Ecuador, 27 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Sandrine o la potencia de la mímesis actoral

Sandrine o la potencia de la mímesis actoral
27 de junio de 2013 - 00:00

Ganadora del premio César como Mejor actriz promesa y como Mejor actriz principal, compañera de reparto de los principales actores franceses -trabajó junto a Gérard Depardieu y Sophie Marceau en “Police” (1985)-.   
Se trata de la actriz y directora Sandrine Bonnaire, que en el Festival Eurocine 2013 es el eje de la sección En Foco con tres filmes en los que actúa y su documental debut como directora, “Elle s’appelle Sabine” (Su nombre es Sabine), un retrato sensible de Sabine Bonnaire, una joven mujer autista de 38 años, hermana menor de la actriz, y la persona más cercana a ella.

Aunque es difícil encasillar o describir a Bonnaire desde solo uno de sus roles, más que hacerlo desde el que le valió el premio César como actriz promesa, en la película de Maurice Pialat “A nuestros amores” (1983), es más idóneo hacerlo desde su primera colaboración con el afamado director Claude Chabrol.

Fue en 1995 que dio vida a la eficiente pero fría y calculadora Sophie, un ama de llaves analfabeta, que compartió protagonismo con Isabelle Huppert y Jacqueline Bisset en el film de Chabrol “La Ceremonia”. Así fue merecedora de la Copa Volpi.

Y es que no solo los premios parecen definir la calidad actoral de Bonnaire, sino su comprometida actuación en cada uno de los filmes en que participa, en los que muestra no solo la capacidad de mimetizarse con cualquier historia que le ponga al frente sino convertirse por completo en los personajes a los que da vida.

Bonnaire se define por su capacidad de mimetizarse con cualquier historia que se le ponga en frente.Precisamente estas cualidades de gran actriz, reconocida por no haber parado de actuar desde su debut a los 15 años siempre en filmes de autores franceses e internacionales, la han convertido en una de las favoritas del público y de la crítica.

Ningún papel pareciera ser complicado para Bonnaire, considerando en especial el caso de Sophie en “La Ceremonia”, una joven sirvienta afable y amigable en un inicio, pero siempre capaz de incurrir en  tretas para evitar que se descubra el oscuro secreto de su analfabetismo.

Y no es fácil decir que la Sophie de la actriz sale airosa ante la exigente y glamorosa patrona  encarnada por Jacqueline Bisset y la malvada y humilde trabajadora postal encarnada por Isabelle Huppert, considerando que es esta última la que lleva a Sophie a redescubrir su lado más oscuro y actuar  acorde a su supervivencia y primacía ante los de la clase alta a los que siempre ha servido diligentemente.

Las escenas entre Bonnaire y Huppert dotan al reposado filme del maestro Chabrol de una naturaleza más que artística de realidad inventada solo para los ojos del espectador, llena de belleza y fatalidad, pero no por ello menos real.

Es en su trabajo con Chabrol donde Bonnaire logra desprenderse de la clásica etiqueta de la niña prodigio del cine francés, ganada porque empezó como extra en comedias y en 1982, a los 15 años, fue descubierta por Maurice Pialat, director, guionista y actor francés, quien la contrata para hacer  el papel de su hija, en “A Nos Amours”.    

Allí, en “La Ceremonia” y en la piel de Sophie, demuestra que su cuerpo de apenas 1’67 contiene un gran talento, casi inmensurable, demostrado en el trabajo de su rostro que permanece rígido y casi inexpresivo durante la mayoría del filme, mientras que su dominio y presencia escénica son capaces de hacerle a cualquiera que se olvide que quien la acompaña en múltiples escenas es Isabelle Huppert.

Son los detalles que Bonnaire comunica con su cuerpo los que comunican más que sus diálogos...La gestualidad, la kinésica y la proxémica que maneja Sophie son los elementos semióticos que definen y redondean su verdadero sentido, su naturaleza, y la separan de ser considerada al menos el referente de la criada perfecta que se fue por el mal camino.

Hay mucho más que descubrir en las constantes escapadas de Sophie para comer chocolate, ver televisión o buscar el modo de que le lean instrucciones dejadas por sus patrones, en ellas hay una cierta verdad de una joven que nunca permitirá que se escurra un poco de debilidad por su poros y peor aún dejará que alguien encuentre un gramo de flaqueza en su duro carácter.

En cuanto a los diálogos de “La Ceremonia” son de suma importancia los constantes “Yo no sé, creo que sí” de Sophie para aceptar que se trata de una persona que cimenta su vida en el servicio perfecto y a la vez en la templanza y la fortaleza de alma y espíritu.

Raro porque al chantajear a Melinda, la hija del patrón, con revelar su embarazo no planificado si ella dijera a alguien que Sophie es analfabeta no demuestra ser sino lo contrario a estas dos virtudes cardinales, flaqueza e inclemencia; se entrega a sus oscuros deseos y a los placeres que poco a poco ocupan más espacio en su vida cotidiana.

Mediante Sophie se nos revela a una Sandrine Bonnaire, colaboradora incansable de los más importantes directores de su país, como Patrice Leconte, Agnès Varda, Jacques Doillon, Jacques Rivette, André Téchiné o Claude Chabrol, siempre con humildad y a la par imponiendo su fuerte carácter por ser también ella la que brille en el reparto.

Otra clave para entender a Sophie y por ende a Bonnaire es el significado de cada una de sus miradas, las que en “La Ceremonia” hacen más comprensible o emocionalmente intenso un momento determinado como las conversaciones entre Sophie y el patrón o cuando la trabajadora postal acoge al ama de llaves caída en desgracia y ella le sirve un café mientras la primera fuma.

Son las pequeñas cosas que Bonnaire comunica con su cuerpo las que comunican más en los diferentes filmes en los que ha participado. Una mirada perdida o los llamados ojos punzantes dotan a Sophie de matices y una dimensionalidad que rebasa lo captado en cámara bajo las órdenes de Claude Chabrol.

No hay que negar que Bonnaire haya alcanzado su estatus como estrella del cine francés debido a la seriedad con la que asume no un personaje sino una vida determinada bajo las órdenes de los principales directores franceses, sobre todo. La realidad es que con rigurosidad domina con simple movimiento de sus manos o una inclinación de cabeza a cualquiera de las situaciones que se le presenten a los personajes que interpreta.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Social media