Stephen Hawking, obsesionado con abandonar la Tierra
Cada vez que el reconocido físico británico participa en una conferencia científica insiste en que la humanidad debe abandonar la Tierra y colonizar otros planetas.
Sus conocimientos sobre el Universo, al parecer, le permiten anticiparse a lo que sería el destino de la Tierra y proponer la búsqueda de un nuevo hogar para los humanos.
Este científico ya es reconocido por sus apocalípticos anuncios, en los que asegura, una y otra vez, que mil años es el margen de tiempo que podría restar para que la humanidad se autodestruya a manos de sus avances científicos y tecnológicos.
Según advierte, la guerra nuclear, el calentamiento global y los virus producidos por manipulación genética son las principales amenazas que podrían provocar la extinción de los seres humanos. Una cosa parece segura: si la humanidad no encuentra otro lugar dónde vivir, corre el riesgo de desaparecer.
Por eso, hace unas semanas Hawking, físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico, manejó el mismo discurso durante la presentación del ambicioso proyecto en el que participa, llamado Disparo estelar (Starshot), que pretende enviar un nuevo modelo de minisonda espacial a Alfa Centauri (o Rigil Kent), el sistema estelar más cercano.
En realidad, más cercano significa a 4,37 años luz, lo que quiere decir que está a 2 décadas de la Tierra. Esta distancia, en términos astronómicos, es muy pequeña y, por lo tanto, resulta “muy emocionante” para explorar.
Considerada desde la antigüedad como una única estrella y con gran importancia mitológica, la más brillante de la constelación del Centauro, lo que se observa sin ayuda de telescopio es, en realidad, la superposición de 2 estrellas brillantes de un sistema de 3. Fue el astrónomo francés Nicolas-Louis de Lacaille quien, en 1752, descubrió que Alfa Centauri es una estrella binaria.
El objetivo es buscar vida en ese rincón cercano del Universo. “Los astrónomos creen que hay posibilidades razonables de que un planeta similar a la Tierra orbite en alguna de las estrellas del sistema”, dijo el físico, quien es partidario de extenderse hacia las estrellas.
Su intervención tuvo lugar en la presentación de la iniciativa, realizada en el rascacielos One World Observatory en Nueva York. “Hoy nos comprometemos a este próximo gran salto en el cosmos porque somos humanos y nuestra naturaleza es volar”, insistió.
Para poder vivir en el Alfa Centauri, si las condiciones son las adecuadas para los humanos, se necesitará, primero, establecer colonias espaciales que permitan dar cobijo a miles de millones (e incluso billones) de personas. Tendríamos un espacio virtualmente ilimitado para expandirnos, así como para cultivar nuestros alimentos (y establecer granjas) y la producción de energía no sería un problema, al contrario, dispondríamos de la luz casi continua del Sol.
De acuerdo con la página Cosmonoticias, con el programa de alunizaje Apolo completado y el programa del transbordador espacial en desarrollo, los científicos espaciales notaron que las colonias espaciales eran viables. Entre los motivos para construir dichos hábitats incluían las siguientes: crear nuevas tierras para la expansión de la población, asegurar la supervivencia de la humanidad en caso de un desastre global y crear riqueza mediante la explotación de los recursos espaciales.
Fue en la década de 1970 cuando los científicos del Centro de Investigación Ames de la NASA llevaron a cabo 3 estudios diferentes acerca de cómo construir descomunales colonias espaciales en forma de estaciones gigantes.
En un artículo de la publicación científica Physics Today, de 1974, el ya fallecido Gerard K. O’Neill, físico americano y activista del espacio, describió un hábitat en forma de 2 cilindros de 32 kilómetros en rotación.
Según afirmaba ventanas gigantes en los cilindros permitirían que entrase la luz solar, reflejada por grandes espejos con forma de pétalos.
Enviar materiales desde la Tierra para construir los cilindros no sería rentable, así que O’Neill propuso construirlos con materiales lunares lanzados al espacio por un transportador de masa electromagnético.
Una colonia de tipo O’Neill tendría 1.295 kilómetros cuadrados de espacio habitable y podría soportar varios millones de personas.
Las colonias espaciales —como lo advierten los astrofísicos— se diferencian de las estaciones espaciales en que deben ser autosuficientes y alojar, como mínimo, varios miles de personas. El mayor problema es que hasta el día de hoy no se ha construido ninguna.
Según la revista Cultura Colectiva, el diseño de estas colonias espaciales partió en función de que sirvieran no solo como extensiones de la Tierra, sino como verdaderas colmenas de humanos.
Las colonias tendrían aproximadamente las medidas de cualquier pueblo playero de California y contarían con todo aquello para ser sostenibles: gravedad artificial, clima artificial, campos de cultivo, medioambiente, agua y todas las comodidades humanas.
Según los planes de la NASA, las colonias podían ser diseñadas en 3 formas distintas: en forma de dona, esferas o cilindros y rotarían alrededor de la Tierra. Lo penoso es que estas ideas aún no han llegado a materializarse. Aunque se desea emprender nuevos proyectos con el propósito de encontrar otro hogar en el espacio exterior, todavía deberán transcurrir muchos años para ver al primer humano en una colonia espacial.