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La tierra canta desde su corazón

La tierra canta desde su corazón
22 de junio de 2013 - 00:00

Le quedan pocas horas al mandato del silencio sobre Quito y el viento de las 4 de la mañana congela la piel pero no el aliento. Por las desoladas calles titilan las sirenas de las patrullas policiales. Grupos de ciclistas avanzan por la avenida 6 de Diciembre, dejan atrás la Casa de la Cultura Ecuatoriana y, tramo a tramo, se aúnan a su ruta autos y personas que, igualmente, se dirigen a la loma del Itchimbía.

Los ciclistas pisan fuerte el pedal para superar la cuesta que ingresa al parqueadero del Centro Cultural Itchimbía. Confundidos con las sombras, ascienden al centro por las largas escalinatas mientras contemplan un cielo negro al que le corta una difusa línea color pan en las lejanas montañas del norte de Quito. Tienen los rostros sudorosos y se admiran, a través de las traslúcidas paredes del edificio, de la concurrencia. “Hay full gente, eso no me esperaba”, dice una chica.

El Palacio de Cristal del Centro Cultural Itchimbía acogió la madrugada de ayer la primera interpretación de la obra musical “Canción de la Tierra del Mundo Andino”, compuesta por Mesías Maiguashca, tres actos en un solo concierto: la reinvención de “Canción de la Tierra” de Gustav Malher (1860-1911); la celebración del Inti Raymi y una invitación a imaginar. El evento fue ideado por Maiguashca para realizarse de cinco a seis de la mañana, los días 21 y 22 de junio en que inicia el solsticio de verano.

Alrededor de 300 personas coparon el Palacio de Cristal. La orquesta fue distribuida en ocho sectores, estos puntos rodeaban a la instalación de un tótem situado en el centro. Algunos se sentaron en las sillas colocadas en torno al tótem, otros usaron el suelo como futón y el resto caminaba rumbo a los sitios de donde provenían los sonidos.

“Canción de la Tierra”: Reinvención

El compositor quiteño Mesías Maiguascha realizó una función insólita en el mundo de la música. Según él, en Latinoamérica vivimos y asimilamos los restos de una colonización europea que nos ha impuesto un modo de percibir el mundo “a lo occidental”. Su propósito consistió en tomar la obra de Malher para representarla desde el enfoque del mundo andino, tanto de los antepasados como del contemporáneo y resignificar con la llama del sonido la sensibilidad con que entendemos la naturaleza, el ser y el tiempo.

Así se valora a la Pachamama, madre Tierra, y se conciben tres niveles de existencia: el de arriba o Hanan-Pacha, el de aquí o Kay-Pacha y el de abajo o Uku-Pacha. “Nos habla también del tránsito temporal del ser humano entre ellos, ciclo que al repetirse continuamente formaría un proceso representable como una vibración”, explicó Maiguashca.

Por este motivo, el montaje del concierto linda, incorpora y fusiona la música con la instalación artística, la performance y la interacción del público, que al unirse en el acto ingresa a una actividad ritual donde lo sagrado tiene la forma de la contemplación del amanecer dorado, y las combinaciones de actos artísticos instalan una visión renovada de la estancia humana en el mundo.

Además, se eligió la loma del Itchimbía que en la antigüedad era un cementerio indígena, para conferir el simbolismo de entierro de sensibilidad y pensamientos arbitrarios que rigen los sentidos, el comportamiento y la energía.

Inti Raymi e Imaginación

El evento se realizó el 21 y 22 de junio, ya que coincide con la celebración de la fiesta andina del sol, mejor conocida como Inti Raymi y se efectuó en la mañana porque aportaba un carácter estético a la descomunal intención musical y comunicacional de rediseñar la sensibilidad de los oyentes que, en un momento del recital, fueron invitados a ulular junto con los cantantes y en ese coro de voces la canción encarniza el concepto de unicidad que para las culturas ancestrales indígenas es el paso siguiente a la muerte. En la fiesta del sol existen unos curanderos: son los yachas, que cultivan y sanan el alma; Mesías Maiguashca, constituye un curandero sonoro.

Jorge Oviedo dirigió el acto musical en que se interpretaron diecinueve canciones que emulaban el ruido urbano, el paisaje seco, el rumor de la cordillera, el borboteo del agua, las “vibraciones de la conciencia”, etc. En “Canción de la Tierra del Mundo Andino” participaron la Orquesta de Instrumentos Andinos, la Banda Sinfónica Metropolitana de Quito, el Coro Mixto Ciudad de Quito con seis voces femeninas y seis masculinas.

Al final de la jornada, cerca de las nueve de la mañana se ofreció una pambamesa: un festín gastronómico para los asistentes. Mientras la mañana aclaraba la hierba y los cascos arquitectónicos, el público se iba con una desazón de no saber qué pasó y esa sensación se parece a cuando se ve algo desconocido, las mentes también amanecieron.

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