La edición 57 del Salón de Julio contiene las últimas voces del ITAE

La edición 57 del Salón de Julio se inauguró el pasado viernes  con una selección de 17 obras que se dividen entre ‘las ganadoras’ (ocho expuestas dentro de la Sala de Arte Contemporáneo); y ‘las seleccionadas’ (nueve de las 150 propuestas presentadas al Salón, ubicadas en la antesala).

Allí el contraste es evidente: hay obras absueltas de significación como la pintura de Tomás Bejarano, ‘Tazita de café 7.8’, y otras cargadas de sentidos como ‘Borrego disfrazado de venado con traje de tigre y viceversa’, de Juan Carlos Fernández, o ‘Bailando por un sueño’, de Juan Caguana.

“Inauguramos una vez más el Salón con el aplauso, tal vez de pocos, y no de muchos”, dijo durante la apertura Melvin Hoyos, director del departamento de Cultura del Municipio de Guayaquil, refiriéndose a la ausencia de gente que hubo en la sala —en comparación con ediciones anteriores—, a pesar de que aún considera este certamen como el “de más resonancia de las artes visuales del país”.

El jurado estuvo conformado por el esteta español Fernando Castro Flórez, la fotógrafa Sara Wainmann y el catedrático y crítico de arte paraguayo Ticio Escobar, quienes definieron la selección de las ocho obras ganadoras, cuyas temáticas se cruzan y, además, recrean imágenes conocidas en un proceso de ‘apropiación’ para cargarlas de nuevos sentidos, desde voces emergentes en el arte contemporáneo, donde casi todos —excepto el lojano Emilio Seraquive y el ambateño David Celi, quienes recibieron mención de honor— son parte del proceso de formación que afianzó el Instituto Superior Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE), durante más de 10 años de existencia en la ciudad.

Leonardo Moyano recibió el segundo lugar por su propuesta Ciudadela, trabajada en acrílico sobre lona. El artista recibió una suma de $ 6.000.

Este año, el primer lugar del Salón de Julio lo recibió —al igual que en la edición anterior— Jorge Morocho (Guayaquil, 1993), egresado de artes visuales del ITAE y que actualmente cursa su licenciatura en la Universidad de las Artes. ‘Karla, Otis III y Dexter Redding’ es parte del núcleo de producción de Morocho, enfocado en la reconstrucción de imágenes de cantantes de soul y centrado en el músico Otis Redding, también reconocido como el ‘King Of Soul’. Esta temática se repite en ‘Los dientes de Chet B’, la obra que recibió el primer lugar en la edición anterior del mismo certamen, en la cual rememora la forma en la que el trompetista Chet Baker perdió su vida.

La obra de Morocho inicia desde escenas cinematográficas que forman  parte de la historia del arte. En el cuadro, dedicado Otis Reding, juega con la temporalidad de la representación visual, en un pequeño televisor que está en la cómoda de la sala del hogar. “Replantea el género de naturaleza muerta en una sutil codificación donde lo cotidiano y lo mediático se entretejen en una suerte de figuración casi fantasmal”, dice el acta del jurado.

El segundo y tercer lugar lo recibieron Leonardo Moyano y David Orbea, respectivamente, integrantes del colectivo de arte Los Chivox. ‘Ciudadela’, el trabajo premiado de Moyano, está anclado en el proceso que lleva como integrante del colectivo: su búsqueda parte del recorrido a la urbe, a la fijación sobre las construcciones que se van desintegrando y develando parte de su pasado, en contraste con el modelo de la ‘regeneración urbana’. En su obra, trabajada como un políptico (pintura dividida en múltiples secciones), hay fragmentos de construcciones mixtas que, desde la esquina izquierda son vigiladas por un panóptico. Aquel objeto de observación está por encima de ellas, las sobrepasa.

Orbea, en cambio, alejado del proceso de ‘vagabundeo’ y el registro de los elementos de la ciudad que pueden ser redescubiertos a través del arte, presenta en ‘Air Force One (Boyeros)’ una reconstrucción de la visita de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos a Cuba, con la que se prometió terminar el bloqueo comercial a la isla que gobiernan los hermanos Castro.  

En su cuadro, Orbea trabaja la imagen mediática del avión estadounidense irrumpiendo en Boyeros, un pueblo de Cuba. Elimina elementos originales para crear continuidad y logra “desbordar la apariencia decorativa en una suerte de ‘camuflaje’ de los acontecimientos”, señaló el jurado en el acta de premiación.

En la sala se combinan los trabajos de estos artistas que comienzan a producir y que recibieron los primeros lugares con la selección de obras de otros procesos artísticos más maduros, como es el caso de Dennys Navas, que como finalista presentó su obra ‘Nevados Móviles’, o de Raymundo Valdez, que obtuvo una de las tres menciones de honor por su obra ‘B-29, BOCKSCAR’.

Para Navas, que el ITAE siga dominando la propuesta del salón es el resultado del proceso de trabajo como la “única institución en la ciudad que formaba artistas con una conciencia crítica y sólida. Los estudiantes nativos de la Universidad de las Artes, por ejemplo, sobresaldrán en estas convocatorias si es que el proceso que lleva la institución lo permite”.  

Agrega que el contraste que hay entre las obras que están dentro y fuera del  Salón  evidencia su necesidad por renovarse. Para Navas el reconocimiento que entrega este certamen debería repensarse como pasó con el Mariano Aguilera, en Quito: el dinero (o aporte económico) se entrega como parte de un proceso de trabajo que fomenta la producción e investigación del artista. Además, considera que el proceso debería transparentarse para revisar, por ejemplo, cómo fueron seleccionadas las obras, o por qué solo el trabajo de una mujer (Carla Contreras) está en la muestra. (I)