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Jorge Luis Borges, el 'modesto anarquista' que escribió el universo en un laberinto

“Leyéndolo sentí lo lejos que estoy de saber pensar bien, amplia y justamente; de tener una inventiva enérgica y feliz”, dijo su íntimo amigo Adolfo Bioy Casares.
“Leyéndolo sentí lo lejos que estoy de saber pensar bien, amplia y justamente; de tener una inventiva enérgica y feliz”, dijo su íntimo amigo Adolfo Bioy Casares.
Foto: internet
14 de junio de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

A 30 años de la muerte de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899), su viuda, María Kodama, cree que la generación que nació después del autor de Ficciones está enloquecida “desde el punto de vista científico” con su obra. Dice que hay dos cosas que dejó y no se van a publicar nunca, que no lo extraña porque está dentro suyo y que le escribe, porque es su forma de hablarle.

La crítica literaria sigue frustrada con la idea de que tantas veces el nombre del autor argentino haya sido evadido del Premio Nobel de Literatura, según Kodama, por razones políticas. Se dice que una de las causas para que no fuera galardonado fue la visita que hizo, en 1976, al general Augusto Pinochet Ugarte, quien le entregó un Doctorado honoris causa en plena dictadura chilena. La omisión de la Academia Sueca también suele explicarse como consecuencia de la crítica que Borges hizo a la obra del poeta sueco Artur Lundkvist, quien fue secretario permanente de esa institución. María Esther Vázquez, biógrafa de Borges, dijo que Lundkvist nunca le perdonó sus comentarios.

Pero Borges, con quien “dos horas de conversación equivalían a dos años de facultad” como dijo su amigo Adolfo Bioy Casares, prefería no participar del mito del Nobel y se dedicó a “hacer caber el universo en una caja de fósforos”.

“Conectó América Latina con el Este, con el Oeste, los textos sagrados se convirtieron en literatura, la filosofía se hizo literatura. Su manera de escribir es intertextual, metatextual, cósmica. Su influencia en la literatura regional fue verla como un aparato que puede encontrar distintos temas y conectarlo todo. Creo que eso da pie a lo que conocemos hoy como metaliteratura”, dice la docente literaria y escritora guayaquileña Mónica Ojeda. Para la autora de La desfiguración Silva, el autor de “Funes, el memorioso” “abrió las seudobarreras de la literatura al conectarla con otros textos”.

En la víspera de recordar los 30 años de la muerte de Borges, María Kodama dijo que “el sexto sentido está en la pituitaria, y que algunas personas la tienen un milímetro más desarrollado y eso les permite, de alguna manera, ver cosas. Como Julio Verne o H.G. Wells con Viaje al centro de la Tierra y Los primeros hombres en la Luna (...) Era un delirio. Lo mismo sucede con Borges y lo que él fue haciendo con sus cuentos. Hoy los científicos, físicos, matemáticos cuánticos, todos, encuentran en la obra de Borges las bases de lo que investigan. Esa es la brillante herencia. Eso es ser genial”. Y puntualizó que Borges no es —y lo dice en presente— el escritor que narra un cuento o que escribe un poema sobre el amor y basta. “Es un autor con una profunda base filosófica. Lo que él da es la filosofía transmutada en literatura”. (I)

Velasco Mackenzie guió a Borges a la escena de su relato

“Guayaquil es el cuento de Borges que no me gusta nada por su concepción ultraconservadora. Me tocó conocerlo y llevarlo a la escena que representa el encuentro entre Simón Bolívar y San Martín, eje de ese cuento. En el 78 gané una beca del Círculo de Lectores para escritores principiantes con el primer capítulo de El Rincón de los Justos. Uno de los invitados a la premiación fue Borges. El gerente del Círculo me pidió recibirlo con Antonio Correa. Borges quería tocar y tomarse una foto frente al monumento de Bolívar y San Martín. Preguntaba cómo estaba Bolívar. Yo le decía que alto, fornido, cuando era un partisano tuberculoso. San Martín, en cambio, era gordo y allí está con medidas exactas. Borges decía, como en secreto, por la mano de Bolívar que abrazaba  a San Martín, que eran mariquitas. Yo recalcaba que San Martín era gordo y él decía: ‘Es que le encantaban los churrascos’”. (O)

“Borges tiene un mundo de mitos y paradojas”, Antonio Correa

“Borges vino a Quito en 1978, invitado por el Círculo de Lectores, entidad de la cual yo fui su fundador editor. Ese encuentro maravilloso se ha mantenido en mi cabeza como una gota de aceite, me refiero a las esmeraldas. Se llaman así (gotas de aceite) porque en su transparencia muestran un jardín. Lo que en un inicio me atrajo de su literatura era ese mundo de mitos, de paradojas y ambigüedades que creaba. Hay autores que han criticado ese mundo, como Claudio Magris, que señala que Borges mira los hechos con una indiferencia total, como si estuvieran predestinados, marcados por la ciencia, la física o el destino, que son incontrastables, que no tiene elementos de contradicción. Simplemente son. Comparto mucha esa opinión de Magris, pero justamente por esos elementos fue que me acerqué a Borges”. (O)

“Cuando Borges traducía estaba reescribiendo”, Huilo Ruales

“Borges ha sido un escritor íntegro, en el sentido de que siempre compartió sus lecturas, su literatura. Digamos que gracias a él, a Adolfo Bioy Casares y a Silvina Ocampo, cuando publicaron la  Antología de la literatura fantástica, nos permitieron conocer una gran biblioteca de autores y de obras que no hubiese sido tan fácil descubrirla por sí solos. No todos los grandes libros son traducidos, mucho menos al español, pero Borges lo hizo y a través de él pudimos conocer un cuento tan extraordinario como es Wakefield, de Nathaniel Hawthorne, que lo uso mucho en mis talleres literarios. Pero el proceso de traducción de Borges implicaba gestar una nueva versión de la obra, reescribirla. La gran traducción es ser fiel al alma y traicionar al cuerpo, y así trabajó Borges con autores como Franz Kafka. Somos privilegiados de leer esas cópulas”. (O)

“Borges sienta las bases para el realismo mágico”, Santiago Peña

“En la narrativa Borges dio un salto a la pura ficción, a la fantasía, que luego nos serviría  para conformar la identidad de lo latinoamericano. De alguna forma sienta las bases para el realismo mágico, para lo real maravilloso. Incluso el crítico Harold Bloom menciona que Borges reemplazaría a Antón Chéjov en tanto a influencia para la cuentística del siglo XX. En poesía, en cambio, Borges hablaba mucho de su personalidad, de su sencillez. Al inicio, en su juventud, era ultraísta y se dejó llevar por las modas de las vanguardias cuando estuvo en España, que solo hablaban del significante, pero luego Borges trabajó sobre el significado. A diferencia de Vallejo, Huidobro o Girondo, que se fijaban en los fonemas o en las repeticiones de las palabras, Borges dejó de lado eso y trabajó con profundidad los significados, incluso por influencia de Quevedo”. (O)

Mónica Ojeda: “Mi primer acercamiento a Borges fue de respeto”

"La primera vez que leí a Borges estaba en secundaria. Mi madre tenía una biblioteca con Ficciones, El aleph y El hacedor. Me acerqué a ellos y me costó entrar porque nunca había leído nada parecido, pero me atrajo mucho y empecé a leer más asiduamente sus relatos y cuentos, que se me hacían un poco inaccesibles al principio porque tienen mucha filosofía, ciencia y ficción. Borges está cargado de subgéneros y era algo muy distinto de lo que estaba acostumbrada a leer en ese entonces. Mi primer acercamiento fue el descubrimiento de algo que no tenía parangón, no lo podía comparar con nada que hubiera leído antes. Fue de shock y de cierto respeto. Fue entrar a las reglas del juego escriturales de Borges". (O)

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