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El Telégrafo
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‘El Príncipe de los canallas’ es el primer libro de relatos del autor del poemario ‘crónico’

Pedro Gil hace un retrato de la marginalidad (Galería)

El poeta Pedro Gil lee uno de los poemas que contiene su último libro de cuentos, El Príncipe de los canallas, bajo el subtítulo de ‘bonus track’. Foto: Marco Salgado / El Telégrafo.
El poeta Pedro Gil lee uno de los poemas que contiene su último libro de cuentos, El Príncipe de los canallas, bajo el subtítulo de ‘bonus track’. Foto: Marco Salgado / El Telégrafo.
06 de diciembre de 2014 - 00:00 - Redacción Cultura

Una noche terrible Pedro Gil (Manta, 1970) recibió 17 puñaladas  que le dejaron una pierna que cojea y la antología poética cuyo título es casi una herejía, un testimonio desgarrador de supervivencia: 17 Puñaladas no son nada (Mar Abierto, 2012).

Los 9 cuentos que contiene El Príncipe de los canallas (2014), su último libro, son implacables y están escritos en torno a un cúmulo de recuerdos que conserva su autor. Se sitúan, al igual que sus versos más destacados, en los turbios pasillos de hospitales psiquiátricos, en cabarés que pueblan alcohólicos y drogadictos y en los recovecos marginales de Manta.

La prosa de Pedro Gil se distingue de la de otros poetas que han hecho narrativa porque en lugar de ser una especie de desahogo sentimental de seres extasiados, inmaculados y satisfechos con sus vidas, responde a su vida llena de azares.

Para el escritor Marco Antonio Rodríguez, quien presentó el texto en el Café Libro de Quito junto al poeta Iván Oñate, el 18 de noviembre pasado, Gil “es el mayor poeta de su generación”.

El autor de Historia de un intruso destaca, en un juicio crítico, que «La vitriólica mofa de Pedro Gil —a contracara a veces subyacendo en otras— la enfila hacia esos diosesillos ambulatorios que fungen de poetas o escritores, y van y vienen por cenáculos y certámenes ahítos de vanidad y vacuidad, aunque también la esparce —agua bendecida por todos los demonios— sobre la vida y la muerte, el amor y el olvido, la paz y la guerra, la tierra y el sueño, la justicia y la miseria, la fe y la esperanza, el hombre y la mujer, Dios y la fe y otras hierbas malsanas...».

El Príncipe de los canallas muestra periplos inconclusos y fugaces de personajes con nombre de celebridades como los actores John Travolta, Marlon Brando y Charles Bronson, entre paradojas callejeras que culminan con el epílogo del cronista Juan Fernando Andrade.

Fragmento de ‘Mata para que te respeten’, relato de Pedro Gil

«Uno.

Marlon Brando está en joda. Flaquísimo, sin imaginación y sin plata. Realmente está en joda. Sus brazos, que un día fueron marineros están tatuados: en el derecho, un rostro de Cristo, abajo una leyenda que reza: CONTIGO SIEMPRE y en el izquierdo un pésimo dibujo del rostro del Diablo, CONTIGO A VECES. Ambos tatuajes lucen arrugados.

Hoy cumple seis meses sin pagar el alquiler de la pensión y no es esta deuda ni la flacidez de su estómago, ni la falta de mujer —eso ya no lo aflige— es algo más, algo que no entiende. Mañana tras mañana, la señora Mataporgusto, le estira la mano en un gesto de cobranza, diciendo sin decir, “págame hijueputa”.

—Dame lo mío, dice esta vez.

En realidad estas palabras van dirigidas como una propuesta de sexo. Marlon lo sabe y se hace el gil.  Ninguna idea se le ocurre para el inicio de la novela que arma mentalmente, pero que no logra plasmar en papel. Claro, regresó a Guayaquil a escribir una novela, luego de divorciarse, dejar el mar y la vida pendenciera».

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