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El Telégrafo
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La cadena de valor del libro es difusa

La cadena de valor del libro es difusa
23 de abril de 2012 - 00:00

Xavier Michelena es uno de los pocos editores del país. Entre sus visiones encuentra que la cadena de valor del libro en Ecuador es difusa. Analiza al texto, al autor y al lector dentro del circuito editorial.

¿Cómo ha llevado su tarea de editor de libros en un país con industria editorial incipiente?

Diría que con mucha constancia, con mucha paciencia y gran dosis de esfuerzo. Ecuador no es precisamente un país donde el libro sea algo esencial o masivo.

La labor del editor en el Ecuador es difícil por los costos, ¿cómo vive el día a día?

Creo que se complica un poco en el contexto en  que se desarrolla nuestra labor; pero diría, no es un contexto distinto al que se ve en América Latina. Muchos editores peruanos, colombianos, mexicanos, chilenos enfrentan dificultades similares. Quizá es distinta la realidad de países como Argentina o Uruguay, que tienen mayor tradición lectora.

Porque hay que partir de esto: el libro no vive un ambiente ideal. Si no somos una sociedad lectora, ya de arranque partimos con un peso que no nos permite avanzar. Creo que hay que hacer un esfuerzo grande como sociedad para estimular la lectura, para difundir el libro.

Tenemos realidades como la ley de cultura, que fue una de las prioridades que se anunciaron al inicio del Gobierno y ahora duerme el sueño de los justos. No tenemos una ley del libro. No quiero que esto sea un memorial de quejas, pero todo esto complica. Ahora, si se ve el otro lado de la medalla ves que todo está por hacerse. No es como en Nueva York o España donde entrar con un trabajo independiente es complicado porque están consolidados los mercados editoriales. Hay pros y contras.

¿Cómo elige los libros y cuáles son las temáticas?

Primero está la visión de catálogo editorial. Un catálogo editorial es una obra que vas creando a lo largo del tiempo. No es algo que crece de manera inorgánica o por capricho.

Te planteas qué quieres hacer como una editorial. Nosotros hemos elegido tres campos muy definidos: literatura, periodismo y ensayo; eventualmente las bellas artes.

También decía, como labor profesional, ya no como catálogo editorial, por su puesto, hacemos libros corporativos, por encargo, etc.

Fuimos los primeros en publicar a Leonardo Valencia, cuando prácticamente era desconocido en Ecuador. Hemos apostado por el libro del periodismo, que realmente es un ave solitaria en el panorama editorial ecuatoriano.

Nuestra colección de periodismo “El oficio de contar” se creó justamente para darle un espacio, para que el periodismo pueda desarrollarse más tanto en amplitud como en profundidad. En el caso de la literatura, la exigencia es la calidad. En eso sí somos intransigentes. Es decir, si un libro no te aporta algo distinto, algo por lo que valga la pena que el lector haya entregado su dinero y su tiempo, no lo publicamos.

¿Qué pasa cuando se incluyen en el catálogo editorial libros que se contratan por encargo, que no pasaron por su selección, si no que alguien los pagó?

Pienso que lo más importante en ese caso es no dar gato por liebre. Que el lector sepa exactamente qué es lo que le estás ofreciendo. Cuando me refiero al libro por encargo me refiero a los libros institucionales que se hacen exactamente con el mismo rigor, con el mismo cuidado y buen gusto. No son libros que van a entrar al mercado.

Seguramente se los vas a encargar al cliente que te contrató. Allí no le veo problema. Luego si tú sales al mercado con libros por encargo y dices que eso es de tu sello editorial, entonces ahí sí hay un engaño, porque no ha habido ningún filtro editorial.

¿Qué opinión tiene del autor que se convierte en su agente literario e incluso su distribuidor?

Hay muchas cosas que están mal. Recuerdo un tópico que tenía Jorge Enrique Adoum sobre eso: Que la literatura en el Ecuador era, más que  fruto del talento de sus escritores, fruto del cansancio.

El escritor que no tiene apoyo de una editorial o cualquier otra ayuda tiene que esperar primero terminar sus trabajos, que son los trabajos de los que vive, para que el tiempo que le sobra dedicarlo a la literatura o a lo que él quisiera hacer y luego, aparte, tiene que editarse su propio libro.

Lo tiene que llevar a la imprenta, luego promoverlo, ponerlo a comercializar. Cuando ha hecho todo eso está agotado. Esa es una de las debilidades grandes del sistema editorial y de nuestra literatura. Eso también permitió que libros que nunca debieron ser publicados estén en circulación. Mi experiencia como editor me indica que hay mucho apuro por publicar.

... No hay algo revisado...

Claro. Y hay algo de lo que hemos carecido durante mucho tiempo que es el trabajo del editor literario. Es decir, editor que trabaja conjuntamente con el autor. Y está para jugarse por el autor. Decirle: mira, esto está muy bien y se puede mejorar si hacemos esto... es un trabajo en conjunto, pero generalmente ha sucedido que el escritor trae su original y esas son las tablas de la ley, son intocables. Entonces se publica así y no hay un trabajo de por medio. Llega así un producto sin pulir.

¿Le pasó alguna vez?

Cuando me ha pasado eso he preferido no publicar.

¿Sucede con frecuencia?
Cada vez menos, pero sí.

¿Tiene que ver con que la cadena de valor del libro es difusa?

Por supuesto. Está todo el tema de la producción editorial. Luego tienes el problema de la comercialización. La realidad editorial del Ecuador es tan precaria que no tiene la figura del distribuidor. En Colombia y en España, por citar dos casos, tienen la figura del distribuidor que intermedia entre el editor y los puntos de venta. Con lo cual el editor se encarga de hacer al 100% su trabajo.

Por otro lado, ¿la lectura?

Hemos visto las pruebas del Ceaaces a todos los estudiantes que están por acceder a las universidades y ves que la comprensión de la lectura netamente no existe. Esa es la realidad de nuestro país. Entonces no es que haya más o menos lectores, simplemente no sabemos leer. Quizá ese sea un diagnóstico muy preciso de la situación de la lectura en el país.

¿Qué hay que hacer?

Pienso que es una tarea de la sociedad. Y cuando digo esto me refiero al sector público, privado, escritores, libreros.  Pero parece que no nos importa.

¿Por qué le han dado poco valor a la lectura?

Creo que es un defecto del sistema educativo. Conversaba hace  meses con un editor español. Él decía: En España estamos en una fase en que la gente lee como entretenimiento. Estamos a años luz de eso, nosotros ni siquiera leemos lo que estamos obligados a leer. Los profesores han hecho mucho daño al no presentar la lectura como un placer, sino como una obligación, como un castigo.

¿Ve la evolución en la literatura actual, en los autores que se presentan para que los publique?

Te diría que corremos el gravísimo riesgo de seguir siendo una literatura parroquiana. Veo en varios autores mucha despreocupación por informarse, desconocen su propia tradición. Es decir, la literatura no se hace en el aire, proviene de una tradición.

Veo muchos autores ecuatorianos que no leen literatura ecuatoriana. Si no partes de conocer tu propia tradición, es poco lo que puedes hacer. También están estos concursos, estos premios que se han organizado últimamente que están buscando una literatura más bien nacionalista. Lo cual no está mal per se, pero se puede convertir en una fórmula, en un facilismo. El autor se torna comprometido ideológicamente y tampoco ayuda.

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