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Masacre del 2 y 3 de junio de 1959: Yo ordené y lo volvería a hacer, dijo Camilo Ponce

Masacre del 2 y 3 de junio de 1959: Yo ordené y lo volvería a hacer, dijo Camilo Ponce
03 de junio de 2013 - 00:00

“A partir de las 10 de la noche una gran manifestación hizo alto frente a nuestro edificio, a los pocos minutos llegó una dotación de policías a caballo y en carros patrulla que atacaron a los estudiantes, quienes se refugiaron en una casa en construcción situada frente al diario. Conforme pasaba el tiempo, cientos de ciudadanos se unían a los estudiantes. Pasadas las 12, la Policía entró al edificio y pudimos ser testigos del salvaje ataque, a bala y sable, contra todas las personas que encontraban a su paso, sin importar edad ni sexo”. Al día siguiente -3 de junio- la noticia era la portada de El Telégrafo.

Una historia silenciada

En “Ecuador: Historia de la República” el escritor Alfredo Pareja Diezcanseco (apoyándose en información tomada de “2 y 3 de junio, una fecha anónima”, de Patricio Icaza) hace una breve descripción de los eventos sucedidos en Portoviejo, antesala de lo ocurrido luego en Guayaquil: El 28 de mayo de 1959 se suicidó el conscripto manabita Pablo García, luego de los maltratos recibidos por su jefe, el capitán Galo Quevedo, situación que provocó la reacción inmediata de estudiantes y pueblo que se enfrentaron a los militares. Durante la riña tumultuaria murieron varias personas, entre ellas, Quevedo.

En esas circunstancias, alumnos de los principales colegios del puerto principal, en solidaridad con sus compañeros manabitas, decretaron, el 2 de junio, un paro de 48 horas, que tuvo el respaldo del pueblo guayaquileño. Los estudiantes exigían la renuncia de los ministros de Gobierno, Carlos Bustamante Pérez; de Educación, José Baquerizo Maldonado; de Defensa, Gustavo Diez Delgado; del gobernador y de otros funcionarios, como el jefe de Seguridad Política, Francisco Adoum.

Pasadas las 12 de la noche, arreció el ataque policial a bala y sable contra  todas las personasLas calles del puerto, dice Pareja, se llenaron de inconformidad y para la madrugada se contabilizaban ya 5 muertos y varios heridos.

El Gobierno declaró entonces zona de seguridad al país e impuso la ley militar, con los tanques del Ejército controlando Guayaquil.

Pedro Saad Herrería, en “La Patria nuestra de cada día”, expresa que el miércoles 3, fuerzas militares trataron de llevarse los cuerpos de caídos que estaban en la morgue, acción que fue impedida por la muchedumbre. Luego de una acalorada discusión, los uniformados accedieron al pedido de los familiares y compañeros de los estudiantes, que fueron trasladados a la casona universitaria, donde se improvisó una capilla ardiente.

A las 5 de la tarde, mientras se realizaba el sepelio de los caídos, retornaba de Quito el jefe titular de la II Zona Militar, coronel Luis Piñeiros, que venía con instrucciones personales del Presidente de la República.

Cuando el acto fúnebre concluyó, un grupo se dirigió hasta el Cuartel Modelo de la Policía, donde una compañía de ametralladora emplazada en las cercanías de ese cuartel abrió fuego indiscriminado sobre la multitud. A partir de aquí los acontecimientos se desencadenaron por toda la ciudad.

Pareja señala que, según la revista internacional Visión, durante el 2 y 3 de junio hubo, por lo menos, 500 muertos, aunque el régimen reconoció solo 16 occisos y 89 heridos.

En 1959 ejercía la Presidencia de la República el conservador Camilo Ponce EnríquezActores y contexto

En “Ecuador: Historia de la República” se anota que, para 1959, cuando Camilo Ponce Enríquez llevaba ya tres años en el poder, el país vivía una crisis económica y social, producto de la baja en las exportaciones del banano. Esta coyuntura encontró una respuesta política a dicha crisis, traducida en el apoyo que los movimientos populares del puerto le dieron a la acción del pueblo manabita.

Ponce, que había dado muestras de su capacidad represiva, cuando fue Ministro de Gobierno en el tercer velasquismo, diría después : “El 2 y 3 de junio, Guayaquil estuvo al borde de la destrucción (...) yo tuve que hacerles frente mereciendo el aplauso de lo más representativo del puerto (...) yo ordené y lo volvería a hacer”. Al igual que el 15 de noviembre de 1922, hoy también lo más representativo del país y de la prensa aprobó la masacre de “unos pocos hampones, marihuaneros y prostitutas”, se lee en el texto.

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