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Una nueva generación se toma el ‘Cerrito de Cuentos’

Jenn Navarrete (foto)integra la Sub 15 de narradores de la Corporación Imaginario. Es parte del Encuentro de Narradores junto a otros 4 niños. Foto: Carina Acosta/El Telégrafo
Jenn Navarrete (foto)integra la Sub 15 de narradores de la Corporación Imaginario. Es parte del Encuentro de Narradores junto a otros 4 niños. Foto: Carina Acosta/El Telégrafo
26 de agosto de 2014 - 00:00 - Redacción Cultura

Contar cuentos no es una materia que se aprenda en la escuela, tampoco una especialización posible en el colegio, ni una profesión en la universidad. Para Jota Villaza, el mayor cuentero de Medellín, serlo es darle continuidad a las historias que se viven, a las que se heredan y a las que quisiéramos escuchar.

En este oficio se inscribe la placa la undécima edición del  Encuentro Internacional de narradores orales, ‘Un cerrito de cuentos’. Esta se realizará en 3 ciudades del país. Ya pasó el fin de semana por Quito. Del 24 al 31 de este mes hará lo suyo en Guayaquil y cerrará, del 1 al 4 de septiembre, en Cuenca.

Este año los cuenteros llegaron de España, Colombia y Costa Rica; además se integran a la narración los niños de distintos colegios de Guayaquil que se han formado en el oficio para continuar con esta tradición.

¡En sus marcas, listos, fuera!

Con una docena de bicicletas pedaleando desde el Centro Cívico hasta la Playita del Guasmo arrancó el festival en Guayaquil. En el primer día, los personajes principales de la narración cuentera fueron los niños.

Los 5 estudiantes que integran la Sub 15 de Corporación Imaginario hicieron a los niños de la localidad dejar sus actividades frente al televisor y sumarse a sus historias.

Sin que nadie lo anuncie salta al frente Jenn Navarrete, un adolescente de 13 años que integra desde 2012 la beca de la Corporación Imaginario. Se enmarcó en las enseñanzas de teatro y narrativa que ofrece esta corporación luego de participar por el colegio Luis Noboa Ycaza en un concurso de oratoria. Esta vez cuenta la historia aprendida de un ‘ratoncito’ que por curioso se topa con una ratonera ‘enorme’ y a pesar de que va en busca de ayuda, no la consigue.  

Jenn es un amante de la lectura y como buen cuentero, también escribe sus historias. A veces las borra porque no son tan buenas. Asegura que para construir una que valga la pena necesita tener claro cuáles serán sus personajes principales, luego los escenarios que se necesitarán, además, el carisma y el personaje son cuestiones de rigor. Pero asegura que “todo viene de la imaginación porque crear un cuento sin ella va a desencadenar en un relato aburrido”.

Los cuentos siguen y cada vez hay más niños en la plataforma que se asienta frente a la playa. Melina Fuentes cuenta la historia de un patrón que por jugar con su empleado Juan no anticipa una catástrofe con la cosecha de maíz. Melina es delgada y no puede evitar que su sonrisa se ensanche al límite de su rostro cuando habla de contar cuentos. Está convencida de que la sabiduría se encuentra en los libros, “que se puede pasar toda la vida sin estudiar, pero cuando uno lee aprende de todo, hasta lo que los adultos no saben”, dice.

Al igual que su hermana gemela, Melany, empezó a contar cuentos en 2011 con talleres y concurso. Posteriormente, a este proceso se integraron William Piña y Luisa Flores.

Pero entre los cuenteros que llegaron a la inauguración del ‘Cerrito de cuentos’ también está Jota Villaza, de quien fuentes próximas -su hijo Jacobo Villa- aseguran que es el más grande cuentero de Medellín.

Con los aplausos de sus acompañantes Jota se pone frente al escenario y a pesar de ser el mayor de los cuenteros de esta ocasión, se gana las risas de todos. Su relato es de la infancia y la leyenda de la mano peluda, una amenaza materna para que deje de pelear con su hermano.

Jota se dedica a contar historias y considera que hacerlo tiene que ver con la infancia, pues desde chiquito supo que quería ser artista. “Vivía en un barrio popular con calles polvorientas y espacios para jugar, pero tenía una hernia que no podían operar y tenía prohibido correr, jugar y era una cosa terrible porque mis hermanos me usaban como juguete para lanzar por el barranco”, recuerda.

Entonces, su mayor diversión eran los cuentos que su madre le contaba, y es que ella -asegura Jota- tenía una historia para cada travesura. Jota, más que asustarse con las amenazas -aunque sí lo hacía- estaba fascinado y sentía la necesidad de salir a contárselas a otros niños. Estudió para ser docente y desde que se retiró de la educación formal es un cuentero a tiempo completo.

En Medellín tiene un teatro y trabaja con niños. Desde esa plataforma se ha enfrentado al trabajo duro de ganarse un reconocimiento ante la gente que cuestiona “un teatro de cuenteros que, además, cobra por contar cuentos si en cada esquina se puede encontrar uno”, dice Jota.

Su hijo, más conocido como ‘hijuejota’, a los 11 no tiene temor de contar las historias que le ha contado su padre frente al público, por más extraño que sea. La decisión la tomó a los 5 años, cuando vio a otros niños contando cuentos y se dijo a sí mismo “si otros pueden, yo que soy el hijo del más grande cuentero de Medellín por qué no lo voy a hacer”.  

A diferencia de Jota, él ya no cree ni en la mano peluda, ni en el diablo. “No es que al diablo ya le da miedo aparecerse, porque imagínese que un día se le apareció a un niño y al rato estaban tocando la habitación de la puerta de ese muchachito para derrumbarla. Cuando la abren estaba ‘el diablo’... Señora, el niño me quitó el tenedor -decía el diablo chillando-”, cuenta ‘hijuejota’.

Mañana las historias del ‘Cerrito de cuentos’ siguen manteniendo su eco en el MAAC de Guayaquil, a partir de las 20:00.

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