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Orwa nyrabia, productor de regreso a homs, habla sobre el documental que cautivó en los edoc

“El mundo es un lugar que podemos transformar” (VIDEO)

El cineasta sirio, de 36 años, es uno de los invitados internacionales del festival EDOC. Presentó su película en Quito, con sala llena. Foto: John Guevara | El Telégrafo
El cineasta sirio, de 36 años, es uno de los invitados internacionales del festival EDOC. Presentó su película en Quito, con sala llena. Foto: John Guevara | El Telégrafo
31 de mayo de 2014 - 00:00 - Vanessa Terán Iturralde

Es el inicio de la ‘Primavera Árabe’, en agosto de 2011, y cientos de miles de personas salen a las calles de Homs, la tercera ciudad más grande de Siria y la que con el tiempo se convertiría en el símbolo de la resistencia contra el régimen de Bashar al-Assad. Un carismático hombre muy joven, atlético y sonriente dirige la protesta. Su nombre es Abdul Basset Saroot y su única arma son las canciones con las que alienta a los manifestantes:“¿porqué traicionas a tu pueblo, soldado? ¿por qué matas a tus hermanos?”.

Se trata de una protesta absolutamente pacífica, una ola que invade al país con la convicción de que la esperanza y la alegría son la mejor manera de combatir al régimen. Basset tiene 19 años y su sueño es convertirse en futbolista profesional. Es hijo de un herrero, viene de una familia muy humilde y juega de arquero en la selección juvenil de su país, lo que le ha permitido viajar y constatar que en otras latitudes se vive con verdadera libertad. De ahí nace su impulso por buscar un cambio.

Ese momento, esa fiesta repleta de jóvenes abrazados que saltan y cantan y ríen sería la antítesis de lo que ocurriría solo unos meses después. Homs, uno de los bastiones de las revueltas, es bombardeada y sitiada por el ejército sirio. Basset pierde a cuatro de sus hermanos. El pacifismo se torna imposible:en cuestión de meses, las armas reemplazarían a las canciones y él pasaría de resguardar un arco a resguardar el frente de batalla de una milicia de rebeldes dispuestos a perder su vida para recuperar a su ciudad.

“No puedes pedir que los seres humanos se comporten como santos. Hay un límite de dolor, de pérdida y de ira que puedes soportar. Luego vas a dejar de contenerte y vas a empezar a luchar”, asegura el sirio Orwa Nyrabya, productor del documental Regreso a Homs, un retrato de la vida de Basset y sus compañeros de lucha, su paso del pacifismo a la guerrilla armada.

Nyrabia llegó al país para presentar el filme, dirigido por su compatriota Talal Derki. En enero pasado, el documental ganó el festival de Sundance, lo que lo catapultó a exhibirse en más de cuarenta ciudades, entre ellas Quito y Guayaquil, en el marco del festival EDOC.

Regreso a Homs se filmó entre agosto de 2011 y julio de 2013 en condiciones que se volvían cada vez más difíciles para todos los involucrados. Nyrabia estuvo a punto de morir tres veces, fue apresado en el aeropuerto de Damasco, acusado de defender a un terrorista (Basset) y obligado a exiliarse en Alemania, donde vive desde entonces.

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Nyrabia cuenta, con un sentido del humor que permanece intacto, cómo el equipo desarmaba la cámara en quince piezas que escondían en el chasis del automóvil que los llevaba de Damasco a Homs, cada vez que debían filmar. Volver a armarla tomaba entre dos y tres horas y lo hacían a diario. Al principio, otra estrategia era viajar con la madre de Nyrabia en el asiento delantero. Al llegar a los controles, la mujer sonreía a los soldados, les agradecía astutamente por su protección y pasaban sin ser interrogados.

Pero con el tiempo, la situación se tornó demasiado violenta. Las bombas caían a diario y cientos de personas vivían atrapadas en las ruinas de lo que alguna vez llamaron hogar. La película, cuya intención inicial fue mostrarle al mundo la euforia de la Primavera Árabe, se convirtió en un demoledor retrato de la destrucción de una ciudad, históricamente conocida por la alegría de su gente, y del nacimiento de una milicia cuya única arma para contrarrestar el asedio era la fe en un cambio que quizá no llegará.

“Todos los involucrados, incluido Basset, éramos pacifistas convencidos. Repudiábamos el uso de armas, repudiábamos la violencia. Pero ahora no existe otra posibilidad de luchar por la libertad en Siria. Y esto lo entendimos por primera vez cuando comprendimos que el mundo nos ha dejado solos. Estados Unidos se ha negado a intervenir, Rusia se ha negado a cambiar su postura”, explica Nyrabia.

“Nuestros amigos, aquellos que ves en la cinta, reaccionaron como cualquiera lo haría en una situación así. Cuando pierdes a tu madre, a tu hermano o a tu hijo no puedes evitar pensar ‘a la mierda el pacifismo’. Lo que ocurre en Siria no se trata de una guerra, ya que ambos lados tendrían que pelear en igualdad de condiciones. Es, en muchos aspectos, una masacre”, agrega.

El productor, originario de Homs, siempre concibió al cine como un puente hacia la libertad. Durante cinco años fue el organizador de DOC BOX, un festival de documentales que se celebraba en Damasco y otras cuatro ciudades del país. “Las películas que presentábamos eran una ventana a través de la cual los sirios entendían que otro mundo es posible”, cuenta.

Ese fue el mismo motor que lo animó a continuar con la filmación del documental. “Hay dos elementos sin los cuales hubiera sido imposible que esta película llegase a las salas. La primera es nuestra convicción absoluta de que tenemos derecho a contarle al mundo lo que está pasando, aunque el gobierno diga lo contrario. No solamente eso, tenemos que creer que lo que hacemos es una necesidad impostergable. La segunda, son los amigos. Encontramos gente en el camino que estuvo dispuesta a sacrificar su vida para que este documental sea una realidad”, sostiene Nyrabia.

Es difícil, como espectador, enfrentarse a Regreso a Homs. La transformación del cautivante Basset, de joven pacifista a líder de una milicia en cuestión de meses, puede resultar dolorosa.

Sin embargo, nunca deja de cantar. Sus canciones son quizá el último reducto de esperanza que le queda. Cantar es el acto más rebelde que se permite y lo único que lo mantiene de pie.

Para Nyrabia, el hecho de que Basset es un atleta es un hecho determinante para su liderazgo: “Le da un balance emocional y físico y una disciplina que no le permite rendirse. Es como un jaguar:despierto, alerta y ágil. Esto le ha permitido escapar de la muerte más de una vez”, dice.

Según las últimas noticias a las que ha tenido acceso, el joven Basset, considerado un terrorista por el régimen de al Assad, sigue vivo y luchando, aunque “el 70% de las personas que aparecen en la cinta han fallecido”, asegura el productor, quien estuvo preso por tres semanas en la capital siria, en septiembre de 2013.

Su esposa organizó una campaña que llegó hasta Hollywood, donde un puñado de relevantes artistas como el actor  Robert de Niro y el director Martin Scorsese exigieron su liberación a través de un video que se volvió viral en las redes sociales. Pocos días después, Nyrabia fue absuelto.

“Resulta paradójico que De Niro y Scorsese lograsen lo que el consejo de seguridad de la ONU no ha podido. Estoy profundamente agradecido, pero esto evidencia cómo piensa el régimen. Saben que estas personas tienen gran relevancia en el mundo, una más fuerte que la de cualquier político, y temen que su imagen se vea comprometida”, sostiene.

Aunque vive en Berlín desde entonces asegura que su corazón y su mente permanecen en Siria: “no es relevante dónde me encuentre geográficamente. Voy a seguir luchando desde mi lugar, que es el cine, y voy a seguir promoviendo esta película porque la considero necesaria. Creo firmemente que el mundo es una entidad que podemos transformar.”, asegura.

Regreso a Homs se proyecta hoy a las 21:00 en Guayaquil y mañana a las 19:45 en Incine, de Quito.

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