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Fantasía sonó en la Alianza Francesa

Fantasía sonó en la Alianza Francesa
20 de enero de 2014 - 00:00

La mayoría de las personas que llegaron el viernes 17 de enero a la Alianza Francesa de Guayaquil por el recital de piano clásico y contemporáneo Fantasía Americana lo hacían por una razón y es que el pianista de la noche, Tito Cerda Llona, es un personaje que en algún momento de su vida porteña habían visto con curiosidad en las calles.

La invitación estaba hecha para las 19:30, sin embargo, la lluvia retrasó a Cerda Llona, quien con una chaqueta de gamuza negra, que disimulaba la excentricidad de su camisa, se adentró corriendo en el escenario a las 20:00.

Con el público de frente y el piano a su lado inició su Fantasía. “Todos ustedes son mis hijos que los quiero mucho, hijos de esta República tan maravillosa (...) mi madre francesa y mi padre italiano, yo soy el bisnieto de Numa Pompilio Llona”.

El recital se abrió con piezas de autores latinoamericanos del Siglo XX y contó con la interpretación de Madama Butterfly, del autor italiano Giacomo Puccini (1858-1924).

Al terminar cada una de las composiciones seleccionadas, Tito Cerda se paraba, cruzaba sus brazos en el pecho y agradecía al público los aplausos. En las últimas canciones interpretadas daba vueltas recorriendo el escenario: “está cansado”, se escuchaba entre el público hasta que en una de esas ocasiones se perdió entre el telón.

El público con las luces apagadas y sin haber recibido un programa del acto se cuestionaba si eso había sido todo. Sospechaban que no.

En su camerino, Tito Cerda Llona había dejado a un lado su chaqueta y delataba su vanidad exótica con una camisa de decorados dorados en los puños y en el pecho, cuya pieza terminaba en su cuello con una pequeña bandera ecuatoriana. Habló de su vida, de sus condecoraciones, de lo que espera para publicar su libro de poesía, siempre divagante en su discurso y sonriente.

El público lo seguía esperando, faltaban las piezas de su autoría: Luna clara en el Guayas, Bolero incaico, Capricho en el cerro del mundo, Los pájaros en Ecuador.

Cerda Llona se sentó al piano y con la misma delicadeza con la que inició su recital, volvió a danzar sus manos sobre las teclas. El público que lo estaba esperando seguía ahí, comentando su forma de tocar, extrañado de aquel personaje de la ciudad que saluda siempre con cortesía y que alza el pecho con la herencia del poeta que nombra la calle del barrio más antiguo de la ciudad, la Numa Pompilio Llona.

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