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En Chimborazo, las reacciones a sus obras han sido diversas. También tuvo espectadores en Europa.

William León, el cineasta de Cacha que quiere contar grandes historias

En días laborables, el cineasta no viste el atuendo tradicional de su cultura porque lo considera un traje de gala que reserva para ocasiones especiales. Miguel Jiménez / El Telégrafo
En días laborables, el cineasta no viste el atuendo tradicional de su cultura porque lo considera un traje de gala que reserva para ocasiones especiales. Miguel Jiménez / El Telégrafo
31 de marzo de 2015 - 00:00 - Luis Fonseca Leon

El cineasta William León tiene el peculiar prestigio de quien destaca en una comunidad ancestral más allá de los localismos que se le imponen. Pero sus apariciones en algunos medios de comunicación han hecho que sus frases, siempre coherentes, antecedan a su obra.

Ahora, el puruhá apunta el lente de su cámara a un género que la sensacionalista pantalla chica ve como inverosímil desde la impronta de El Chapulín Colorado, serie con que Roberto Gómez Bolaños logró la quimera de permanecer en televisión durante décadas, sin renovarse luego de pocas temporadas rodadas.

El Kitakuy —la unión del prefijo kita, que en kichwa significa ‘salvaje’, al nombre del conocido roedor andino: cuy— “es un héroe virtuoso y torpe” que, a ratos, parece ser una muestra de la capacidad de su creador de reírse de sí mismo: “el Kitacuy lucha en cada capítulo por la justicia e igualdad en su pueblo”.

A León le han puesto la etiqueta de “cineasta indígena” pese a que sus filmes, y el proyecto piloto para televisión citado, no siempre tienen que ver con su raíz puruhá. Él esquiva el membrete diciendo que está contra la folclorización de los contenidos que produce: “siempre apunto a que un producto audiovisual tenga 2 ejes: que sea entretenido y que aporte en lo cultural”.

Las fotografías que aparecieron en varios diarios luego de que sus películas ganaron relevancia, en especial al ser presentadas en Finlandia y Alemania luego de que llegara al Festival Input, muestran a un William León sonriente, que luce el poncho rojo característico de sus paisanos de Cacha (provincia de Chimborazo). Pero este atuendo no es habitual en el octavo piso en que ha instalado su oficina, en Santa Prisca (centro-norte de la capital), junto a una maraña interminable de bufetes en los cuales innumerables abogados ofertan justicia.

El poncho de colores vivos, explica León, es su prenda de gala. El cineasta lo equipara al traje con corbata de los mestizos. Por eso se lo puso la noche de la única función en Quito de la película Llakilla Kushikuy, un nombre que él no espera que quienes desconocen el kichwa pronuncien con facilidad y que, traducido al castellano, se convierte en un oxímoron: Triste felicidad.

La historia —estrenada en la sala del cine Ochoymedio, el miércoles de la semana pasada— tiene un nombre que puede definir a casi todas las celebraciones indígenas, e incluso algunas mestizas, en las que los ritos alegran a sus practicantes con cantos trágicos. Sin embargo, la paradoja de Llakilla Kushikuy es otra: trastoca la idea convencional de la madre abnegada, casi una costumbre andina, y muestra el sacrificio de un padre por su hija.

“Entiendo que vivimos en un entorno multicultural al que debemos adaptarnos”, dice León frente a los equipos con que edita los videos que realiza su productora, Inka’s Records. “La folclorización no me gusta porque se aprovecha desde un doble discurso. Podemos llevar a nuestro favor los contenidos de la televisión aunque nos hayan dicho que exterminan nuestra cultura”.

Cuando le piden a León que dé cursos, talleres o charlas, va con poncho, su traje de gala que no utiliza como un ‘overol de trabajo’. “Lo importante es saber de dónde eres, quién eres y, luego, proyectarlo”.

La noche en que se presentó su última obra, también se pasó Pillallaw (o Karachagcha, ‘dios del trueno o del rayo’, según el historiador Jaime Costales) cuya banda sonora, ‘Wawa Taki’, se escuchó en vivo, interpretada por la artista Maritza Santiago. Fue una velada en la que William puso todas sus expectativas con la intención de que la respuesta del público se basara en lo que vieron en la gran pantalla y no en cualquier consideración que pudieron generar sus raíces.

Las partes en kichwa están subtituladas “para no perder la esencia a través de un doblaje”, cuenta León quien fue definido como el “Spielberg puruhá” en un reportaje televisivo. Otra etiqueta que no le calza, pues entre sus referentes también menciona a Sebastián Cordero, James Cameron y Quentin Tarantino. “Tomo algunos elementos de los cuales me nutro para generar mi propio estilo pero nunca diría que soy un Steven Spielberg”, sonríe.

Entonces, frente a una pantalla que muestra al cantante Ángel Guaraca, para quien editaba un videoclip estrenado en televisión el domingo pasado, con la integración de guitarras electroacústicas para “renovar la imagen del artista” más allá de lo local, William León confiesa un riesgo latente: “temo folclorizarme yo mismo. El boom de La Navidad de Pollito (quizá el más conocido de sus filmes) fue algo inesperado y mi hermano fue quien puso mis pies de vuelta a la tierra”. David León le soltó una frase implacable: “espero que tu trabajo le haya gustado a la gente porque es bueno y no por provenir de un indígena”.

Fue una lección que William confirmó haber aceptado cuando varios espectadores europeos lo felicitaron sin conocer de dónde provenía. Finalmente, en traje deportivo, una tarde de trabajo, William concluye: “el poncho vende pero yo no creo en la frontera de la raza”.

DATOS

Los estereotipos sobre las culturas indígenas son ideas que el puruhá William León, de 31 años, quiere romper ampliando el espectro de sus proyectos audiovisuales.

El presupuesto con que trabaja el cineasta chimboracense sube con cada producción estrenada. Nostalgia de María empezó con $ 120. Pillallaw se realizó con $ 54 mil y su próximo proyecto bordea los $ 750 mil. Consiguió la última cifra a través de la autogestión y el auspicio del Consejo Nacional de Cinematografía (CNCine).

Sobre la categoría a través de la cual el CNCine fomentará la producción intercultural este año, León resalta que “no quisiera aplicarle a lo indígena, encasillándome, sino a producciones más grandes para competir con otros cineastas. Quizá lo vea como una opción pero quisiera incluso contar un romance con personajes pudientes”.

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