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Elecciones: la fragmentación es la tónica

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El Telégrafo
01 de febrero de 2021 - 00:00 - César Ulloa Tapia

Estas elecciones son completamente distintas a las anteriores y no por usar el reiterativo estribillo de que cada una es diferente, sino más bien debido al contexto global de la pandemia y sus consecuencias económicas, sociales y políticas, sobre todo en países de alta fragilidad institucional como Ecuador. Sin embargo, no se puede echar toda la culpa al coronavirus, ya que el país venía sin haber cicatrizado los efectos de la convulsión social de octubre de 2019, el déficit fiscal (incapacidad de cubrir demandas a todo nivel), el descrédito acelerado de las funciones del Estado, la antipolítica como una construcción ciudadana y también mecanismo de respuesta ante el hastío generalizado. En este panorama se cuece la campaña electoral con reglas del juego que provocaron más incertidumbres que certezas.

En primer lugar, hay un injustificado número de organizaciones políticas habilitadas. Son 283 y se distribuyen de la siguiente manera: 8 partidos nacionales, 16 movimientos nacionales, 72 movimientos provinciales, 166 movimientos cantonales y 71 movimientos parroquiales para un país de 17 millones de habitantes, de los cuales están en facultad de votar, 13 millones.  ¿Para qué y de qué nos sirve tanta tienda política? ¿Acaso, estas organizaciones están revestidas de una ideología, cuentan con escuelas de formación, tienen mecanismos transparentes de financiamiento y practican mecanismos de democracia interna? ¿Acaso, la democracia mejora, porque hay más candidatos para elegir versus el número de autoridades? ¿Por qué hemos llegado a tal nivel de fragmentación?

En segundo lugar, cabe resaltar que la política local dista mucho de la lógica nacional. Por ejemplo, los movimientos locales y los partidos nacionales hacen alianzas, en donde el agua y el aceite se mezclan, para confeccionar listas para la elección de alcaldes, prefectos, concejales y asambleístas. Estas alianzas se pueden diluir en el ejercicio del poder. Por otro lado, la votación para el binomio presidencial no es igual al de las otras dignidades. Esta volatilidad significa que la votación entre una elección y otra puede ser distinta en cuanto a las preferencias electorales. Es decir, ayer voté por una lista para alcalde y pasado mañana por otra para presidente. Un caos total.

En tercer lugar, no es un hecho menor de que en esta elección se haya registrado el mayor número de aspirantes a la presidencia. Las 16 opciones alientan dos situaciones: fragmentación y dispersión. Es decir, dividen la votación inútilmente en un montón de partes y, además, se presentan varios candidatos de la misma tendencia, pese a que la mayoría tampoco se reconoce como políticos. Nadie quiere asumir ese papel como si asistiésemos a una votación de una junta, corporación o club.

Las reglas del juego electoral tampoco mejoraron la democracia interna de las organizaciones políticas. Primero, debían realizar unas elecciones internas en poco tiempo y sin que hayan hecho un proceso de formación de cuadros. Después trataron de concretar alianzas sin proyección programática ni reales opciones electorales, y en tercer lugar, se inscribieron las candidaturas en un entuerto de nunca acabar entre el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Contencioso Electoral. En definitiva, mucha porosidad para un escenario que exige extrema transparencia.

@cesarulloa_77

Blog: https://enlosbordesdelapolitica.wordpress.com/

 

 

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