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Entrevista / Alberto Chimal / Escritor

La literatura mexicana representa la caída libre

El autor es uno de los mayores representantes de la microficción. Fue candidato al Premio Rómulo Gallegos| Foto: Karina Acosto/El Telégrafo
El autor es uno de los mayores representantes de la microficción. Fue candidato al Premio Rómulo Gallegos| Foto: Karina Acosto/El Telégrafo
21 de octubre de 2014 - 00:00 - Redacción Cultura

La figura del zombi se ha popularizado, a pesar de su origen vudú. Su nombre ha calado no solo como personaje literario, del cine y los videojuegos. Está también en una representación de la realidad que retoma alguna de sus características: actúa por instinto y ataca sin detenerse ¿Dónde se enmarcan los ‘zombis a la mexicana? Los políticos de México utilizan la palabra ‘zombi’ como un insulto. Así reducen a sus oponentes a seres que no pueden dialogar porque no tienen un discurso para replicar las ideas de su adversario.

Alberto Chimal es parte de una generación de escritores mexicanos que insisten en la escritura desde todas sus formas y de alguna manera relata desde la ficción la violencia que habita el país. Su nombre es parte de la antología Festín de muertos, un conjunto de cuentos de autores mexicanos que se publicará en los siguientes meses y en el que precisamente se aborda el conflicto de la política y el narcotráfico.

El eje de todos estos relatos de ficción son los ‘zombis a la mexicana’. Chimal, quien visitó el país hace una semana para dictar varios talleres y conferencias en la tercera edición del Festival Ciudad Mínima que organiza PalabraLab, dialogó con este diario sobre las formas de entender la violencia desde la escritura y sobre la ‘literatura de la imaginación’ y sus formas.

¿De dónde parte la categoría de literatura de la imaginación que aborda en sus charlas y talleres?
La literatura de la imaginación es un término que nos inventamos en México con algunos colegas, no con la intención de hablar de un género, sino para mostrar cómo en toda América Latina y el mundo existen obras que utilizan esta escritura fantástica, pero el membrete se aplica solo a un grupo reducido de obras. Lo que intentamos hacer es quitar el membrete para hablar de obras que se ubican al margen. Se piensa en géneros de forma muy estrecha, pero en realidad esos conjuntos de obras son territorios pequeños dentro de uno mucho más grande que es precisamente el de la imaginación. Desde el siglo pasado hasta la actualidad hay una tradición enorme de obras que utilizan este tipo de narración sin quedar dentro de los cajones de estos géneros, pues son más comercializados desde el mundo de habla inglesa. Hablan de lo inexplicable de diferentes maneras. Hay mucha gente que está proponiendo nuevos usos de este tipo de imaginación, desde historias con un fuerte contenido político, de actualidad.

¿De qué manera estos géneros traducen un entorno político, en un momento en el que países como México viven una política en la que predominan los carteles?
Lo interesante es que los autores que utilizamos la imaginación fantástica nos da por abordar el tema desde otra perspectiva. Por ejemplo, en Festín de muertos, una serie de cuentos de zombis a la mexicana, se aborda cómo es la vida en medio de la violencia y su representación. Ahí aparezco yo como uno de los autores, junto a otros, como Bernardo Esquica, que toman el personaje icónico de la cultura anglosajona y nos lo apropiamos. Algún relato lo conecta con la tradición del Día de Muertos, la comida, los cementerios y otros lo conectan con hechos históricos. Hay un cuento que se refiere a la masacre de Tlatelolco, que ocurrió en 1968. En ella, policías y el Ejército dispararon a estudiantes, ese suceso todavía se recuerda y ha dejado mucha huella en la política y la cultura. Esta vez se reinterpreta con la idea mexicana en lo zombi.
Desde mi perspectiva, el zombi puede verse, no como un enemigo ajeno, sino como la etiqueta que puede poner el político incluso a la ciudadanía.

A pesar del conflicto la literatura mexicana se sigue mostrando bastante fuerte...
Yo creo que lo que ha sucedido en años recientes es un gran crecimiento de la preocupación por los hechos cercanos de la vida contemporánea y se ha creado una conciencia muy clara de lo grave de la situación. En muchos sectores dentro de la literatura ha surgido como una especie de nueva idea de compromiso social, de la literatura comprometida. Hay discusiones muy encendidas que llegan a ser muy conflictivas, violentas, acerca de cuestiones de éticas y morales.  

¿Las posturas se contraponen?
Los diferentes grupos se acusan de que no se preocupan lo suficiente por la situación, de que no revelan o no tratan con la suficiente exactitud o intensidad las cuestiones del momento. Eso está pasando ahora, precisamente porque por desgracia vivimos una época de gran descomposición social en México. Esto es cada vez más apremiante. Se percibe que crece la violencia y cada vez es menos la gente que se puede sentir segura, que puede creer que no le va a tocar algún tipo de violencia.

¿Hay más literatura de crítica o más de aquella que se sostiene como escape de la situación?
Pasan ambas cosas a la vez. Hay grandes obras de denuncia muy concreta que circulan y obras que se refieren no directamente a asuntos de la realidad, pero también revelan el ámbito de la época. También tendrían que ser valiosas aquellas obras que sin referirse a la situación del momento tendrían que hablar de la experiencia humana que es algo que puede hacer la literatura, de una manera no tan directa sino más general.

En su trabajo de autor se puede encontrar estos niveles distintos, desde microliteratura hasta novelas como Los esclavos, en la que hay un juego político desde relaciones de pareja. Persisten formas de publicar que no se sujetan precisamente a la oferta editorial, ¿por qué?
En México parece haber esta idea de que, a pesar de lo malo que vemos está sucediendo, todavía puede ser mucho peor, como si fuéramos en una especie de caída libre hacia quién sabe dónde, y un poco estos textos son mi propia representación de estar cayendo en un pozo sin fondo, que es un síntoma del malestar de esta época. Me interesa buscar distintos enfoques para escribir un nuevo proyecto en el cual verme involucrado, para no aburrirme. También vale la pena experimentar porque esta época es de transición y donde cambian las cosas a toda velocidad. En este momento la literatura puede ser parte de todos estos cambios, involucrarse en ellos para decidir de cerca su existencia. Me estimula mucho pensar no solo en los temas a escribir, sino la forma, si es impresa o digital.

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