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El Telégrafo
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Mi desencuentro con el Nobel José Saramago

Mi desencuentro con el Nobel José Saramago
06 de mayo de 2019 - 00:00 - Carla Maldonado

Una casa editora italiana me llamó para preguntarme si estaba interesada en entrevistar al escritor portugués y Premio Nobel de Literatura 1988, José Saramago. Él estaba de visita en Milán para el lanzamiento de su libro “El hombre duplicado”. Los editores conocían que era corresponsal de un diario ecuatoriano y que escribía para México como free lance.  Me puse muy contenta con esa noticia porque había leído sus libros y me encantaron. Nuestra entrevista fue en la sede de la casa editorial en la capital de la moda italiana. Llegué y esperé por el escritor, cuando apareció lo vi alto y delgado, con unos gruesos lentes grises. Vestía un traje oscuro y corbata. Saludamos y empezó la entrevista. Mis primeras preguntas apuntaron hacia el medio ambiente y su protección en América Latina y el resto del mundo. El Nobel se cansó de contestar sobre ese tema, se molestó y me dijo: tengo mucho más que decir sobre esa región. Después se levantó y me dejó con la mano extendida y la grabadora en “on”. Me quedé paralizada y no reaccioné de inmediato. Los editores se miraron y tampoco pronunciaron una sola palabra. Pero, unos minutos más tarde y fuera ya del estado de shock, les agradecí por su tiempo y la invitación. Me encaminé hacia la puerta y salí casi como una autómata, bajé las escaleras y sentí que tenía el rostro rojo de la rabia y de la impotencia. Nunca me imaginé que el autor de Ensayo sobre la Ceguera y del Evangelio según Jesucristo tuviera tan mal genio y nada de paciencia. Ya en calle, lloré y en ese estado llamé a la editora en México. Le conté lo ocurrido, pero ella lo tomó con mucha calma y como un gaje del oficio. Me imaginé un montón de escenas y retrocedí en el tiempo para borrar esa realidad. Repasé las preguntas que ofendieron a Saramago y con sus respuestas escribí la entrevista. El epílogo de esa cita con el Nobel fue una entrevista de siete preguntas, con un título fuerte: “Los árboles resucitan, los hombres no”, que fue  traducida al portugués, inglés e italiano. Solo así sobrellevé ese desencuentro con el escritor portugués. (O)

 

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