas de gol, sino especialmente contribuir con la voz de mando constante con su última línea para que esta tenga la capacidad de prevenir situaciones complicadas alertando a sus componentes, detalle no menor que el ‘guaraní’ maneja de una manera espectacular. El crecimiento de los centrales y laterales del equipo se debe muchísimo a esta particularidad que no deja de ser una virtud y que normalmente no se destaca. Un arquero logra el apelativo de trascendental y determinante no solo por sus  oportunas intervenciones, sino también por la influencia que irradia en sus compañeros generando una certidumbre muy necesaria dentro del equipo, compostura que podemos apreciar en él en cada partido, siendo quizás su capacidad más destacada. Antes de que suene el silbato inicial en Buenos Aires podemos imaginar que el próximo partido va a solicitar una gran noche del ya nacionalizado arquero y que seguramente tendrá la enorme responsabilidad de amparar los intereses deportivos y económicos de un club que fue creciendo desde la creencia de sus convicciones, pero por sobre todo de valorar a sus integrantes. El escenario es ideal para poder consagrar la quimera de aquel puñado de mentores y del mismo Azcona cuando pisen el césped del mítico estadio argentino, pero hay que tener muy claro que la secuela que nos deje el pitazo final no modificará en lo más mínimo el lugar ya obtenido con creces, y para siempre, por el extraordinario guardameta paraguayo en el firmamento de Sangolquí. (O)