Ecuador / Domingo, 12 Octubre 2025

“Guardo cariño por el Astillero”

Foto: Miguel Castro/El Telégrafo
Entrevista / marcelo ‘pepo’ morales / exjugador de barcelona y emelec

Marcelo ‘Pepo’ Morales disfrutó “muchísimo” del Clásico del Astillero en su exitoso paso por el fútbol ecuatoriano. Es uno de los pocos futbolistas extranjeros que defendió las camisetas de Barcelona y Emelec y dejó un gran recuerdo en las dos hinchadas. “Fue especial” jugar por los dos grandes de Guayaquil, asegura sin titubear.

En víspera de una nueva edición del Clásico del Astillero, Morales dialoga con EL TELÉGRAFO y avisa: “Me fue bastante parejo en cuanto a resultados”. Pero prefiere no anticipar un marcador: “Que gane el que mejor haga las cosas”.

Cuéntenos, ¿qué está haciendo, sigue ligado al fútbol?   

Estoy viendo mucho fútbol, desde inferiores hasta primera categoría.  Estoy trabajando para una persona vinculada a muchos equipos de la Major League Soccer (MLS,  la liga estadounidense) y a la vez me sirve para seguir aprendiendo de fútbol.

¿Está radicado en Buenos Aires?

Sí, vivo en Buenos Aires, pero viajo  seguido a Ecuador, Uruguay y  Colombia.  

Es uno de los pocos jugadores extranjeros que se han dado el lujo de jugar el Clásico Barcelona-Emelec y para ambos equipos. ¿Cómo se vive ese partido?  

Disfruté mucho esa experiencia, cada partido que jugué fue especial. El  jugador que ama el fútbol, como en mi caso, se prepara como yo me preparo todavía para ir a jugar a River en el torneo de seniors (veteranos).   

¿Es diferente vestir la camiseta del Emelec a la del Barcelona?

Yo creo que eso es más de la gente, por lo que te transmite. Para mí eran especiales los dos, por la trascendencia, pero yo tomaba cada partido como una final. Siempre me gustó ganar.   

¿Se acuerda cuántos clásicos jugó?  

La verdad, no, pero fueron muchos.  

¿Cuál clásico recuerda más y por qué?

Todos dejan algo, eso te lo va transmitiendo la gente, en la semana; siempre se juega por el honor y eso es impagable.

¿Puede contarnos una anécdota de algún clásico, un gol, una jugada, algún incidente?

Siempre cuento la misma (se ríe). Fue muy linda y especial y ocurrió durante un clásico en el Monumental, jugando para Emelec. Estábamos por empezar el calentamiento y me avisa el utilero que no me habían traído los botines que yo siempre usaba. Eran viejos, casi rotos, pero a mí me gustaban tanto que me volví loco. Les pedí que los traigan sí o sí. Edgar y Agapito, los utileros, fueron en moto a buscarlos al Capwell... unos cracks. Llegaron faltando dos minutos para que empiece el partido, y paradójicamente con esos zapatos marqué un gol importante para encaminarnos al campeonato que luego ganamos. También me acuerdo otra, pero mala. Fue cuando choqué con Máximo Tenorio y sufrí una fractura fuerte.  

¿Con cuál equipo le fue mejor en el Clásico?

Me fue bastante parejo en cuanto a resultados y juego en los dos. Caí en dos grandes equipos.

¿Usted es azul o amarillo?

Los dos equipos fueron importantes en mi carrera. Me dieron trabajo y la oportunidad de darme a conocer en Ecuador. Los dos significan mucho para mí, aunque cuando hay clásicos de exestrellas me pongo la azul.    

¿Cuáles fueron los mejores jugadores que le tocó enfrentar?

Muchos, El ‘Chapa’ Zapata, Alonso, Echeverri, Cevallos, Valderrama, Montanero, ‘Bam Bam’ Hurtado,  Luis Capurro, el ‘Bocha’ Benítez y así muchísimos más.   

Debutó en un club chico como Temperley en 1987 y dio el paso a uno grande como Independiente de Avellaneda. ¿Qué recuerda de sus comienzos?

Empecé en inferiores de mi Tigre querido, de allí a un club de mi barrio San Eduardo. Luego hice inferiores en Independiente desde los 13 años hasta llegar a profesional, pero el técnico José Pastoriza me dijo que estaban buscando jugadores en Temperley y que a mí me haría muy bien tomar esa experiencia. Era una persona que a mí me agradaba mucho y le hice caso. Me sirvió de mucho en todo sentido. Luego volví del préstamo cuando (Jorge) Solari y (Salvador) Capitano estaban en el Rojo (Independiente).

¿Fueron años de mucho sacrificio?

Ahora todo se ve que fue lindo, pero en realidad mi mamá y mi viejo se ‘deslomaban’ por juntar monedas para que me alcanzara para el colectivo (bus), tren, ‘subte’ (metro), que era todo lo que tomaba para ir a entrenar. Me tenía que colar muchas veces porque casi nunca me alcanzaba. Me iba a las 6 de la mañana y volvía a las 3 de la tarde, sin comer nada. Fue duro, pero lo disfrutaba mucho.  

¿Con qué jugadores compartió camerino en Independiente?

Jugadores que son muy conocidos en Argentina como Rubén Insúa  Carlos Alfaro Moreno, Marcelo Reggiardo, Pedro Monzón, Gerardo Meijide, Ricardo Bochini, Ricardo Giust, Hugo Villaverde y Carlos el ‘Loco’ Enrique.   

Llegó a Emelec y salió bicampeón. ¿Cómo fue su paso por el equipo? ¿Qué recuerdos le quedaron de esa época?

El mejor recuerdo que tengo es que me trataron y me tratan como si fuera Messi  (se ríe), una locura. Cada vez que viaja algún argentino que me conoce, me dice “Pepin sos Messi, Pelé, Gardel”, cualquier cosa de esas. Y es lindo ser reconocido para bien tanto en lo futbolístico, pero más como persona.

Y se fue al Japón, al Urawa Red Diamons. ¿Por qué eligió irse a una plaza que en esa época no estaba tan desarrollada? ¿Cómo fue la experiencia?

Fue muy linda. En un principio fui por lo económico y las ganas de conocer otra cultura. Además, de que mi hija estaba enferma y ahí creí que era el mejor lugar para tratarla, y no fue así. El lugar era Guayaquil con la doctora Patricia Gamarra, quien la atendía y la sacó adelante.

De Japón a Ecuador, ¿cómo se dio la vuelta?  

Es que en realidad yo le dije a Nassib Neme que me guardara el lugar, que no sabía cuánto tiempo aguantaría en Japón. Y así fue, lo llamé y justo se había lesionado un jugador y quedó el cupo y me vine de nuevo.  

Y volvió a Argentina. Esa vez a un club modesto como Deportivo Español. ¿Por qué nuevamente se salió del equipo ‘millonario’?

Fue en junio de 1994, porque ganó Fernando Aspiazu las elecciones del directorio y no quería a nadie que haya traído Neme. Entonces nos fue volando de a uno (se ríe). No podía jugar en otro equipo de Ecuador hasta el 95. Entonces me contactaron y volví a Guayas, pero al Barcelona.  

¿Le sorprendió el llamado, más teniendo en cuenta que había jugado en el tradicional rival?
Sí, me sorprendió, pero el fútbol tiene esas cosas. Ya tenía todo arreglado para ir a México, pero en Guayaquil me sentía muy cómodo e iba a otro desafío: ganarme a la gente de Barcelona y que la gente de Emelec me siguiera respetando. Hasta hoy me siento respetado y querido. Guardo cariño por el Astillero.

¿Cómo le recibió la hinchada?, no debe ser fácil el cambio de camiseta...

Normal, expectante. Yo sabía que iba a depender de cómo me iba en lo futbolístico y me preparaba día a día para rendir. Y por suerte vinieron los títulos y eso ayudó mucho.   

¿Qué le decían los hinchas del Emelec por la calle?

¡Qué pena que no siguiera en el equipo!  Pero a la vez me respetaban porque sabían que irme no fue mi voluntad, sino que el señor Aspiazu me echó.  

¿Y su primer clásico con la camiseta del Barcelona?

Lo viví con muchos nervios, pero todo salió muy bien.   

Estuvo 4 años en el club. ¿Cómo fue la experiencia?

Espectacular, con muchos logros a nivel personal, convirtiendo muchos goles, pero sobre todo los dos campeonatos del 95 y 97, y la final del 98 de la Libertadores.

Precisamente le quedó el sabor amargo de aquella final perdida de la Libertadores de 1998 ante el Vasco da Gama. ¿Qué recuerda de esos partidos definitorios?

Que el equipo hizo un gran torneo. Nadie daba nada y llegamos al podio con mucho sacrificio. Y lo que más recuerdo es que el DT Rubén Insúa, minutos antes de salir a jugar la segunda final, nos dijo:  “Jueguen, disfruten, diviértanse, con toda la responsabilidad, por supuesto. Pero esas palabras hicieron que entremos a jugar de una manera especial.

En 1999 pasó de jugar la final de la Libertadores a volver a la Argentina y otra vez a equipos humildes como Ferro, Arsenal y Tigre. ¿Por qué un cambio tan abrupto?  

En Barcelona había muchos problemas financieros y justo Insúa agarra Ferro y nos llama a varios muchachos y emprendimos el regreso para Buenos Aires. Luego vino Arsenal y terminé en el club de mis amores, Tigre. Yo siempre jugué y me pagaron lo que querían, porque nunca peleé ganar más de lo que me ofrecían, siempre lo único que me interesó fue que me quieran en algún equipo para jugar a la pelota.

Y finalmente llega a Audaz Octubrino en 2004 y otra vez a Ecuador y por primera vez en el ascenso de este país. ¿Qué pesó en esa decisión?

Ya había dejado de jugar profesionalmente. Estaba viviendo en Guayaquil y me dije: por qué no entrenar todos los días.

¿Fue una experiencia positiva?

Sí, buena. Conoces gente nueva, por ejemplo Gabriel Achilier, que ahora es titular en Emelec y en la Selección. Estaba ahí con nosotros, entrenándose y con ganas de ganarse un lugar.

¿Cómo decidió el retiro definitivo, fue fácil?

Se va dando lo del retiro, uno va viendo que ya los más jóvenes te van pasando y son inalcanzables y ahí dices: sufrir no, mejor dejo todo, igualmente el jugador nunca deja de serlo.

¿Qué jugadores le impresionaron más en su carrera?

Bochini, Alonso, Zapata...

¿Y los técnicos?

Pastoriza, humano como pocos y todo lo que sabía era impresionante. También (Pepe) Santoro, Rubiano (DT en inferiores de Tigre). E Insua, Capitano, Solari; siempre hay cosas que rescatar.

¿Qué le dejó su paso por Ecuador?

Muchos amigos, mucho cariño de la gente, gratitud. Tal es así que siempre estoy volviendo.

Un pálpito para el Clásico de este fin de semana Emelec-Barcelona, ¿se arriesga?

Que gane el que haga mejor las cosas. En este tipo de partidos los pronósticos no valen.  

Y con el superclásico de su país, Boca-River, por la Copa Libertadores... ¿Quién gana?

Ojalá que River (el primer partido lo ganó River 1-0 el jueves último).

Y a Emelec, ¿cómo lo ve para la Copa y su serie con Nacional de Medellín?  

Emelec tiene un gran equipo que se acostumbró a ganar y jugar de igual a igual en cualquier lugar, con jugadores de experiencia y desequilibrantes. Ojalá llegue lejos, tiene una gran posibilidad. (I)