Río de Janeiro, Brasil.- Vinicius de Moraes, el sublime poeta y el hombre de pasiones viscerales de cuyo nacimiento se cumplen ahora cien años, dedicó su vida a la persecución del amor y la felicidad y le regaló al mundo la Bossa Nova, un género que moldeó la identidad de Brasil.

El lirismo y la vitalidad que se desprenden de su obra impregnaron a sus contemporáneos, cambiaron la ruta de la producción musical del país e influyeron en el modo de encarar la vida de varias generaciones de brasileños, que hoy recuerdan a su autor más universal, fallecido en 1980.

Impulsivo, pasional, vividor y seductor, Vinicius se casó con nueve mujeres de las que se enamoró perdidamente y de las que luego se separó cuando se desvaneció el hechizo, con la excepción de Gilda de Queirós Mattoso, su última compañera, con la que se desposó en 1978, dos años antes de su muerte.

Su amor por las mujeres lo plasmó de forma inolvidable en la Garota de Ipanema (La chica de Ipanema), canción que compuso en 1962 junto a su amigo Tom Jobim, con un vaso de whisky en la mano, acodados en la mesa de un bar de su Río de Janeiro natal, desde donde veían pasar a una bella joven de 15 años camino del mar.

El whisky, su bebida, corría en abundancia en las famosas reuniones de artistas, intelectuales y bohemios que Vinicius organizaba casi a diario en su casa del barrio carioca de Jardín Botánico, en los años 60. Esas fiestas aglutinaron talentos de la música brasileña como Toquinho, João Gilberto, Baden Powell o el propio Tom Jobim, algunos artistas con los que Vinicius colaboró en sus mejores composiciones.

Ese estilo de vida poco ortodoxo y sus ideas políticas de izquierda, desagradaron a los militares que gobernaban en Brasil en esa época y le costaron la expulsión del cuerpo diplomático en 1969.

Hasta entonces, Vinicius desempeñó altos cargos en las embajadas y consulados brasileños en París, Los Ángeles y Montevideo, que alternaba con huidas a Río de Janeiro para realizar conciertos, en los que -obligado- vestía traje y corbata.

La crítica literaria de la época tampoco toleró bien su estilo de vida y por ello lo llamaron “poetinha”, un apelativo con el que todavía hoy se lo conoce de forma cariñosa en Brasil, pero que, según expertos, esconde cierto desprecio hacia su obra. “Su personalidad opacó su poesía. Se pensó poco en la calidad de sus textos, se vieron de forma superficial”, dijo Eucanaã Ferraz, experto en la obra de Vinicius.

Tres décadas después de su muerte, Vinicius es reconocido como uno de los mejores sonetistas de Brasil, con un dominio incomparable de la métrica y una habilidad para conjugar lo erudito y lo popular.

Publicó cerca de 400 poemas, varias obras de teatro, de prosa y crítica de cine, además de componer unas 250 canciones por las que ganó fama y reconocimiento mundial.

La dualidad entre lo erudito y lo popular, en especial de la cultura negra, se plasmó en su obra dramática Orfeu da Conceição, una adaptación del mito de Orfeo a la realidad de las favelas cariocas, que sacudió la conservadora sociedad brasileña de los años 50  y que fue adaptada al cine en la oscarizada Orfeu Negro.

Vinicius procedía de una familia de clase alta y fue educado en un colegio elitista, pero bebió de la cultura negra en los locales de samba de los bajos fondos de Río.

Él mismo se declaró como “el blanco más negro de Brasil” y llegó a crear un estilo musical, junto a Baden Powell, que sería llamado afrosamba, debido a sus raíces negras.

Pero fue la Bossa Nova el género que lo catapultó y que nació en 1958 cuando Vinicius y Tom Jobim crearon Chega de Saudade, una obra maestra que sigue de moda en Brasil.