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La identidad y el progreso del país se trazan en la arquitectura

La identidad y el progreso del país se trazan en la arquitectura
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En muchos casos, la arquitectura es la responsable de convertir a ciudades en íconos urbanísticos mundiales y, por ende, en destinos turísticos por excelencia, algo que está estrechamente ligado a su evolución social, económica y cultural. Los países latinoamericanos como Ecuador no han estado exentos de estos procesos, asegura el arquitecto Felipe Jurado Sosa, jefe de Diseño de la prestigiosa firma Wong & Wong, con sede en Guayaquil.

Como parte de un proceso normal de desarrollo arquitectónico, las ciudades pasaron de lo colonial a lo moderno, un modelo que se ajustó a las situaciones políticas, sociales y económicas. Sin embargo, en el caso de Guayaquil, la situación fue “inversa”.

Por su condición natural de puerto, esta ciudad se convirtió en el centro principal de migración interna y extranjera que, en cierta medida, dificultó la aplicación debida de normativas y ordenanzas.

Jurado considera que Guayaquil ha pasado del “desorden al orden”, el mismo que comenzó con la regeneración urbana, cuyo punto inicial fue la remodelación del Malecón 2000.

“Esto propició un cambio de mentalidad en las personas y dentro de los procesos de crecimiento y desarrollo urbanísticos del país, al punto que Guayaquil se convirtió en un referente regional de desarrollo urbanístico por la manera en que fue cambiando. En esta ciudad pasó todo lo contrario a lo que ocurrió en ciudades históricas como París (Francia) que empezó su desarrollo con el debido cuidado urbanístico hasta llegar al desorden. No nos podemos olvidar que Guayaquil es una ciudad de corta memoria histórica por los incendios que acabaron con gran parte de la urbe, no como Quito, por ejemplo, que conserva su memoria histórica y eso la vuelve más interesante, cultural y sofisticada”.

Este es un panorama que deben tomar en cuenta los estudiantes de Arquitectura y profesionales en ejercicio antes de iniciar un proyecto arquitectónico.

Búsqueda de identidad
Felipe Jurado considera que hoy en día se cuestiona si en Guayaquil hay o no ciertos sectores que se parecen a otras ciudades como Miami, algo que no le disgusta al considerar que se debe usar todo lo que funciona o está debidamente establecido.

“Hay cosas que funcionan universalmente. Rem Koolhaas (célebre arquitecto holandés) dice que los aeropuertos son más o menos iguales en todo el mundo. Entonces, si hay cosas que funcionan más o menos igual, creo que deben sostenerse. Uno no es que va a inventar el agua tibia, hay patrones que existen en arquitectura y normativas que te permiten hacer cosas ya comprobadas. La arquitectura lo que si te permite es ir encontrando esa actitud chovinista o personalidad que le puede otorgar un valor adicional”.

La identidad de Guayaquil aún está en construcción, refiere Jurado. Es una ciudad que también se ha formado con la sumatoria de la migración que ha tenido, como la árabe, italiana, española, china o del interior del país; y cada uno de estos grupos viene con sus ideas y costumbres que han puesto en práctica, incluso en los aspectos arquitectónicos, haciendo de la ciudad un laboratorio interesante en donde se está construyendo una identidad.

Dimensiones para su época
Explica que Guayaquil hacia los años 70 era una ciudad relativamente pequeña y esto se puede constatar con el tamaño de varias de sus edificaciones o lugares emblemáticos.

“El parque Centenario y la avenida 9 de Octubre deberían tener por lo menos, el doble de sus dimensiones actuales para que funcionen en la ciudad de hoy en día. Estos lugares fueron hechos según las necesidades de la época. No así como la avenida Reforma de México, Los Campos Elíseos de París o la 9 de Julio de Buenos Aires que tienen un gran bulevar porque fueron ciudades dimensionadas para su época. Guayaquil fue pequeña entre comillas y se fue adecuando a los cambios sociales. Los arquitectos de ahora tienen ese compromiso de ir construyendo y aportando a la identidad de la ciudad”.

El aporte de la arquitectura
Felipe Jurado considera que probablemente las ordenanzas de los años setenta no estaban acorde al cambio social, político y económico que atravesaba el país con el auge petrolero.

“Si vas a una ciudad histórica de Estados Unidos, posiblemente tengan vías más pequeñas que los estados últimos como la Florida que tiene autopistas enormes. El uso del automóvil recién se globalizó en esa época y se pensó en un sistema de construcción que se ajustara a esa realidad como en la época de la carreta, donde las calles estaban diseñadas para ese dinamismo y eran más pequeñas”.

Uno de los ejemplos más claros de que la arquitectura forma parte de la identidad de una ciudad o de un país es la actual capital de Brasil, Brasilia.

“En los sesenta, cuando los brasileños quisieron construir una nueva capital (Antes era Río de Janeiro), hicieron una ciudad moderna, amplia, moderna y ordenada, pero con el tiempo también fue víctima de la migración y ese fenómeno trajo cierto desorden de alguna manera. Lo que obligó a incluir programas de diseño y urbanismo que le den orden y se ajusten a la necesidad del momento. Ahí es donde entramos nosotros”.

Sin corriente establecida
El auge de la informática y la globalización ha hecho que no exista una tendencia arquitectónica única en el mundo, sostiene Jurado. “Hay una gran cantidad de conceptos, ideas y elementos que pueden fusionarse bien y al hacerlo, han creado un eclecticismo posmoderno. No hay un patrón específico y eso tiene que ver con el mundo que vivimos. En nuestras ciudades (ecuatorianas) no podemos hacer construcciones costosas como hacen en otros países o usar ciertos elementos porque no se ajustan a los presupuestos o normativas”.

Para que la arquitectura funcione con éxito, deben “coincidir” varios elementos sociales, culturales y económicos, intentar aprovechar todos los recursos disponibles para hacer edificaciones que se ajusten a las necesidades y “tratar” de darle algo de identidad y personalidad”. (I)

3 pasos a considerar

 1

Lo ideal vs. prágmatismo

En la arquitectura moderna, se piensa mucho en buscar una relación con el entorno, la comunicación familiar e inclusive, la responsabilidad sustentable.

Sin embargo, Jurado Sosa asegura que ese “ideal” en ocasiones no se llega a cumplir y el pragmatismo se impone.

“ Le Corbusier (arquitecto suizo) decía que había que construir un jardín entre edificios para que no haya dificultad en la visión que dan las ventanas. Eso sería lo ideal, pero lo ideal no siempre funciona así. Por ejemplo, en Nueva York, una ciudad con hiperdensidad, se pensó en construir torres en donde puedan caber la mayor cantidad de personas para que habiten o trabajen ahí. Primó lo pragmático porque era su necesidad, pero lo que sí hay que hacer es que ese pragmatismo esté acorde, hacerlo bien y que funcione”.

Jurado Sosa señala que lo ideal siempre será que la obra tenga carácter de escultura pública y que, por dentro funcione, pero para ello, debe considerarse elementos como presupuesto, si es zona sísmica o si es viable o funcional para grupos humanos para el que está diseñado, pero aun así, tratar de hacer algo “único”. (I)

2

Más allá de un plano o una maqueta

La arquitectura debe ser concebida como la obra terminada. Se debe conocer cómo se construye algo y no quedarse en un simple dibujo.

“Arquitectura es la obra total, el plano es al arquitecto lo que las partituras al músico. Entre el plano y la obra hay un sinnúmero de elementos que el arquitecto debe entender y conocer”.

Otra aspecto es la conceptualización de las cosas para que la obra que está diseñada en planos pueda ser plasmada tal cual sobre la “superficie en la que estamos trabajando”. (I)  

3

Pasado y futuro a la vez

La arquitectura no solo se trata de arquitectura. “Siempre hay que nutrirse del arte, de la literatura y de la historia porque nos ayudan a comprender muchas cosas, a inspirarnos, a contextualizar y ser visionarios. Todos esos elementos contribuyen a darle carácter y personalidad a cada una de las obras”. La arquitectura no es una disciplina fría, siempre se requiere un guiño hacia atrás para avanzar. La tecnología también ayuda a ir hacia adelante, para esquematizar, diseñar, organizarnos y ejecutar. (I) 

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