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El Telégrafo
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Un día de playa entre el mar, las olas, el sol y la basura

Un día de playa entre el mar, las olas, el sol y la basura
Fotos: Juan Carlos Holguín / El Telégrafo
19 de octubre de 2018 - 00:00 - Juan Carlos Holguín

Lunes 8 de octubre, último día del feriado por las fiestas de Guayaquil. El día empieza cálido, con un radiante sol que invita a sumergirse en el mar algo picado que recibe a los visitantes de aquella playa  en el km. 2 de la vía Playas-Data de Posorja. Un hombre que cuida carros dice que menos mal hace calor porque el día anterior el sol se negó a mostrarse y un cielo nublado acompañó a quienes llegaron al balneario.

Por $ 5 se alquila un parasol para sentarse a disfrutar del sonido de las olas rompiendo en la tierra, de la suave brisa marina (que con las horas se torna fría) y de una cerveza, la infaltable compañía de un día en la playa. Pero la velada de relax y distensión se empaña por la irritante costumbre de algunas personas de dejar botada su basura.

Lo primero es una lona de 2 metros de largo por 1 de ancho, que aparece entre las olas. Una persona se mete al mar para cogerla y tiene que hacer varios intentos, pues las olas la alejan de la orilla y la acercan una y otra vez. Hay un momento en que parece haberse ido hacia alta mar, pero aparece metros más adelante.

El ciudadano logra agarrarla y la saca del agua. “Tenía que hacer algo, esa lona es muy gruesa, puede enredarse en un motor y causar un accidente, o golpear a un animal. No entiendo cómo hay personas que botan algo así al mar”, dice el hombre, que deja la lona junto a la silla que alquiló por el día para después llevarla a la basura.

Lamentablemente este es solo un caso. Un recorrido a pie por la playa revela que la gente poco aprende de las campañas de concienciación ambiental. Botellas, fundas plásticas, envoltorios de helado, papeles, son el legado de los visitantes que, en vez de llevar consigo su basura, la dejan en la playa.

Pensarán que “esto después lo limpian”, o tal vez ni les importe qué pasará con los desperdicios. Al fin y al cabo vivimos en la cultura del desaseo, de tirar papeles en la calle, de arrojar las botellas vacías por la ventana del carro. Y eso es normal para muchos. (I)

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