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Un universo de arte y diseño se esconde tras las puertas de los talleres quiteños

Taller de la artista quiteña Paula Barragán, en Guápulo. La mujer realiza trabajos de grabado y pintura. Foto: Marco Salgado / EL TELÉGRAFO
Taller de la artista quiteña Paula Barragán, en Guápulo. La mujer realiza trabajos de grabado y pintura. Foto: Marco Salgado / EL TELÉGRAFO
17 de agosto de 2014 - 17:07

90 talleres de artistas, diseñadores, artesanos y danzantes, distribuidos a lo largo y ancho de la ciudad de Quito, abrieron sus puertas al público durante el fin de semana, en el marco del Verano de la Artes, organizado por el Municipio de la ciudad.

El sábado, cientos de personas se armaron de un mapa especialmente diseñado para la ocasión, que señalaba los estudios de los artistas y los puntos más turísticos de cada barrio, y recorrieron el Centro Histórico -que reúne 25 talleres ubicados en San Marcos, San Juan, La Ronda y la calle 24 de Mayo- y La Floresta, en el norte de la ciudad, donde están ubicadas varias tiendas de diseño y espacios de trabajo de artistas plásticos y visuales.

El domingo, en cambio, el recorrido se enfocó en el barrio de Guápulo y los valles aledaños a la ciudad: Cumbayá, Nayón y Tumbaco.

La artista María Pérez fue la coordinadora del circuito. Para ella es importante que se den oportunidades en las que el público pueda interactuar directamente con el artista. “Por un lado, el contacto humano genera un diálogo entre el artista, la obra y su espacio de trabajo. Y tiene una repercusión directa en el barrio y, a la larga, en la ciudad”, sostiene.

Su taller, llamado Casa Villa Emma, está ubicado en el Camino de Orellana, la avenida que cruza todo el barrio de Guápulo (ubicado entre Quito y el valle de Cumbayá). Se trata de una casa antigua, que alguna perteneció al artista Francisco Corcuera. Pérez comparte el espacio con la ilustradora botánica Dolores Salgado y la pintora y grabadora Paula Barragán.

Unas cuadras más abajo trabaja y vive Teo Monsalve. Para él, Guápulo es un epicentro del arte local y esto lo hace atractivo para otros artistas, que buscan ubicar sus talleres en esta pintoresca locación. Allí trabaja Monsalve desde hace un años y medio. Sus obras, repletas de color, decoran las paredes de la que también es su casa.

“La ventaja de trabajar y vivir en el mismo lugar es que no estás obligado a cortar tu ritmo de trabajo. A veces la inspiración llega a altas horas de la madrugada y tienes la ventaja de poder pasar de la cama al taller sin problema”, cuenta.

En el barrio de San Juan, uno de los más tradicionales de Quito y conocido por albergar a artistas y bohemios, está el taller de Pablo Gamboa, uno de lo más concurridos por el público.

En Cumbayá, Tumbaco y Nayón se ubican 32 talleres y espacios. Hay artistas que trabajan en conjunto, como en Casa Lutecia (donde trabajan Paulina Arcos, Chiqui Burneo, Patricia Fernández y Verónica de Guzmán) y otros que trabajan individualmente, como Miguel Betancourt y Carlos Echeverría Kossak.

Nicholas Kantor es un turista que llegó desde Alemania hace dos semanas. Quito es la segunda ciudad del país que visita. Recorrió Guápulo el domingo y aprovechó para comprar souvenirs para sus familiares en Rayuela, una tienda de diseño que sirve como vitrina para el trabajo de varios artistas.

 

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