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Maria João Machado, pasión por el cine luso

Maria João Machado vive desde hace diez años en Buenos Aires, donde hizo un posgrado en Gestión Cultural.
Maria João Machado vive desde hace diez años en Buenos Aires, donde hizo un posgrado en Gestión Cultural.
Marco Salgado / EL TELÉGRAFO
28 de agosto de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

Se llama Maria Juan y es una de las mayores promotoras del cine luso en América Latina. Nacida en Cartaxo, Portugal, en 1981, a Maria João Machado la nombran desde este otro lado del Atlántico como Maria porque decirle Juan implica que ella y tres chicos más regresen a ver.

En la terraza del hotel donde se hospedó durante su visita a Quito, hace dos semanas, aparece despejado el volcán Pichincha mientras el viento de verano sacude con fuerza el pañuelo verde que  João lleva amarrado en su maleta. Se trata del símbolo de lucha por la despenalización del aborto en Argentina, país donde reside desde hace diez años y donde se ha establecido académica, laboral y sentimentalmente.

Aun cuando esa histórica ley que despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo fue rechazada por un reaccionario Senado, João reconoce, con una serena sonrisa que la acompaña siempre,  “que estamos viviendo un momento bisagra”.

“Fue una semana muy intensa, la ley no salió, pero ya será aprobada, estoy segura.  Fue un momento de mucha unión, estaban mujeres y hombres, muchos jóvenes, eso me impresionaba. A la  calle salían jóvenes desde los 14 años y esto hará que el mundo vaya cambiando”, dice Maria João con notable acento porteño horas antes de dialogar con el público quiteño sobre las películas que  participaron en la Tercera Semana de Cine Portugués (TSCP), un festival al que ella dio origen e impulsa.

Este encuentro fílmico arrancó hace seis años en Buenos Aires, en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), y ha sido repetido en otras cinco ciudades del continente: Montevideo, Santiago de Chile, Bogotá, Ciudad de México y Quito –en la capital ecuatoriana quienes coordinan el festival son Tomás Astudillo y Pedro Orellana–.

João, quien además es cofundadora y productora de la distribuidora de cine Vaivem, recuerda que la Semana del Cine Portugués empezó de  manera informal, “de hecho esta es una plataforma no profesional, complementaria a otras labores, pero para mí es vital. Hasta ahora yo traduzco las películas, gestiono textos, es un trabajo muy artesanal. También creamos un Festival de Cine Argentino en Lisboa y ya vamos por la cuarta edición”.

Los tres momentos del cine luso
Portugal vivió durante 48 años una dictadura que terminó el 25 de abril de 1974, cuando se dio la llamada Revolución de los Claveles, una revuelta pacifista hecha por militares en complicidad con el pueblo luso. Desde esa fecha hasta los años ochenta, Portugal se despertaba ante una nueva realidad, empezaba a  vivir la democracia, pero ese periodo, para el cine, fue un “momento acéfalo”.

En los años sesenta, Portugal había tenido un momento de oro en el cine con figuras como António Reis o Paulo Rocha, realizadores que bebieron de la nouvelle vague.  “Durante la dictadura militar, los cineastas que no se exiliaron tuvieron un poco la intuición de seguir lo que pasaba en términos estéticos en Europa, pero en especial en Francia”, dice João.

Desde ese momento, sin considerar el vacío de los años ochenta, Maria João precisa que el cine contemporáneo de Portugal se divide en tres momentos.

El primero se ubica en los año noventa, cuando surgen cineastas como João Canijo, que estuvo representado en la TSCP con dos películas: Diário das Beiras y Portugal, um dia de cada vez.

La primera película proponía un viaje por la región de las Beiras con sus casas, cafés, calles y personas que habitan allí, mientras que la segunda, en el mismo tono, es “un díptico que refleja al Portugal profundo”.

Además de Canijo, también resalta la figura de Pedro Costa, cineasta que desde hace 20 años trabaja con los habitantes de dos barrios populares  situados en las periferias de Lisboa, Fontainhas y Casal da Boba. Por ello sus películas operan como trabajos de antropología visual, como ensayos fílmicos.

Teresa Villaverde es otra realizadora que destaca en esta generación y que también estuvo representada en la TSCP con Colo, película que habla de la crisis profunda que vivió Portugal desde el 2010.

Al respecto, João dice que en los  diez años que vive en Argentina, siente que las idiosincrasias son muy distintas en relación a Portugal.

“Aquí, en América Latina, hay países que lidian con la pobreza, con la ausencia de recursos de una manera que incluso es parte de su identidad; la brecha social es grande, pero en Portugal no era así. Desde que entró a la Unión Europea, en 1986, mi país estuvo sostenido por una red, pero desde 2010 se dio una gran crisis, las personas pasaron hambre, fue algo inédito y muy duro”.

João remarca que todos estos realizadores tienen un cine muy distinto entre ellos: Pedro Costa aparece con un realismo más puro, duro, que juega con los recursos del ensayo; o João Canijo, que empezó con una base en el melodrama y la ficción, ahora está metido en el documental, indagando en el Portugal rural, con trabajos en los que deja que la cámara ruede para obtener planos largos, de mucha observación.

En esta etapa también resalta João Botelho, con películas históricas, en las que se visita a una Portugal más distante, de inicios del siglo XX. En la TSCP, de Botelho se presentó O Cinema, Manoel de Oliveira e Eu (El Cine, Manoel de Oliveira y yo), que opera como homenaje al cineasta fallecido en 2015.

Un cine contemporáneo
La segunda etapa del cine luso corresponde al año 2000. Ahí resaltan las figuras de Miguel Gomes, que el año pasado estuvo presente en el festival con Las mil y una noches, aun cuando su película más comentada fue Tabú.

“Gomes empezó con un documental que coqueteaba con la historia de pueblos, con Aquel querido mes de agosto, pero en Tabú bebe del cine mudo, es un visitar al pasado colonial portugués, con fotografía hermosa. Luego Las mil y una noche es un ensayo, tiene un pie en el documental y Miguel habla directamente de la crisis de  2010, cuando se cerraron fábricas, hubo desempleados, las personas perdieron sus casas y no tenían para dar de comer  a sus hijos”.

En esta fase aparece el nombre de João Pedro Rodrigues, quien bebe del cine noir y cuyo lenguaje estético divide opiniones por el riesgo de sus propuestas, como en El ornitólogo, una película que ha sido definida como western queer, en la que un  hombre que está en la naturaleza debe sortear una serie de dificultades.

El tercer momento del cine portugués, el más contemporáneo, estaría ubicado desde el año 2006, con Salomé Lamas, Gonçalo Tocha o todo el equipo que conforma Terratreme, una productora conformada por seis cineastas en  la que todos participan en la ejecución de las películas.

“Todos los directores portugueses, si haces un panorama del cine actual, proponen una conversación con la historia del Portugal reciente, pero también hay una transversalidad de géneros: el documental siempre está metido con la ficción, hay una fotografía muy marcada y la presencia de la música, que es algo menos  hablado, es muy fuerte. En el cine de Miguel Gomes, y en especial de João Pedro Rodrigues, la música funciona como paréntesis diegético, como un aporte lúdico a la dramaturgia”.

Para Maria João, por ejemplo, el punto más alto de la TSCP fue la cinta La Fábrica de Nada, codirigida por Pedro Pinho con Terratreme, productora que estuvo involucrada en el guion, la filmación, el montaje y ganó varios premios en edición.

 “La Fábrica de Nada habla  de ese momento tan neurálgico que vivió Portugal hace ocho, siete años, con el cierre de fábricas. Así, un grupo de trabajadores se juntan para pensar qué harán con la fábrica que va a cerrar y todo se desarrolla desde un punto de vista muy marxista, de preguntarse cuál es el futuro del trabajo actualmente, pero desde un lugar lúdico, es fantástica”, concluye João, quien  a través de Vaivem ha permitido que a varias ciudades de América Latina llegue el cine portugués más crítico y radical estéticamente. (I)    

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