El sargento primero Vinicio Gutama es un apasionado de la historia, pero sobre todo de la militar. Durante meses, al estilo Indiana Jones, quiso descubrir los tesoros que enterró la selva que creció donde antes estuvo el destacamento de Tiwintza.

Ubicado en la Cordillera del Cóndor, en el extremo sur de la provincia de Morona Santiago, el puesto militar es un hito en la historia de las Fuerzas Armadas ecuatorianas. Entre enero y febrero de 1995, los connacionales enfrentaron los ataques de la milicia peruana que intentó tomárselo por tierra y aire.

Ese año, Gutama recién terminaba su primera etapa como soldado del Ejército. También integró las tropas que protegieron la frontera. Estuvo en varios destacamentos en la línea de fuego, pero no llegó a Tiwintza.

Por eso, una meta de su vida fue conocer todos los secretos que allí se ocultaban. Luego de 19 años, el sargento daba clases en la Escuela Militar de Cuenca y pidió permiso para adentrarse en Tiwintza junto con los equipos de desminado.
En sus excavaciones halló vestigios de los combates de 1995, que ahora se guardan en el museo del destacamento militar de Gualaquiza, ciudad amazónica y punto estratégico en el conflicto.

Se desenterraron partes de cohetes que dispararon desde Perú y documentos de uniformados caídos en combate. También paquetes de galletas y envases de agua que consumieron los ecuatorianos, sus uniformes y restos de sus compañeros enterrados allí.

El pasado 26 de octubre se recordaron 20 años de la firma de la paz con el Perú, lo que terminó con el conflicto limítrofe entre ambas naciones. Por ese motivo, en el museo se rindió un homenaje a los 34 soldados ecuatorianos que murieron en el conflicto del Cenepa.

Para Gutama, el mayor orgullo fue desenterrar la frase “Ni un paso atrás” que acuñó el expresidente Sixto Durán Ballén cuando pedía la unión de los ecuatorianos para afrontar la guerra. Los soldados la escribieron sobre la montaña con piedras pintadas de blanco.

El 24 de julio de 2017, la expresión volvió a verse en la superficie cuando militares ecuatorianos retiraron la maleza que la cubría. Ese día, una patrulla militar peruana acudió a Tiwintza para seguir retirando las minas enterradas. La sensación fue distinta, los soldados de ambos países se abrazaron. Izaron las banderas de los dos países y se fotografiaron. (I)