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Amores para siempre

Amores para siempre
22 de junio de 2014 - 00:00 - Colaboración: Verónica Ávila - facilitadora de desarrollo personal

¿Cómo elegir una o un compañero para una relación de toda la vida? La sicóloga junguiana Clarissa Pinkola Estés nos responde en 12 —para nada recetas— sino sentidos esenciales para una construcción de dos.

1 Elige a alguien como si fueras ciego. Cierra los ojos y observa qué puedes sentir de esa persona, de su gentileza, su lealtad, su comprensión, su devoción, su habilidad para ocuparse de ti, su habilidad para cuidar de sí mismo como un ser independiente. En nuestra cultura nos llevamos por lo que vemos con los ojos externos. Pero cuando miramos al objeto de nuestro amor, es más importante lo que vemos con los ojos cerrados.

2 Elige a alguien que tenga la habilidad de aprender. Esto hace diferencia entre un amante para toda la vida y uno fugaz. Dice el refrán “el ignorante es poco tolerante”. Aquellos que no pueden aprender cosas nuevas, ser curiosos acerca del mundo y de cómo funcionan las personas, a menudo se cierran; y para una relación es mejor estar con alguien que se abra y se cierre aprendiendo y evolucionando.

3 Elige a alguien que quiera ser como tú, fuerte y sensible a la vez. No relacionar estas palabras con rigidez y fragilidad. La fuerza en el sentido en que es fuerte un árbol: pueden soplar fuertes vientos pero se sostendrá porque es flexible y se moverá para adelante y para atrás con el viento. Y la sensibilidad es ver, estar alerta a las cosas que están alrededor de uno. Algunas personas pueden necesitar una pequeña ayuda, pero a menudo en algún en algún lugar profundo en su mente, o en su corazón, ya están despiertos y alerta, si bien no saben cómo articularlas. Por eso es tan importanteaprender. Puedes tener todas las potencialidades del mundo para ser amable, amoroso, devoto, bueno y el mejor amante conocido del género humano pero si no puedes aprender a desarrollar ese potencial. ¡Entonces no sirve de nada!

4 Elige a alguien que cuando lo hieras, sienta dolor y te lo muestre. Y viceversa… Vea tu dolor y lo registre. Hay muchos modos en que la gente muestra el dolor. Los más extrovertidos reclaman, se vuelven locos, pero es su propia expresión de dolor. Lo peor es cuando le haces a tu compañero algo que no es amable, o que es impensado y él no muestra reacción. Como si no se permitiera a sí mismo mostrarse verdaderamente humano en tu presencia. Pasamos por muchas relaciones o unas cuantas, antes de encontrar a alguien con quien querríamos pasar nuestra vida. Te vas a encontrar con otro que no está intacto, también está herido de algún modo. Por naturaleza de las relaciones hay momentos de tensión en que presionamos o hicimos algo que lastimó al otro y esto no puede ser evitado completamente, pero no debe ser la misma herida una y otra vez.

5 Elige a una persona que tenga una vida interior. Trabajando, dibujando, escribiendo, a través de la meditación, la religión, algo que ame. Elige a una persona que esté en viaje y te vea como a un compañero de camino, un compañero de viaje. La habilidad para estar completamente con el otro y al mismo tiempo enteramente separado es muy importante. Las relaciones son cíclicas y hay momentos para estar muy cerca el uno del otro y otros momentos para apartarse.

6 Elige a alguien que tenga pasiones similares a las tuyas en la vida. Una relación construye una memoria y es el ‘pegamento’ que une la relación. Por el placer que es recordar buenos tiempos juntos, pero también los tiempos duros. Si no hay nada que verdaderamente disfruten juntos, es muy difícil pasar estos tiempos con el otro. Aun cuando cada uno pueda ser muy distinto del otro y hacer cosas muy diferentes, tiene que haber algo, tan simple como descansar juntos en la bañera o secarse el pelo al sol, o dar vuelta a la manzana cada noche...

7 Elige a alguien que tenga valores similares. En cuanto a tener hijos, al nacimiento de los niños, la familia, roles de hombres y mujeres y las ideas acerca del dinero y la religión. Tal vez todas estas cosas juntas son el ideal y no las puedas encontrar todas sobre todo al principio de la relación, pero puedes tomarlo en cuenta. Así se logra disminuir las fricciones en la relación y deben sintonizarse si hay verdadero compromiso.

8 Elige a alguien compasivo, que sea capaz de escuchar, que te dé tiempo. Si eres una persona impulsiva, al tener un compañero que no sea tan impulsivo como tú, eventualmente hallarás cierta lentitud que será buena para ti. También alguien que sea un poco lento, al estar con un compañero que sea bien distinto se acelerará un poco. Y podrán después de un tiempo hallar un ritmo propio de la relación. A veces las personas tienen que estar 9 años hasta tener este ritmo bien desarrollado. Lleva tiempo construir un milagro… no por estar juntos sino por la fuerza que hay en el centro de una relación por la profunda guía del amor.

9 Elige a alguien que se pueda reír de sí mismo. Pero supongamos que no tienes un compañero muy chistoso, puede aprender a parar una discusión y reírse de la situación.

10 Elige a alguien a quien puedas tolerarle las fallas y características. En los momentos de tensión y cansancio, las cosas que más te atraerían de un compañero, las cosas más encantadoras, serían las que después te volverían loca… Hay algunas intolerables en cualquier relación: el alcoholismo, el abuso sexual, el juego, las actividades criminales. Sería construir una relación en un terreno inseguro.

11 Ser amigos y no solo amantes. Y no es solo que digas “si yo sé, significa que me guste y que lo ame”. Significa más que eso y un modo de juzgarlo es pensar. ¿Harías por tu pareja lo que estás harías por tu mejor amigo? ¿Estás dispuesta a escucharlo, a hablar de lo que él tiene ganas, a prestar atención a los detalles de lo que dice o tiene ganas de hacer? Entonces cuando pienses en lo que harías por tu mejor amigo y en lo que harías por tu amante, las cosas se aclararán para ti.

12 Elige a alguien que haga tu vida más grande y no más pequeña.

 

TESTIMONIO

“Seguiré junto a ella cómo estos 62 años”

Jorge Rivadeneira

Soy Jorge Rivadeneira. Tengo 83 años. Nací en San Roque en 1931. En este barrio conocí a mi esposa, Luisa Victoria, con quien ya tengo 62 años de casados.

Aprendí la carpintería ayudando a mi padre. Luisa era mi vecina, tenía una tienda en su casa junto a nuestro taller. Vendían fritada y miel de abeja. Por la pequeña hendija de la puerta ella me llamaba. Tenía cerca de 3 años y yo unos 8. Me regalaba pedazos de fritada y nos quedábamos conversando un buen rato. Cuando su hermano me encontraba me mandaba sacando. Pero ella le decía: ‘deja nomás que es el hijo del carpintero’, claro aún era ‘tartosa’. Así ella me conquistó.

Se fue del barrio 3 años después. La volví a ver en una fiesta. Yo ya tenía 19 años. A primera vista no la reconocí, pero cuando su hermano, mi amigo, me dijo que era Luisa, enseguida le dije ¡cuñado! Empezamos a hablar cuando hice unos cuadros que me pidió su mamá. La conquisté diciéndole cosas dulces, palabras bonitas para abrirle el corazón. La visitaba, la acompañaba al mercado. Nos hicimos enamorados. Luego de 8 meses pasó lo que pasó. Ella tenía 15 años y yo 20. No me quería casar, pero era mi responsabilidad. Nos casamos con todo: el civil y el eclesiástico. Con el tiempo conocí sus cualidades y nació el amor, de ahí ya me fui de largo. Fruto de ese sentimiento llegó Genoveva, Jorge, Gladys y Freddy.

Luisa es mi compañera, amo su carácter, es conversona y tranquila. Está enfermita, tiene retención de líquidos. Yo permanecerá junto a ella como he permanecido durante estos 62 años.

 

ESPECIALISTA

Adolfo Macías - psicoterapeuta / adolfomaciassicoterapeuta.wordpress

¿Amor eterno?

Adolfo Macias

Indudablemente existen amores que duran toda la vida. Más allá de negarse al divorcio por motivos morales y religiosos, de seguir unidos por una obligación contraída, o de la imposibilidad de divorciarse que muchos experimentan por motivos emocionales (como el deseo de permanecer junto a los hijos), existen parejas que se aman hasta el día de su muerte.

Mi experiencia en terapia me ha demostrado que estos amores existen, pero que tienen también sus altibajos. Es que una relación atraviesa fases, desde el enamoramiento inicial hasta el amor maduro de la pareja consolidada al paso de las décadas. Con el transcurso de los primeros años, se evidencian aspectos de la personalidad del otro, costumbres y deseos que no formaban parte de nuestra impresión inicial y con los que nos resulta difícil lidiar.

Cosas tan simples como los hábitos de orden y limpieza en el hogar, el consumo del alcohol o el machismo heredado de una tradición familiar, por ejemplo, pueden impactar en la relación. Pero sobre todo, la mujer y el hombre casado deben pasar por un proceso de adaptación y aceptación del otro tal y como es. La mayor causa de divorcios tiene que ver con el deseo de modelar al otro según mis necesidades, convirtiéndome al mismo tiempo en juez de sus actos. Este tipo de victimización es común: nos quejamos por ejemplo de que nuestra pareja sea fría y distraída, exigente o sobreprotectora con los hijos, etc. La mejor de las parejas debe confrontar estas diferencias.

Para superarlas es necesario que cada quien madure en su personalidad, y, aceptándose a sí mismo tal y como es, acepte al otro como diferente. Si esto no es viable, el divorcio puede llegar. Si esto es viable y hay sueños, propósitos y gustos compartidos, el proceso de reajuste y entendimiento puede llevar a la pareja a una segunda y más prolongada etapa, que termina con la muerte. Esto supone que cada quien confronte sus propios miedos e inseguridades, y deje de manipular al otro para que haga por él, lo que él no hace por sí mismo.

¿Qué quiero decir? Por ejemplo, una mujer insegura puede apoyarse en un hombre que le da seguridad, pero si él falla en esta función, ella tenderá a enojarse con él y responsabilizarlo de su miedo. Un amor eterno es un amor en el cual las personas cambian y se parecen cada día más a sí mismas. El respeto y admiración mutua es también importante. Hace falta compartir tiempo de calidad, gustos y costumbres que brinden alegría a los dos, ser afines en algunos valores esenciales y llegar a un entendimiento sexual de mutuo bienestar. Este tipo de amor no se consolida desde el primer momento sino con el paso de los años. Es una tarea de todos los días.

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