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El Telégrafo

‘Una peluca para una niña más chiquita que yo’

Ni una gota de duda se observó en sus ojos, está decidida a obsequiar su largo cabello castaño.
Ni una gota de duda se observó en sus ojos, está decidida a obsequiar su largo cabello castaño.
29 de junio de 2014 - 00:00 - Texto y fotos: Redacción de7en7

En tiempos en los que la información y los pulsos de la vida transitan por redes invisibles, nos conmueven pocos segundos, les damos like y los ‘posteamos’ en nuestro perfil de Facebook, la solidaridad parece ser una actitud efímera. Y viceversa. Un acto de heroísmo que dura lo que nuestra memoria mediática —un abrir y cerrar de ojos— nos lo permite. Solidaridad descartada.

Esta es la historia de una niña de 8 años que una tarde cualquiera de enero volvió a su casa y le dijo a su mamá: “Ya no me voy a cortar el cabello, quiero que me crezca muchísimo y ahí sí me llevas a la peluquera y que me corte para regalarle a una niña con cáncer”.

A Luciana Egas Aguayo nadie pudo persuadirla. El jueves 12 de junio se miraba frente a un inmenso espejo, en un momento lloró, no por su pelo, sino porque estaba emocionada. “Ha de ser un nervio la ternura”, dice Eduardo Galeano, un nervio que a esta pequeña le atraviesa desde la punta de su cabecita hasta la punta de los pies.

¿Lo vio en el Facebook o en la televisión? ¿Alguien le dijo que lo haga? Su mamá Daniela Aguayo cree que no, porque Luciana es muy chiquita para tener una cuenta de ‘Face’ y en la tele no se ven esas iniciativas: “Lo lindo de esto es que nació de ella, más bien me puse a investigar otras cosas sobre las personas con cáncer para poder tener respuestas a sus preguntas”.

Luciana solo sabe que cuando alguien tiene cáncer se le cae el cabello y que con el suyo pueden hacer una peluca, para “una niña más chiquita que yo, de 5 años, que no tiene cabello; a mí me volverá a crecer”. Cada vez que una de sus hebras de 20 centímetros de largo, finas, lisas y de un color castaño luminoso caían, ella abría sus ojos negros y su mamá las recogía con tanta delicadeza como si se tratara de flores silvestres.

Luciana está lista para que le corten su cabello. Más de la mitad lo donó para hacer una peluca para un paciente con cáncer.

Su profesor Santiago que tenía el cabello largo hasta la media espalda llegó un día con nuevo look y les contó que lo donó a una fundación donde hacen pelucas para pacientes con cáncer. De los 26 niños que vieron rapado al ‘profe’, solo Luciana quiso hacer lo mismo, quizás fue ese el día. “Estoy segura de que fue un impulso de esos que suele tener y que no dejan de maravillarnos”, cuenta su mamá que justo ese día pidió permiso en su trabajo para ir paso a paso con las decisiones de su pequeña y no dejó de tomarle fotos con el celular para mandar a los tíos, pero Luciana le prohibió porque quería que la vean en ‘vivo y en directo’.

Apenas terminó el corte, empezaron a llegar los mensajes de sus tíos: “Dile que estoy muy orgullosa de ella”, “te amo, debes estar guapísima y vas a ver cómo le sirve tu cabello a otra niña”, “dile que el cabello crece y no va a tener trenza para el chagra” (se refiere al desfile del Chagra de Machachi). Luciana solo levantaba los hombros y con la hebra en las manos repetía: “Mamá, verás que no quiero que mandes mis fotos”.

Un banco de pelucas

Javier Sandoval, director ejecutivo de la fundación Dibuja una Sonrisa, recibió a Luciana con un abrazo inmenso. Solo se aceptan donaciones directamente y —en este caso— la madre de Luciana se convierte en una madrina más de la fundación, que realizó la primera entrega de una peluca a un paciente con cáncer el 21 de enero de 2011.

Hasta el momento hay más de 4 mil madrinas y padrinos del Banco Nacional de Pelucas que ha entregado 400 cabelleras naturales y cuenta con 500 en bodega. Javier comenta que se necesitan por lo menos 3 donaciones para fabricar una peluca, que cada vez con las nuevas tecnologías son de mayor calidad. Pronto contarán con pelucas oncológicas, y procurarán que sean lo más naturales posible, ya que los pacientes con cáncer tienen menos defensas y podrían sufrir de alergias. El próximo objetivo es crear el Banco Sudamericano de Pelucas.

Están trabajando en ello

Luciana, sentada en la mesa del directorio, prestaba poca atención a las estadísticas: “El 70% de los pacientes corresponde a niñas y el otro 30%, a mujeres adultas”. Se receptan solicitudes solo en línea ingresando a http://www.dibusonrisas.com/ Al momento hay 12 pacientes en lista. La entrega se realiza en distintas provincias, directamente en los hogares y en hospitales públicos y privados.

Algo debió haber motivado a Javier para lanzarse a semejante empresa: el primer Banco Nacional de Pelucas. Además de ser un músico de conservatorio se convirtió en un voluntario permanente y a tiempo completo para ‘dibujar sonrisas’.

Hay un recuerdo, que podría ser el motivo: “La primera vez que recibió quimioterapia mi abuelita fue como verla muerta en vida; estaba sentadita en el patio de atrás de mi casa tomando Sol y sin su cabello. Me sentí tan impotente”. Su abuela murió con cáncer en 2009, “era como mi mamá”, dice Javier. Al poco tiempo se cortó el cabello que había mantenido intacto durante 7 años y lo donó. Mientras contaba esta historia, Luciana casi boquiabierta no le quitaba los ojos de encima.

Javier Sandoval siguió con este proyecto de vida no como un mecanismo para luchar contra el cáncer, pues no lo ve como algo catastrófico: “Juego con la misma estrategia de la enfermedad aquellas células nocivas las potenciamos a las más positivas y aliviamos el dolor de las personas. De lo que se trata es de sentirnos seres humanos”. Luciana al parecer no entendió del todo estas palabras, algo frunció el ceño, empezó a moverse sobre su asiento con inquietud, eso seguro quería decir: “Maaa, ya quiero irme”.

Ni ella ni su mamá saben en qué tiempo le crecerá el cabello ni si lo volverá a donar. Solo quiere que cuando su peluca esté lista le manden la foto de la niña a la que le sirvió. Nada más. Esto es lo menos parecido a la solidaridad. Pero sí lo más cercano a la ternura.

Con ternura la pequeña Luciana entrega su donación para una buena causa.

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