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"La Soledad de los muñecos inflables", un drama humano

La actriz Montse Serra interpreta el papel de Gabriela, una mujer de 49 años que está sola y enfrenta sus miedos.
La actriz Montse Serra interpreta el papel de Gabriela, una mujer de 49 años que está sola y enfrenta sus miedos.
Foto: cortesía de Jeff Castro
13 de junio de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

Una mujer está sola. Tiene 49 años, su hija  y su marido se han ido. La han abandonado, o al menos, eso es lo que ella quiere creer.

En su casa, un pequeño sitio al cual el espectador deberá completar mediante un acto mágico de imaginación promovido por la forma en la que la actriz se moviliza por el escenario, hay una refrigeradora, una ventana que es fácilmente atravesable y en las mismas condiciones, un pequeño televisor.

También tiene un teléfono portátil, que de vez en cuando ilusiona a la protagonista, así como el control remoto con el que decide qué ver para pasar el tiempo frente a la televisión.

Lo que sí puede ver el espectador es el cojín rojo y cómodo en el cual la actriz estará por breves fragmentos de la obra. En él se sienta mientras no baila Tu no son lubia, de Celio González con su alter ego, un muñeco inflable con pecho de boxeador, tal vez un superhéroe venido a menos; o en el “momento de filosofía etílica”, cuando desvaría y se desdobla con la canción Desde que te marchaste, de Julio Jaramillo.

En este drama, trabajado como un monólogo de una hora, la actriz Montse Serra interpreta a Gabriela y un poco de sí misma y del dramaturgo autor, Julián Martínez.

Gabriela es un humano, como cualquier otro,  que a cierta edad carga con un montón de problemas existenciales: miedos, soledad, cuestionamientos sobre su relación con su esposo y su hija. A pesar de que la actriz sufre, en los diálogos está inserto ese artificio con el cual todo causa risa.

“En un drama hay que acentuar las cosas a través de la comedia. Stanislavksy le recomendaba a Chéjov que cuando interpretara a alguien malo acentuara lo bueno”, dice Martínez.

Los primeros 25 minutos de La soledad de los muñecos inflables ya estaban escritos. Su nombre era Sola se queda. Su autor lo trabajó en su tierra natal, Venezuela, donde ganó un premio.

Los otros 30 minutos los terminó después de conocer a Montse Serra, este año, durante su residencia en Guayaquil, donde es docente de la Universidad de las Artes y, además, ha montado gran parte de sus trabajos dramatúrgicos.

Entre ellos, Ella coneja, que también, en formato de monólogo, aborda la historia de una chica que se enreda con su feminidad.

Martínez vuelve a escribir el papel para una mujer porque cree que “en nuestra cultura occidental las mujeres están más cercanas a las emociones. Me gustaba el reto de hacerlo en una hora y plantear la necesidad de generar situaciones que no son fáciles de conquistar y adquirir”, dice el dramaturgo.

Para su intérprete, “más allá de que la persona que vive este drama sea una mujer, todo el contexto podría ser también el de un hombre, porque son cuestionamientos humanos. Se trata de una persona que se cuestiona sus lados más oscuros. Mi visión del ser humano está super plasmado aquí”. 

Gabriela, en medio de sus delirios, -uno de ellos es una entrevista por televisión con un programa que tiene un nombre interminable, como el título de esta obra— busca respuesta en los filósofos y cuestiona aquellas obras que acuden al chiste fácil “con el terreno bastante ganado en Guayaquil”, dice Martínez.

En esta dicotomía, “la filosofía se muestra como algo que no es tan abstracto, ni tan difícil, que no siempre está tan alejada de nuestras vidas”, dice Martínez sobre lo cuota didáctica de la obra.

Para Serra montar esta obra, en la que está sola en escena, con dos muñecos inflables, a los que ha llegado a querer, como sus alter ego, requería un trabajo físico para no bajar los ánimos.

“Yo soy yo y mis circunstancias, esta vez soy yo en esa circunstancia, en estado de soledad y locura, en un estado de confusión. Hay mucho de mí, es imposible que no haya puesto que estoy yo haciéndolo, que las circunstancias sean las mismas o sean otras es anecdótico, pero siempre está el alma del actor allí metida”, dice Serra sobre su papel. (I)  

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