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“Al menos tres intentos fallidos preceden al éxito empresarial”

Edisson Garzón, líder de Bioalimentar
Edisson Garzón, líder de Bioalimentar
Foto: Roberto Chávez / DC
22 de enero de 2018 - 00:00 - Carlos Novoa

¿Por qué quebró su negocio? es una pregunta que ningún emprendedor desearía escuchar. A cambio, su mayor anhelo es satisfacer las necesidades de sus clientes, y a la par incrementar sus ganancias. Sin embargo el fracaso en empresas primerizas, de acuerdo con reconocidos expertos en el tema, es una estación infranqueable en el tan ansiado trayecto hacia el éxito.

Edisson Garzón, presidente del directorio de Bioalimentar, compañía tungurahuense dedicada por cinco décadas a la elaboración de insumos alimenticios diversos, y catalogada como una de las más grandes y exitosas del país, lo afirma.

Garzón, en cuya industria trabajan más de 350 personas, coincide con una hipótesis que se repite a diario en las grandes esferas comerciales de todo el mundo, y que reza: “Toda empresa que ha triunfado y se mantiene en el mercado, ha sobrevivido a al menos tres intentos fallidos”.

En un diálogo con DESDE CERO, Garzón revela ciertas claves, dirigidas a nuevos inversionistas, para afrontar la difícil situación de lidiar con el fracaso empresarial. Sus más de 15 años como líder de Bioalimentar, una industria en constante evolución y creciente generación de empleo, lo facultan para esta tarea.

¿Cómo define un emprendimiento fallido?
Sin duda, el no satisfacer las necesidades de los clientes. Si el producto o servicio que se oferta carece de calidad, entre otros factores determinantes, un negocio está destinado a la bancarrota. A simple vista parecería que un revés comercial se origina por un descenso acelerado de las ventas y nada más, pero desde la perspectiva empresarial se deben analizar las causas del declive comercial.

Cuando investigamos nos damos cuenta de que, si bien al inicio de toda industria la curiosidad convoca a los clientes, al no existir calidez en la atención y mala presentación del producto, los usuarios optan por cambiar de proveedor de inmediato. Por ello el cierre de una empresa es la suma de varios factores y, sin duda, el primero es la falta de calidad.

¿Qué otras situaciones conllevan a la caída de un negocio?
La mala administración de las ganancias, lo cual en muchas ocasiones es fruto de no sobrellevar el éxito que ha tenido una firma comercial, también es determinante. Se han visto casos en que el o los inversionistas empiezan a vender mucho en un inicio y se confían de esta buena racha, entonces el despilfarro se abre paso. La quiebra de un negocio además se genera por factores como el excesivo o mal uso de recursos por parte del personal, y por el temor o demasiado entusiasmo al momento de invertir.

Si bien el miedo a arriesgar las ganancias iniciales muchas veces conlleva al estancamiento del negocio, la inversión ‘emocional’ también puede llevar al fracaso. He ahí la importancia de tener la mente fría y un equipo de asesores que analicen detenidamente el respectivo mercado, las condiciones climáticas, en el caso del sector agropecuario, la estabilidad económica y política del país, satisfacción de los clientes y sobre todo a la competencia, antes de proveerse de más producto.

Si aún tomando en cuentas estos consejos una empresa quiebra, ¿cómo reaccionar ante el fracaso?
Primero, tomar asiento y respirar profundamente. (Risas) Aunque parezca descabellado una caída es un paso necesario para el crecimiento de todo inversionista. Tal como en otras áreas de la vida un revés sin duda duele, eso no se puede negar. Y es doloroso porque se pierden recursos y tiempo, no obstante hay que entender que el fracaso puede ser un excelente maestro. Al igual que, lo más importante no es llegar a la cima sino mantenerse, de similar forma lo malo no es caerse sino quedarse en el suelo.

El miedo a levantarse del tropiezo nace porque en nuestra sociedad no se concibe la idea de fallar, el temor al ‘qué dirá la gente’, a una nueva caída o a perder lo conseguido nos paraliza y nos deja aislados del mercado. Empero en el mundo empresarial el fallo está ligado al éxito. En Silicon Valley, una región de California donde están muchas de las mayores corporaciones de tecnología del mundo y miles de pequeñas empresas en formación, si no has quebrado al menos seis negocios no estás listo para el éxito. Por ello el segundo paso tras un fracaso es detectar los errores junto a personas experimentadas, y de inmediato ir pensando en el nombre del nuevo emprendimiento.

¿Es esta estadística, regla general?
No. En el país he visto industrias que previo al posicionamiento en el mercado han tenido que quebrar tres o cuatro veces. Es posible que ninguna de estas dos estadísticas se apliquen en ciertas empresas, e incluso que alguna se mantenga por décadas sin ningún revés. Esto no se debe malentender, el énfasis que los emprendedores que hemos caminado por el ‘oscuro valle’ del fracaso ponemos en este tema se debe a las experiencias.

En mi caso, he fallado en más de cinco emprendimientos en el pasado, y lo que he asimilado de todas estas dolorosas situaciones me ha puesto al frente de Bioalimentar con una destreza y conocimientos esenciales. Esto pese a que me instruí en buenos centros de estudio del extranjero, pero —insisto— las mejores maestras han sido las caídas.

¿Qué estrategia aconsejaría para conseguir financiamiento tras un revés comercial?
Lo positivo de una caída es el aprendizaje, y el mayor daño, la pérdida de la confianza del cliente y de recursos. Superar esto último es difícil, pero no imposible. Justo ahí entra en escena una estrategia muy usada en el sector empresarial: la asociatividad.

“Mejores son dos que uno porque si uno cayere, el otro lo levantará... y cordón de tres dobleces no se rompe fácilmente”, esta es una cita bíblica que denota mucha sabiduría. Hace referencia a las ventajas de juntarse con gente con la misma visión y que te ayuden en tiempos difíciles. Fundar una empresa con varios accionistas siempre será una buena opción para resurgir de las cenizas.

¿Cómo recobrar la confianza del cliente?
Estudiando detenidamente el mercado y a la competencia, a fin de identificar y posteriormente complacer las necesidades insatisfechas de los clientes. He ahí la importancia de la calidad del producto, además del valor agregado, un factor que ha ‘resucitado’ empresas de todo el mundo. (I)

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