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El anhelo de un mejor futuro para sus hijos las hizo cruzar fronteras

El anhelo de un mejor futuro para sus hijos las hizo cruzar fronteras
10 de mayo de 2020 - 00:00 - Redacción Ecuador Regional

Si para muchas parejas criar un hijo es una tarea maratónica, para las madres solteras  -que también deben llenar el vacío de la figura paterna- es una tarea doblemente compleja y admirable.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos, el 9% (340.000) de las madres ecuatorianas sustentan a sus hijos sin ayuda de los padres; sin embargo, esta cifra solo toma en cuenta datos hasta el año 2014. Se presume que ahora es mucho mayor, debido a la ola migratoria desde Colombia y Venezuela, ocurrida durante la última década.

Afortunadamente, en Ecuador hay organizaciones dedicadas a asistir a mujeres en esta situación, como la fundación Madres Solteras, que colabora brindando capacitación y ayuda espiritual. O la fundación María Guare, que ofrece asesoría jurídica y gestiona albergues y casas de acogida para madres solteras en riesgo.

Alfredo Gómez, dirigente de la fundación Madres Solteras, explicó que la principal causa por la cual una madre se ve en la situación de criar sola a sus vástagos, es por el abandono de su pareja; sin embargo, la muerte de los cónyuges y los casos de violaciones se ven con más frecuencia de lo imaginado.

Este especial presenta las historias de tres madres solteras, que tomaron la difícil decisión de abandonar sus países para buscar un mejor mañana para sus seres más amados, sus hijos. (I)

La pandemia la volvió a separar de sus hijos

Chirly Ortega, expolicía venezolana
Chirly lleva cuatro años en Ecuador. Recuerda que el 7 de mayo de 2016 salió de Venezuela en busca de mejor fortuna, pues la crisis en su país era insufrible y el apremio por atender las necesidades de sus dos hijos era cada vez más grande. “Trabajé 12 años como policía, pero la situación era cada día más difícil, el principal problema era conseguir alimentos. El 1 de mayo pedí la baja y seis días después llegué a Ecuador”.

Aseguró que lo más duro de migrar fue estar lejos de su hijo Behyquer (13 años) e hija Kennuy (9 años), fruto de dos compromisos fallidos, pero les explicó la situación y comprendieron. La niña fue a vivir con el papá y el niño con la abuela. Con solo $ 50 en el bolsillo, el periplo hacia Ecuador lo realizó por tierra. Una vez aquí, trabajó en limpieza y venta de almuerzos. Luego aprovechó su talento como manicurista para emprender con servicio a domicilio.

Tras dos años separada de sus vástagos, en 2018 logró traerlos a vivir con ella. “Estaba feliz de tenerlos finalmente conmigo. Acá estudiaban, pero acordé con el padre de la niña que las vacaciones las pasaría con él. En febrero viajó para Venezuela y mi hijo fue a visitar a mi madre en Colombia. Lamentablemente comenzó la pandemia y sin trabajo y sin comida, decidimos que se quedaran allá hasta que todo se normalice. Uno se aguanta el hambre, pero con los niños sería mucho más complicado”. (I)

“La violencia me obligó a huir de Colombia”

Milena Quiñónez, desplazada colombiana
Hace nueve años, el asesinato de su hermano obligó a Milena a abandonar su natal Tumaco, en la zona fronteriza de Colombia y Ecuador, para buscar un futuro más seguro para su hija Daisy, en ese entonces de un año. “Las guerrillas mataban a diario, al ver lo que le ocurrió a mi hermano tomé la decisión de huir. Fue una situación muy difícil llegar con mi hija en brazos a un país extraño, sin conocer a nadie y sin dinero”.

En Colombia se dedicaba a vender alimentos y a arreglar uñas, por lo que en su llegada a Guayaquil apostó por ganarse la vida de igual forma. “Arreglando uñas me enteré de la fundación Madres Solteras. Fui a pedir ayuda y ahí me colaboraron para poner un negocio de venta de pescado frito, que me ayudaba a subsistir”.

Lamentablemente, la pandemia no le permite trabajar, lo que la mantiene en ascuas, pues lo más difícil es el tema económico. “No tener con qué darle de comer amis niñas y cómo pagar el arriendo me tiene intranquila”.

Milena explicó que del padre de Daisy hace años que no sabe nada y que dos años atrás, fruto de un nuevo compromiso, nació Ashley; sin embargo, la relación tampoco prosperó y ahora tiene que velar ella sola por el bienestar de sus niñas. “Con los papás de mis hijas no cuento para nada. Yo sola tendré que sacarlas adelante”. (I)

Nairu celebra ofreciendo serenata a otras madres

Nairu Gómez, cantante venezolana
Nairuviz, de 41 años, dejó Venezuela el 3 de noviembre de 2015, huyendo de la violencia y la crisis económica. Recordó que el presenciar un hecho violento la impulsó a tomar la decisión de migrar a Ecuador, a pesar de que en Caracas estaba toda su familia y tenía trabajo estable.

La situación fue especialmente dura para Alexia (10), la menor de sus tres hijos, quien en ese entonces tenía 6 años. “Ella no entendía qué sucedía. Sabía que por mi trabajo como cantante en ocasiones viajaba, pero lloraba porque sentía que en esta ocasión era diferente. Fue muy difícil dejarla”.

Nairu explicó que sus dos primeros hijos, Abraham (24) y Samuel (20), nacieron de un compromiso que terminó hace muchos años y que el padre de Alexia las abandonó desde el embarazo. “Siempre fuimos mis hijos y yo. Siempre he velado sola por ellos”.

En su primer viaje, al no conocer a nadie y encontrarse sin dinero, se ganó la vida vendiendo alimentos y cantando en buses. A los 7 meses, Abraham también migró y un año más tarde, Nairu viajó para traer a sus otros dos hijos y reunir a la familia. “Actualmente todos trabajamos y nos apoyamos. Desde que se inició la pandemia no había tenido trabajo, pero para el Día de la Madre tengo contratos. Como hace más de 20 años, celebraré agasajando a otras madres. Mis hijos lo entienden, nosotros lo celebraremos otro día”. (I)

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