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Muégano Teatro estrenó "Asalto al centro comercial"

En escena, Pilar Aranda, Estefanía Rodríguez, Marcia Cevallos, Gilby de la Paz, Cristian Guerrero, Johnny Campoverde.
En escena, Pilar Aranda, Estefanía Rodríguez, Marcia Cevallos, Gilby de la Paz, Cristian Guerrero, Johnny Campoverde.
Foto: cortesía de Muégano Teatro
26 de septiembre de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

Asalto al centro comercial, el último estreno de Muégano Teatro, comienza como cualquier revolución digna, en una plaza pública, con unos cuantos infiltrados que vociferan sus consignas entre una masa dispersa y desordenada, el público.

“Así hablaría hoy Zaratustra”, anuncia al megáfono el actor y codirector de esta obra, Santiago Roldós, para irrumpir entre los “guancavilcas” que han llegado tarde este domingo, a la última función del primer ciclo que presentó el grupo, en su nueva casa, en el Callejón Magallanes de la Zona Rosa.

El círculo de gente se forma por inercia para escuchar el motín en contra del “despilfarro del último boom petrolero”, de “cómo el sistema actual entorpece los ideales de unidad e igualdad bajo un discurso socialista cargado de eufemismos, que no hace más que reposar en el fortalecimiento de una sociedad consumista que poco a poco se pierde en sí misma”.

El actor llama a la acción que esta vez se produjo en Guayaquil, pero puede ocurrir en cualquier otro lugar y circunstancia.

Finalmente y con el incomprensible orden que se necesita para hacer la revolución, el público entra a la sala con la conmoción que produjo la amalgama de voces de los infiltrados, esta vez armadas por el llamado Coro del Cóndor Pasa Electrónico que cantó aquella canción de Massiel en la que se corea “la libertad, derecho de la humanidad, es más fácil encontrar Rosas en el mar”. 

Adentro, en la sala de teatro, con el público en sus asientos, algo pasa. Un grupo de gente trama un ataque en medio de ofertas y el desbordamiento musical.

Las conductas extrañas se reproducen en pantalla grande, como en el cine y se repiten en 3D, en carne y hueso.

Se viene el primer disparo, el objetivo detiene el futuro de una empleada doméstica que descansaba de la “ternura” de sus empleadores los domingos y salió para buscar el amor, cualquier príncipe azul idealizado en el Malecón del Salado.

“¿Pero qué se puede esperar de un lugar que tiene ese nombre?”, pues en la jerga popular guayaca un salado viene a ser casi que un “maldecido”.

La obra deriva en fragmentos de una revuelta que toma el centro comercial inequívocamente para apostar por un cambio en la sociedad abstraída en sus individualidades. Pero tienen que transformarlo todo y no es posible.

Entonces aparecen personajes de las altas esferas sociales que, entre otras cosas, luego de fracasar en un club de poesía de damas con aspiraciones de la alta sociedad, deciden llevar al lugar donde los votantes pasan el tiempo, el discurso religioso que emancipa a la población de sus poderes. “Bingo”.

La actriz Estefanía Rodríguez emula el discurso de las tarimas, entorpecido por frases hechas y falsa oratoria, oraciones vacías y convincentes para las masas como aquello de que llevarán computadoras “a los lugares más recónditos del país aunque no haya electricidad porque la sola presencia de la tecnología incrementa la autoestima”.

La actriz Marcia Cevallos, interpreta a una de las voces que apoyó la inauguración de esta capillita en medio de ofertas y ficciones comerciales. Le recuerda al público la forma en la que suele acoger a sus políticos, como bebés faltos de cuidado.

Pilar Aranda, actriz y codirectora de esta obra, aparece varias veces a los costados de la escena, como una infiltrada que lo hila todo, en medio del despilfarro, consciente de que las promesas de obras mueren o se abandonan en cualquier rato.

La obra de Muégano nace, según un comunicado de prensa del grupo, de añejas lecturas del Libro de los pasajes, de Walter Benjamin. 

Además, de la idea “de lo constitucional de los centros comerciales en nuestra vida emocional y política”.

Agregan que “el atentado con el que sueña la nueva obra de Muégano ocurre en Guayaquil, pero podría hacerlo en cualquier otro paraje de nuestro común y sin embargo particular nacional socialismo, ahí donde la carne de cañón del precariado está llamada a rebelarse contra el consumo de manera radical y drástica”. (I)  

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