Sin un  fútbol  vistoso, pero muy  práctico, el elenco del Rocafuerte venció ayer 1-0 a Quito Fútbol Club y se convirtió en el primer campeón femenino del torneo de balompié nacional que se cumplió durante tres meses en nueve provincias del país.

Los abrazos y gritos de emoción no faltaron en la celebración del título en el elenco que es auspiciado por la empresa de cemento en la provincia de Guayas. Varias jugadoras no pudieron contener las lágrimas mientras daban la vuelta olímpica por el anillo atlético estadio Olímpico Atahualpa.

Éricka Vásquez, con un excepcional remate de derecha, convirtió la única anotación  del  compromiso, a los 73 minutos, lo que generó el delirio en los cerca de 100 seguidores del plantel porteño, que con globos festejaron la anotación.

Fue el premio al esfuerzo desplegado durante todo el compromiso y a la superioridad marcada sobre las capitalinas. “Estoy muy contenta por todo lo realizado en este torneo. Espero que sigamos teniendo apoyo económico para mejorar el nivel del fútbol femenino ecuatoriano”, refirió Éricka.

El duelo final, que se cumplió en el estadio olímpico Atahualpa, fue inusual e incluyó el relato a través de los parlantes internos de todas las incidencias que ocurrieron en el gramado. Hubo incluso un breve receso de un minuto en cada período para que las jugadoras se hidrataran.

Taquitos, gambetas y pases de pecho no faltaron en la final, en la que ambos elencos mostraron mucho ímpetu por no perder la pelota. En cada una de sus posiciones se esforzaron por convertir o impedir que los pases avanzaran. Por ello el primer tiempo no registró emociones en la cancha, mientras en la tribuna la presencia del ministro José Cevallos alborotó a los presentes que aprovecharon para fotografiarse con él.    

En el reinicio del encuentro y desde la banca “cementera”, la entrenadora Wendy Villón, con pocas indicaciones, logró que sus dirigidas mantuvieran el esquema táctico y en los minutos finales del compromiso brindaran un espectáculo de toquecitos con el balón que era coreado por un leve “ole”.

Su experiencia como jugadora y seleccionadora del Guayas, sumado al hecho de ser mujer,  le sirvió a la DT para acercarse totalmente a sus pupilas y conjugar una relación armónica que se afianzó con la consecución del primer título del balompié femenino.

Rocafuerte es el club más organizado de los 16  que participaron en el Campeonato Nacional Femenino de Fútbol.

Según Miguel Ortega, presidente de la institución, el modelo de gestión que se aplica es similar al de un equipo masculino profesional: las futbolistas tienen un contrato con el club y cobran un sueldo mensual que les permite dedicarse a tiempo  completo a los entrenamientos.    

Los salarios de las deportistas,según Ortega, se establecieron al inicio de la temporada y varían dependiendo de la experiencia y la trayectoria de cada una. Los montos van desde los 250 hasta los 600 dólares mensuales.          

Esa organización se sostiene gracias al respaldo financiero de Holcim, el auspiciante principal del equipo femenino y también del masculino, que compite desde este año en la segunda categoría.     

Según  la  estratega Wendy Villón, el objetivo de la dirigencia y del cuerpo técnico fue desde el inicio lograr el título. Por eso se reforzaron con la base de la selección nacional femenina. Uno de esos refuerzos es la manabita Ligia Moreira, de 21 años, quien durante su etapa de formación jugó en equipos masculinos  debido a la ausencia de clubes para mujeres. Ella es la capitana de la Tricolor femenina y al Rocafuerte le aportó disciplina y carácter.  

El resto del equipo tiene una edad promedio de 14 a 26 años y lo conforman deportistas de varias provincias  que comparten su afición por el fútbol con estudios académicos y el cuidado del hogar y de sus familiares.