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El Telégrafo
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Director de Teatros de la Casa de la Cultura Ecuatoriana

León Sierra Páez: “Este país necesita un edificio público de salas de ensayo”

León Sierra Páez: “Este país necesita un edificio público de salas de ensayo”
Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
05 de marzo de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

En los años 90, Camilo Restrepo fue presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), cargo que lo volvió a asumir el anterior año mediante la votación de todos los núcleos provinciales de la institución. En su primera administración conoció a León Sierra Páez, a quien lo apoyó con un espacio para que montara un laboratorio fotográfico junto con Juan Carlos Gómez.

Tras más de 25 años, ambos se vuelven a encontrar para trabajar juntos. Esta vez, Sierra Páez regresa a la CCE como su director de Teatros, cargo que lo asumió hace seis meses y que incluye el manejo de espacios como el Teatro Nacional, el Ágora de la CCE, el auditorio Demetrio Aguilera Malta, el auditorio Jorge Icaza, el aula Benjamín Carrión y el Teatro Prometeo, entre otras tareas.   

Ahora,  en el Teatro Nacional de la CCE, Sierra Páez desarrolla los talleres de Actuación en verso y Dirección de Obras Clásicas, dirigidos por maestros de la Escuela Aula de Verso. Y del 5 al 17 de marzo se realizará el taller de Dirección de Obras Clásicas con Juan Polanco.

¿Cómo recibió la dirección?
Parece que siempre me pasa esto de darle estructura programática a los sitios donde uno llega, no porque tenga una vocación fundacional, como en algún momento se quiso dar a entender, sino porque efectivamente hay dificultades en construir institución. En cultura eso es lo que usualmente ocurre.

¿Cuáles son esas dificultades?
Para empezar, antes ahí había una gestión contingente -todavía la hay- que tiene que ver con la administración del espacio, y va desde lo más elemental: de la limpieza a la gestión de la programación. De hecho, me encuentro con la necesidad de incluir un sistema informático que democratice ordenadamente el acceso a las salas, pero veo en estos seis meses de trabajo que más que un sistema informático lo que hace falta es una propuesta clara de programación.

Que, generalmente, ha sido el problema central del medio...
Ha habido una hiperexplotación de los espacios. Antes había intentos de programación porque los artistas demandaban eso, temporadas de teatro, de danza, conciertos y, de repente, esto se vuelve muy complejo y le supera a la CCE. En las artes escénicas, en general, hay un declive, un desmoronamiento del edificio cultural, que a mí me parece va desde los años 80. Hay una dilapidación de un elemento sustancial de las artes escénicas que es la temporada a favor de un modelo exclusivamente mercantilista.

Hay muchos ejemplos, pero tomaré el de la Fundación Teatro Sucre. Si un artista escénico del Ecuador quiere entrar a un espacio nacional tiene derecho a una sola función. Hay muchos artistas que se están expresando en artes dramáticas y que no tienen la posibilidad de hacer temporadas. Para poder exhibir su trabajo tienen que desarrollar una temporada que, además, les permita una retribución económica.

El cerco que está alrededor de la CCE, ¿lo van a retirar?
Sí, con Camilo tenemos muchas ganas de quitar el cerco. Fue una excelente decisión ciudadana retirar el cerco, algo muy bonito porque se integró el parque El Ejido a todo el conjunto arquitectónica de la Casa, sin embargo, eso generó un problema grave de seguridad, y hay que determinar responsabilidades. Y ahora la CCE no puede generar más un gasto corriente.

¿Cómo piensa resolverlo?
Bueno, estamos discutiendo la posibilidad de activar el espacio público para poder abrirlo y hay algunas alternativas. Por ejemplo, encima del Fondo Editorial, pensamos construir el Parque de la Lectura, que ya está contratándose. Así que queremos activar los espacios de la CCE para que no sea simplemente una tumbada de muros simbólica, hasta un punto demagógica. Hay que empezar por adentro, definitivamente.

Y en cuanto a la infraestructura existente, ¿en qué estado está?
Deteriorada y con poco mantenimiento. Sin capacidad técnica de dirección, en general. Tengo cerca del 90% de luminarias archivadas porque no hay la posibilidad de comprar repuestos para las lámparas incandescentes. Esto es un apunte técnico, pero merece la pena decirlo.

En el cambio de matriz productiva del anterior régimen, se pensó mucho en el ahorro pero no en la especificidad. En el caso del teatro y las artes escénicas, son un mercado cautivo de consumo de lámparas incandescentes y en este país no hay un importador de ese tipo de luminarias, ni de sus repuestos, debido a los aranceles.

¿También han pensado arreglar  aspectos básicos, como el telón del Teatro Nacional?
Tengo un proyecto emblemático que he hablado con el Presidente y le gustó. No es urgente, no es inmediato, pero es la confección del telón de boca como un telón emblemático. Y a mí me gustaría que fuera bordado por alguna comunidad indígena, por ejemplo, que sean los bordados de Simiatug. Pero bueno, no es tan urgente como que no se nos caigan los teatros.

Y a todo eso, la CCCE es un espacio que está absolutamente empoderado por la gente, las personas quieren estar en la casa. Si me permites, me pasó todo lo contrario en el Centro de Arte Contemporáneo (del cual fue coordinador en 2016). Ese un es un espacio que está cooptado por un reducidísimo grupo de artistas, donde es muy difícil llevar a la ciudad. Aquí, en la CCE, el esfuerzo es ordenar el acceso y lamentablemente hay decir que no a veces.

Una necesidad de acceso para presentar obras, pero no para la formación escénica...
En la provincia de Pichincha, en cualquier ciudad de Ecuador,  hay necesidades que van más allá de las salas de representación, es decir, tener una sala para representar como el Teatro Prometeo no es suficiente, porque no da abasto a temas tan concretos como el ensayo, y esa es una discusión profunda de cultura, porque enfoca el diálogo entre qué es importante: el  proceso o el resultado.

Parece que todo apunta hacia lo segundo...
Sí. En los últimos 40 años solo hemos estado pensando en el resultado. Hay un gran ramillete de artistas, de grupos escénicos a los que el Estado les atiende solo en el lugar de la representación y no del proceso. El proceso creativo cuesta, no solo en las artes, sino en la ciencia, la investigación cuesta. Este país necesita un edificio público de salas de ensayo.

Pero con el Teatro de Loja, por ejemplo, es como que el Estado insistiera en la representación y no en la formación, ¿qué opinión le merece?
Exactamente. En Europa se lleva hablando desde los años noventa de una enfermedad que tienen las artes escénicas y las instituciones culturales, y es la “festivalitis”. El festival le permite  l político invertir una cantidad X de dinero y zafar de la responsabilidad que tiene sobre el fomento de la cultura.

Entonces, un gran festival como el de Loja es un escaparate muy bonito, muy adecuado, a mí me han escogido dos veces dos jurados diferentes, pero me pregunto: ¿Cómo hacen los artistas para poder crear esos productos?¿Dónde ensayan? ¿Cuáles son las condiciones profesionales mínimas que tienen los espacios donde ensayan? No se paga el ensayo, sino la función. ¿Cómo se pueden generar economías naranjas o de mercado que pueden acompañar el proceso de gestación del proyecto a los artistas? (O)

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