Se acaba de estrenar la última película de Sebastián Cordero, Sin muertos no hay carnaval, y es una buena excusa para abordar el trabajo cinematográfico del director ecuatoriano más reconocido en el exterior. Escrita a cuatro manos —con Andrés Crespo, de quien fue la idea original—, el filme se centra en un desalojo que está por ocurrir y cómo esto afecta la vida y las relaciones de varias personas de distintas clases sociales: unos halan, otros empujan.

Cordero cuenta en una entrevista varios aspectos de la realización de esta película y los relaciona con lo que ha pasado en sus trabajos anteriores. Si hay algo que caracteriza su trabajo, es su interés por el realismo social —«o realismo sucio, como quieran llamarlo», ha dicho el cineasta—, que está presente en la mayoría de sus películas: desde Ratas ratones y rateros (1999), hasta Sin muertos no hay carnaval.

El estreno de Sin muertos no hay carnaval se realizó en la cooperativa Voluntad de Dios, un sector de Monte Sinaí en el que se rodó la película. Aquí contamos en una crónica cómo ha sido la relación de la gente del lugar con esta cinta en la que sus mayores preocupaciones son llevadas a la pantalla grande.

En esta edición inauguramos una nueva sección en la que publicaremos de forma semanal las ponencias que fueron presentadas en el Congreso de la Asociación de Ecuatorianistas, realizado el pasado julio en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Dedicada a difundir las letras y la cultura ecuatoriana en Estados Unidos, esta institución reúne importantes aportes sobre la producción cultural ecuatoriana. Y en esta primera ocasión, tenemos un texto de su presidente, Manuel Medina, hablando sobre Pescador (2011), otra de las películas de Sebastián Cordero.

Además, la Feria Internacional del Libro de Guayaquil está por empezar, y nos aproximamos a la obra del invitado más ilustre, el Nobel de Literatura J. M. Coetzee, a través de un ensayo de Lola Márquez.

La edición 253 de CartóNPiedra está servida.