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Desde Santa Rosa hasta Seúl: cómo mi sobrino de 11 años descubrió a los Saja Boys antes que yo”
Hace un par de días, recibí un video por WhatsApp. Era mi sobrino de 11 años, desde Santa Rosa, El Oro, bailando con entusiasmo frente al ventilador y cantando con energía: “Eres mi soda pop, eres mi soda pop…”. La coreografía, el ritmo pegajoso y la seguridad con la que lo hacía me desconcertaron.
¿Qué es eso?, le pregunté.
¡Los Saja Boys, tía! ¡Son de Corea del Sur!
No tenía idea de qué hablaba, pero bastó una búsqueda para entender que mi sobrino, como tantos niños y adolescentes ecuatorianos, ya era parte de un fenómeno global.
¿Quiénes son los Saja Boys?
Los Saja Boys son un grupo ficticio de Kpop originario de la película animada “K-Pop Demon Hunters”, producida por Sony Pictures Animation y estrenada mundialmente por Netflix el 20 de junio de 2025. En la cinta, los Saja Boys son una boy band o banda de chicos coreana que oculta una identidad oscura: son demonios disfrazados de ídolos del pop que usan su fama y carisma para robar almas. A pesar de su rol antagónico en la historia, se han convertido en los personajes más carismáticos y virales del filme.
La canción que interpreta el grupo en la película, “Soda Pop”, ha sido un éxito absoluto en plataformas como YouTube, Spotify y TikTok, especialmente entre los más jóvenes. Su mezcla de estética brillante, ritmos contagiosos y producción de alto nivel los posicionó rápidamente como un nuevo hito dentro del universo del Kpop animado.
Diferentes, pero muy coreanos
Lo que distingue a los Saja Boys de otros productos musicales del Kpop es su naturaleza híbrida, no son una banda real, sino una representación animada que parodia y celebra al mismo tiempo todo lo que significa ser un ídolo surcoreano.
Su diseño visual recuerda a bandas como BTS o EXO, es decir, uso de trajes estilizados, peinados perfectos, coreografías impecables y una vibra encantadora. Pero su narrativa los aleja del molde clásico. No son héroes, sino figuras que cuestionan la obsesión por la fama y la imagen. En ese contraste está su fuerza, son parte de la cultura coreana, pero también una crítica ingeniosa a sus excesos.
El Kpop ha construido durante más de dos décadas una industria global basada en la perfección visual, la disciplina, la conexión emocional con los fans y una maquinaria de entretenimiento imbatible. Los Saja Boys encajan y transgreden ese modelo. Son una sátira y una carta de amor a la vez.
Una canción, millones de fans
El tema “Soda Pop” está interpretado por artistas reales como Andrew Choi, Kevin Woo y Danny Chung, y ha sido producido con los mismos estándares que una canción de BTS o Blackpink. Su estribillo pegajoso, coreografía fácil de replicar y mensaje divertido, aparentemente inofensivo, han hecho que la canción llegue a públicos de todas las edades.
En Ecuador, se ha vuelto viral en escuelas, especialmente entre niños y preadolescentes. Profesores han notado que sus estudiantes ya cantan algunas líneas, que buscan los videos en YouTube y hasta recrean los pasos en recreo. En redes sociales, ecuatorianos en Guayaquil, Quito, Loja y Machala han subido videos imitando la canción.
Y sí, también en Santa Rosa, donde mi sobrino canta feliz sin saber que forma parte de una tendencia cultural que une Corea del Sur con las aulas ecuatorianas.
Cultura pop como puente
Los Saja Boys son, en esencia, producto de la Hallyu, la famosa ola coreana que lleva décadas expandiendo la música, las series, el cine y la moda de Corea del Sur por todo el mundo. Lo interesante es cómo una ficción animada logra tener el mismo impacto que una banda real. Eso solo puede explicarse por la fuerza del relato audiovisual y la calidad con la que Corea ha construido su soft power o poder blando cultural.
De Santa Rosa al algoritmo global
Mi sobrino no sabe aún qué significa “crítica cultural”, pero cada vez que canta “Mi soda pop”, reafirma algo esencial: que la cultura ya no viaja solo por aviones o embajadas, sino por memes, canciones, dibujos animados… y también por WhatsApp.
Y eso también es una forma de diplomacia, de encuentro, de globalización con sabor pop. Una soda dulce, burbujeante y coreana, que ahora también se sirve en El Oro.